Teatro

Dulce con regusto amargo

Hámster, de Cortegoso, en la Triángulo

23 octubre, 2009 02:00


La dramaturgia contemporánea ha venido ensanchando los límites de la teatralidad "textual" incorporando otras disciplinas y herramientas escénicas que han nutrido -y al mismo tiempo tensado- el puro texto para generar una escritura que podemos llamar "escénica" en tanto abarca cualquier proceso de creación que no sólo nazca de la representación de un texto previo. Así pues, buena parte de los textos contemporáneos (entre los que se encuentra Hámster, del gallego Santiago Cortegoso) están más cerca de partituras potencialmente escénicas que sólo adquieren su pleno sentido a través del trabajo escénico.

Como dice su autor "Hámster es un texto abierto. De hecho lleva el subtítulo de pretexto para un espectáculo de teatro físico. No es una pieza de teatro que tiene sentido en sí misma mediante la lectura, es un material textual que sirve a dos actores y un director para construir y desarrollar una forma escénica que le dé su verdadero sentido". Este tipo de textualidad requiere, por lo tanto, de los servicios de un director artesano que supere la mera reproducción naturalista de "lo que dicen los personajes" (una pareja de hámsters que viven enjaulados) y que, al mismo tiempo, sea capaz de insuflar potencial escénico a un material en apariencia informe. "La primera vez que leí el texto", cuenta Fernando Soto, director del espectáculo, "me entusiasmó la sencillez y generosidad con la que está escrito, la total libertad de puesta en escena a la que me invita el texto y a la utilización de las palabras justas para contar la historia de dos animales enjaulados que nos sugieren aspectos esenciales de la condición humana". Gran parte del texto consiste en una especie de vomitona (de palabras) de rabia acumulada, de pulsiones emocionales que no pasan el filtro de una reflexión racional. ¿Qué tiene entonces de especial dos ratoncitos enjaulados que nos hablan del sufrimiento de la condición humana? La fisicidad y el pulso escénico que Soto logra impregnar al texto, el trabajo corporal de los actores Marián Bañobre y Juanjo Otero y la reivindicación lúdica llena de ecos beckettianos de los aspectos más trágicos y sombríos de la existencia humana.