Tamara Rojo
No se ha entendido mi propuesta para el Real Ballet de España
6 marzo, 2008 01:00Foto: Antonio Moreno
El ballet y el flamenco compartirán pasado mañana el escenario del Teatro Real. El festival Ellas Crean unirá en su gala central a María Pagés y Tamara Rojo aunque cada una llevará a cabo programas independientes. El Cultural ha hablado con la bailarina sobre la situación actual de la danza, su repercusión en la excelencia interpretativa y el frustrado intento de crear en España una compañía. "Ha sido una una oportunidad perdida pero aquí somos así y luego nos gusta lamentarnos".
-¿Por qué no ha fructificado el proyecto de compañía?
-Pues, seguramente, porque quienes tenían que desarrollarlo no han entendido la propuesta.
-¿Y quiénes son los que deberían haberlo desarrollado?
-Bueno, las instituciones son las que ponen las estructuras necesarias. Yo no tengo que buscarme las lentejas. No estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguirlo.
-¿Se ha sentido utilizada por los políticos?
-No. Yo he propuesto una cosa, me han escuchado, pero no ha fructificado. Nadie ha sido utilizado ni manipulado.
-¿Tal vez era la última oportunidad de contar con una compañía nacional de ballet con medios?
-Era una oportunidad muy interesante, no siempre vamos a tener tanta gente unida y comprometida con un proyecto así. Pero parece que quien debería apoyarlo no lo ha entendido así y creo que hemos desaprovechado una buena ocasión.En España solemos hacer las cosas así y luego nos gusta lamentarnos.
-Aparte de su contencioso con la compañía, ¿Cómo ve en estos momentos el ballet en España?
-Pues que el ballet, como actividad artística estable, es hoy insignificante en España.
-Pero su éxito y el de otros compatriotas, los llenos de las compañías extranjeras, aunque no sean de la máxima calidad, ¿no indican, contra lo que suele decirse, que en España hay afición al ballet?
-Hay, sin duda, demanda. Afición, entendida como público conocedor que asiste cotidianamente al ballet, no por razones obvias. Es casi milagroso que todavía haya público que se sienta atraído por el ballet cuando se programa de vez en cuando, con criterios difíciles de comprender y casi siempre representado con música enlatada.
Reformas profundas
-¿Qué habría que hacer para crear esa afición?
-Unas cuantas cosas. Por ejemplo, que las compañías de titularidad pública ofrecieran al público la diversidad de estilos del ballet actual, fomentar la creación de compañías de iniciativa corporativa sin ánimo de lucro o mixtas, programar ballet de calidad, aunque sea de importación, con criterios formativos y de temporada. Son labores exigibles al menos a los teatros públicos. De todas formas, tengo la impresión de que las bases de las artes escénicas en España necesitan reformas estructurales profundas para salir de la parálisis actual.
-Dejando a un lado el "caso español" y desde su nivel profesional, ¿cómo ve el ballet en el mundo?
-La situación es desigual según el país y su estilo. En Asia, sobre todo en China y Japón, está en pleno auge con hambre de nuevas creaciones, mientras que en Europa depende de la política de cada sitio. En los países nórdicos y Reino Unido aumentan el público y los espectáculos; en Rusia y los países del Este, recuperándose rápidamente.
-Para muchos, el ballet clásico es algo de otra época... ¿Cómo lo vive usted?
-No sé por qué esta pregunta sólo me la hacen en España. Si sólo nos quedamos con lo actual, con lo que tiene un año de vida, tendríamos que deshacernos de casi todo el arte. Olvidarnos de un Shakespeare, de un Delibes, de la mayoría de los grandes pintores… El criterio para el arte no es el tiempo. El ballet está tan vivo como sus intérpretes.
-¿Le ha merecido la pena tanto esfuerzo y dedicación?
-Sin duda, porque hago como profesión lo que más me gusta, que es bailar. Además ¿no es más satisfactorio lo conseguido mediante el esfuerzo?
-¿A pesar de que vivimos en un mundo donde el esfuerzo personal no está muy bien considerado?
-Perdone, pero esa percepción de que la excelencia no está valorada no es mundial. Al menos todavía. Aunque la publicidad sea capaz de crear mitos virtuales para el consumo cotidiano, todavía hay sociedades y sectores sociales donde el mérito y la excelencia son valores importantes.
-Maya Plisétskaya dice que quien se queje, que se vaya, que en el ballet están porque les gusta. ¿Comparte esta opinión?
-Claro, a nadie le obligan a ser bailarina. No me gusta la actitud lacrimosa que sólo conduce a crear un ambiente de lástima hacia los bailarines. Nuestro esfuerzo tiene como objetivo la excelencia profesional. Merece respeto, no lástima.
-El que, en estos momentos, la mayoría de los jóvenes lleguen tan bien formados, ¿no hace perder al ballet un poco su condición de arte para dar más importancia a los logros físicos y técnicos?
-El ballet exige el compromiso corporal del artista como el canto el de la garganta y los pulmones del cantante. Precisa actuar y bailar bien; pero sin una técnica depurada es imposible lograr ambas cosas.
Monopolios estilísticos
-¿No está cada vez más uniformizado?
-Yo no tengo esa impresión, sino la contraria. El ballet a escala mundial cambia y se desarrolla. Cada día hay más estilos y propuestas. Sólo donde se imponen monopolios estilísticos se tiene esa impresión.
-Va a bailar en el Real tres piezas muy diferentes, ¿por qué las ha escogido?
-He tratado de combinar varios aspectos de la danza femenina en un día conmemorativo de la mujer trabajadora. Las bailarinas somos artistas y trabajadoras.
-Entre ellas Cinco ballets de Brahms al modo de Isadora. ¿Alternará en el futuro clásico con otros tipos de danza?
-En mi repertorio hay casi tanto de danza actual como clásico. Sin ir más lejos, hace diez días bailé Chroma coreografía estrenada el año pasado de Wayne McGregor basada en el rock duro y neopunk de los White Stripes y La Consagración de la Primavera, de MacMillan y Stravinsky.
-Comparte escenario con María Pagés, ¿se animará con algo de flamenco?
-Tengo para el futuro un proyecto donde quiero abordar, si no el flamenco puro, sí las posibilidades de combinar ballet y danza española como antes se hizo, pero desde una visión actual.