'Tea Rooms', tiempo entre confites
Laila Ripoll estrena en el Teatro Fernán Gómez este jueves su versión escénica de la novela de Luisa Carnés, integrante de Las Sinsombrero, que reflejó la precariedad laboral femenina de la España de los años 30, no tan dispar a la de hoy
10 marzo, 2022 02:02En el Teatro Fernán Gómez, Laila Ripoll está empecinada en sacar a relucir mujeres que fueron orilladas de la parte brillante de la historia. En las últimas semanas, dos montajes han rescatado del olvido a las hermanas de Manolete, con su vida áspera, y a la madre de Lorca, que inoculó al poeta su pasión por la literatura y sufrió su asesinato en sombrío anonimato.
Ahora la propia Ripoll, directora del teatro de la plaza de Colón, reivindica a Luisa Carnés, que, a diferencia de los ejemplos anteriores, sí fue una creadora. Escritora, en concreto, cuya obra ha estado más bien en el limbo hasta fechas recientes, cuando la editorial Hoja de Lata la ha puesto en circulación. En 2017 publicó Trece cuentos y, un año antes, la que pasa por ser su mejor novela: Tea Rooms. A esta es a la que ha hincado el diente la regista madrileña.
“Me la regalaron hace unos cuatro años. Me la bebí. Me impresionó muchísimo. Su retrato de ese grupo de mujeres que trabaja en condiciones tan duras en una confitería es magnífico. Me refiero al fino detallismo con que la que Carnés perfila a cada cada una de ellas y a lo bien dialogada que está. Yo no había leído nada igual antes”, señala a El Cultural Ripoll tras interrumpir el ensayo con el sexteto femenino que ha arracimado para la ocasión: Paula Iwasaki, María Álvarez, Elisabet Altube, Clara Cabrera, Silvia de Pe y Carolina Rubio.
La primera encarna a Matilde, que es trasunto de la propia autora. Una chica joven que entra a formar parte de la plantilla de una confitería del Madrid de los años 30. Por encima tiene una encargada despótica con los empleados y lameculos del jefe; un tipo, por cierto, bastante sieso pero que, al menos, no se propasa con las muchachas, algo muy extendido.
Las cuitas e ilusiones de estas proletarias de la hostelería se comprimen la trastienda del establecimiento porque el trato con el público se reserva a los camareros, todos varones. Es un hábitat evocado por Carnés con un conocimiento de primera mano. Ella misma, de extracción humilde, estuvo un tiempo trabajando en un Viena Capellanes cercano a Ópera que ha estado abierto hasta hace cuatro días. La experiencia la destiló en Tea Rooms.
“Es una novela muy madrileña, que nos habla del centro pero también de la Guindalera y de Cuatro Caminos, de donde venían en tranvía las trabajadoras, durante trayectos que les llevaban muchísimo tiempo”, apunta Ripoll.
“Tea Rooms es del 34. Un periodo en el que parecía que los derechos de los trabajadores y de las mujeres estaban avanzando. Estas últimas vivieron una eclosión social y cultural. Las Sinsombrero, movimiento al que perteneció Carnés, es un ejemplo paradigmático. Pero luego vino la guerra, el franquismo, la Sección Femenina… Ya conocemos la historia”, añade contrariada Ripoll, que recrea en escena ese reverso oscuro que se oculta a los clientes.
Por ejemplo, el cuartucho minimalista (era una simple cabina antes) lleno de cucarachas en el que se deben cambiar las asalariadas. Penalidades ‘compensadas’ con 21 pesetas semanales. Precariedad de entonces, precariedad de ahora. Carnés, presente. Y vigente.