Image: El nuevo teatro cambia de pantalla

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Teatro

El nuevo teatro cambia de pantalla

27 noviembre, 2015 01:00

Un momento del montaje Agujas y opio del director canadiense Robert Lepage

Micrófonos, proyectores, videojuegos, ciberespacio... Nuevos lenguajes invaden la escena. ¿Necesidades de expresión o búsqueda de otros públicos? Contestan las obras de gurús como Robert Lepage o las de directores como Carlota Ferrer, Fuentes Reta, Paco Bezerra o Darío Facal.

Algo se mueve en el teatro. Como diría Einstein refiriéndose a la energía, parece que la escena en estos momentos ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Robert Lepage sugería en estas páginas que o cambia de piel, y llega a nuevos públicos, o está sentenciada a muerte. El director canadiense denunciaba cierta tendencia a codificarse, un proceso que la llevaría inevitablemente al colapso. "La única salida es emplear todas las armas del storytelling para convocar a una audiencia contemporánea que desde el sofá puede atiborrarse de ficción", explicaba.

En opinión de Lepage, el teatro debe ser "acontecimiento" y no cerrarse, ha de convertirse en un punto de encuentro de todas las artes e incorporar las nuevas tecnologías, entre las que se incluye, por supuesto, internet, el ciberespacio. Lo demostró el pasado mes de marzo en el Festival de Otoño a Primavera con su espectáculo Agujas y opio, en el que desplegaba técnicas narrativas del ámbito audiovisual, desde la fragmentación narrativa a la música como recurso envolvente.

Encuentro con la sustancia

Sin los impresionantes medios del gurú de Quebec, la escena española está tomando nota y lucha también por renovarse y abrirse a nuevos registros, aunque no comulgue necesariamente con los malos augurios del creador de la compañía Ex Machina. Carlota Ferrer (El Escorial, 1976), directora de Los nadadores nocturnos, considera que el teatro no muere, el que muere es el público: "Si no somos capaces de crear espectadores jóvenes dentro de quince años los asistentes a los teatros habrán muerto. Hoy, los canales de información, comunicación y de publicidad nos invaden, valiéndose de insólitos recursos expresivos".

Ferrer reconoce en el lenguaje cinematográfico algo muy poderoso que ofrece un abanico infinito de posibilidades, no solo por incorporar audiovisuales sino por utilizar el ojo del espectador como cámara, por el uso del tiempo y, sobre todo, por la interpretación. "Esto se ha conseguido en parte gracias al empleo de micrófonos", precisa a El Cultural la directora de Fortune Cookie, que estudia en estos momentos las posibilidades escénicas de kinect, un sistema informático que detecta el movimiento y que se usa en el de los videojuegos. Junto a Ferrer, forma tándem inseparable José Manuel Mora (Sevilla, 1978), impulsor del proyecto Draft. Inn, uno de los laboratorios actuales más comprometidos con la nueva dramaturgia. Mora se interroga por los dispositivos que debemos usar para relacionarnos y comunicarnos con nuestros contemporáneos, para hacer que la "sustancia" del teatro pueda estallarles de pleno en el alma: "El audiovisual forma parte de nuestra forma de relacionarnos con el mundo. La cuestión es si nos ayudará a contar los conflictos del hombre".

Un momento de la representación de Grooming, de Paco Bezerra

Y si Carlota Ferrer busca en los circuitos de los videojuegos, Paco Bezerra (Almería, 1978) prefiere el ciberespacio. En Grooming, un montaje que en España dirigió José Luis Gómez para La Abadía y que ahora puede verse en el Deutsches Theater dirigido por Erich Sidler, la escena deriva hacia el laberinto del ciberespacio, concretamente en las entrañas de un messenger. "El teatro siempre ha sido una coctelera en donde ha cabido de todo. Creo que está sucediendo de forma natural y evolutiva", explica Bezerra, que cuenta a El Cultural cómo en El señor Ye ama los dragones algunos asistentes se mostraban un poco descolocados: "Pensaban que ciertos recursos estaban más cerca del cine que del teatro. Hay que seguir investigando y no inventar por inventar".

