Grietas en el invernadero
Carmelo Gómez y Ana Torrent afrontan la encrucijada del pasado
Alberto Conejero vuelve a mostrar la esencia del ser humano en Todas las noches de un día, una obra dirigida por Luis Luque y protagonizada por Ana Torrent y Carmelo Gómez que hurga en las cicatrices del tiempo y de los sentimientos.
La puesta en escena de Mónica Boromello nos sitúa en un lugar rodeado de urbanizaciones de los últimos años sesenta, donde apenas si se sostiene un viejo invernadero. Ha pasado mucho tiempo desde que los vecinos vieron por última vez a Silvia, la dueña de la casa. Allí sólo queda Samuel, el jardinero, dedicado a preservar ese rincón olvidado. Todas las noches de un día arranca cuando la policía acude a al lugar para intentar descubrir el paradero de Silvia. Empieza entonces un combate entre la vida y los recuerdos, entre el amor y sus fantasmas.
"El invernadero y todo el mundo vegetal que contiene simboliza el silencio, la dedicación, la espera y la belleza de lo supuestamente inútil pero también una hermosa jaula", explica Conejero, que se ha enfrentado a una historia que se ocupa de la fragilidad, de las cicatrices que nos acompañan y de cómo la memoria es capaz de reinventarnos: "Somos aquello que recordamos. Por eso es mi texto menos dócil". Esa rebeldía es la que subraya también Luis Luque, que ha demostrado, según Conejero, una gran intuición dramática y una "encendida" ambición poética.
Para el director de Oleanna, lo más destacable de Todas las noches de un día es el amor que desprende: "Leo poco teatro donde este sentimiento sea el eje principal. Al levantar esta historia me han entrado ganas de querer más y mejor. He intentado transmitir al espectador toda esa emoción". Naturaleza domada y cárcel húmeda es lo que este invernadero evoca a Luque, que lo considera un altavoz de los fantasmas del pasado: "De los elementos de la naturaleza encerrada nacen los símbolos que llenan este texto y esta puesta en escena. Podría decirse que es una puerta al sortilegio". Este combate entre la vida y los recuerdos, entre el amor y sus fantasmas, se desarrolla dialécticamente a través del duelo interpretativo de dos actores "excepcionales", a juicio de Conejero: "Sin hacer demasiado spoiler, Carmelo Gómez tiene que enfrentarse a un personaje que se dirige a un interlocutor presente pero ausente (el policía) y a otra ausente pero presente (Silvia). Ana Torrent tiene que apoderarse de un personaje que está en la encrucijada de muchas cosas".
La enorme carga poética, el despliegue emocional de este intenso diálogo muestra las batallas ocultas de unos protagonistas que van destilando, como Silvia, evidencias de un pasado que aún duele: "A veces, cuando sopla el aire, las púas arrancan jirones y quedan allí, arriba, sangrando: rotos de los meses, de las estaciones, de los cumpleaños, de los días en los que la luz brillaba. ¿Por qué esperar, Samuel? Quiero hundir las manos y llenar mis heridas de la tierra limpia. Sola, de pie, con el vientre lleno de raíces y los ojos abiertos a las constelaciones. ¿Por qué hay siempre que esperar? ¿Por qué una mujer no puede decidir cuando irse?".
@ecolote