Desde LaZonaKubik Julián Fuentes Reta (Zaragoza, 1978) lidera el proyecto Hard Candy creado en torno a la obra de Brian Nelson. Para Reta, director también de Cuando deje de llover, de Andrew Bovell, llevar otras artes al teatro puede hacerlo más cercano: "Hemos crecido con el cine, la televisión, la publicidad, los videoclips... La renovación es natural. Devolvemos lo que ha sido grabado en nuestro desarrollo. Los nuevos creadores transforman el teatro al usar sus lenguajes naturales. He crecido con el cine y ambos lenguajes se mezclan en mi imaginario", explica citando la "continuidad psíquica" de Chomsky, la revolución narrativa de Kubrick y los ensayos de cultura popular de Walter Benjamin.

En la escena española van permeando poco a poco las ideas multidisciplinares de Lepage, pero también la provocación de Frank Castorf, los juegos narrativos de Lupa y su discípulo Warlikowski o las distorsiones y manipulaciones de Guy Cassiers. "Después de ver a estos magos en acción si no hay dinero es mejor no meterse ahí", señala Carlota Ferrer, quien reconoce no haber podido explorar aún todas las posibilidades que ofrece la tecnología por falta de medios. "Al final, todo queda en un quiero y no puedo", explica mientras planifica Alma y cuerpo, próxima entrega de la directora.

Conmovedor e implacable

La cuestión, para Darío Facal (Madrid, 1978), es cómo y para qué proyectar una imagen o amplificar una voz. Para el director, que lleva ya una década experimentando en escena -desde Morfología de la soledad o Theatre no More hasta Las amistades peligrosas o El burlador de Sevilla, que puede verse en el Teatro Español hasta este domingo-, lo importante no es atraer nuevos públicos sino mantener vivo el pulso escénico: "Si la comunicación es intensa, conmovedora, implacable y expresiva, si las formas que empleamos son honestas, sin imposturas intelectuales ni manierismos, el público de todas las edades llenará los teatros. Sueño con un teatro que consiga emocionar sin sensiblerías ni melodramatismo, que emocione impactando como un concierto de rock o un partido de fútbol".

Una imagen de Los nadadores nocturnos, dirigida por Carlota Ferrer

Para Facal, aunque los micrófonos, las cámaras o los proyectores parecen ajenos al teatro constituyen una válida herramienta de expresión: "Lo importante no es que nos sirvamos de esta tecnología, lo importante es el sentido que le damos, su instrumentalización". Con los nuevos avances tecnológicos y con el fácil acceso a contenidos audiovisuales a través de ordenadores y teléfonos Facal piensa que los espectáculos escénicos en vivo son en estos momentos la primera opción de ocio.

Corazón, hígado y ganas de contar algo son los elementos esenciales que, para Andrés Lima (Madrid, 1961), deben regir el proceso químico de cualquier montaje. "Lepage en ocasiones se va a Marte, y no me parece mal, no lo critico, pero el teatro unas veces sale por creación y otras por rebeldía, sin grandes artificios. Es necesario que se ponga al día pero por el hecho de que no lo haga no significa que vaya a morir. Muchas veces el teatro es algo que tiene que ver con el desarrollo animal de la sociedad", explica Lima, que se encuentra en plena lectura de El jurado, un texto de Luis Felipe Vilches inspirado en Doce hombres sin piedad, de Reginald Rose. Para el director de Urtain, Desde Berlín y Penumbra -obras en las que reconoce la influencia del lenguaje audiovisual- nuestra conexión con la realidad, además de la natural, viene dada a través de las redes y de la TV, un filtro que evidencia la forma con la que nos enfrentarnos actualmente a la ficción".

Cada equipo creativo debería crear su lenguaje, eligiendo el que mejor se adapte a lo que se quiere contar. Es la filosofía de Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974), director de obras como La piedra oscura, de Alberto Conejero. "Si para ello hacen falta proyecciones, o una silla, o una piedra, eso debería dictarlo el trabajo. Toda idea preconcebida nos aleja del ‘acontecimiento' de Lepage. En todas las obras que he hecho he tenido que trabajar el tiempo compartido, lo visible (y lo oculto) y el modo de nombrar en escena".

Por todo ello, si asumimos que el teatro es un espacio para gestionar el dolor (Carlota Ferrer y José Manuel Mora), un gruñido (Andrés Lima), un ritual configurado biológicamente (Fuentes Reta), un espacio para el lenguaje poético (Darío Facal) y un acto de reunión (Pablo Messiez) hay que permanecer muy atentos al motor que lo mueve y a la energía que lo transforma. Como señala Ferrer, se trata de ir a las fuentes, conocerlas bien y ponerlas en duda hasta destruirlas para volvernos a encontrar con ellas de otra forma, teniendo en cuenta que detrás de una manifestación estética "siempre hay una posición política".

@ecolote