En defensa de Marcela: la pastora libre de Cervantes inaugura un nuevo teatro en Madrid
Celia Freijeiro, María Folguera y Leticia Dolera unen sus talentos para inaugurar el espacio de la Sociedad Cervantina con esta obra inspirada en un episodio del 'Quijote'.
29 abril, 2024 02:26“¿Tú te acuerdas del capítulo XIV del Quijote? –dice Celia Freijeiro–. Lo pregunto mucho últimamente. En libros, en series y en películas, ¿qué pasa con la pastora Marcela? Porque yo si tuviese que hacer algo con el libro, haría esto”. Sentada sobre una de las butacas del nuevo Teatro Cervantes, señala hacia el escenario retrofuturista que ha diseñado Pablo Chaves. Sobre las tablas solo el cuerpo yacente de Grisóstomo es testigo de la conversación.
En unas horas se estrena Marcela (Una canción de Cervantes), la obra con la que la Sociedad Cervantina inaugura esta mágica sala, en el número 87 de la calle Atocha, situada en el solar donde hace más de 400 años se imprimió la primera edición del Quijote. Dirige Leticia Dolera y escribe María Folguera.
Freijeiro interpreta a la pastora, acusada de la “muerte por amor” de Grisóstomo y calificada como “esquiva, hermosa, ingrata”, que, en un alarde de modernidad de esos que pueblan la obra magna de Cervantes, toma la palabra para defenderse por sí misma ante un grupo de hombres.
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No es la primera vez que la Sociedad Cervantina evoca a este fantástico personaje. Ya le había dedicado una edición de su Festival Gigante. Tampoco es la primera vez que la intérprete y directora del centro trabaja junto a Folguera algún texto de Cervantes, como hicieron con dos de sus Novelas ejemplares: La fuerza de la sangre y Las dos doncellas.
“Ya entonces descubrí qué buen compañero de página es Cervantes –cuenta Folguera–. Es un escritor que invita a jugar tanto al lector como al autor, porque es muy lúdico e irónico, atraviesa distintos códigos con una velocidad prodigiosa. Es muy teatral también. Siempre invita a crear. No termina nunca”.
“No hay otro autor del Siglo de Oro que deje que la mujer tome la palabra para defenderse”. Celia Freijeiro
Los tres títulos tienen en común “una preocupación por la honra y la mirada pública, un juicio popular que en el caso de Marcela es muy explícito. Lo curioso es que esos mismos pastores que la juzgan, juzgan también a Grisóstomo, al que consideran extravagante”.
Ellos, como el propio Quijote, han decidido vivir una vida diferente y eso les hace sospechosos. “Es magistral ver cómo a lo largo de toda la obra hay esa tensión entre grupo e individuo. Una y otra vez Cervantes está hablando de temas que en el siglo XXI están vigentes, pues en las redes sociales seguimos comportándonos como los pastores”.
Al proyecto se unió también Dolera, con quien Freijeiro había coincidido en la serie Vida perfecta. La directora –que empieza en junio el rodaje de una nueva ficción audiovisual, Pubertad, sobre cómo se transmiten los tabúes de la sexualidad entre generaciones–, apenas se había enfrentado a las tablas, más allá de dirigir alguna pieza de microteatro, ni había trabajado nunca un texto de Cervantes ni del Siglo de Oro. “Me atraía la sensación, como decía Chillida, de que el arte es adentrarte en aquello que no sabes hacer”, comenta.
Dolera encajó perfectamente en la filosofía de la Cervantina de entablar un diálogo entre el escritor áureo y los artistas contemporáneos. “Le da una mirada más fresca al proyecto. Ella tiene el don de hacer accesible todas sus propuestas”, señala Freijeiro.
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“Leticia destila las grandes ideas y se lo lleva a lo cotidiano, a lo que todo el mundo puede entender y tocar -continúa-. Es hacer a Cervantes mainstream. Él escribió para la gente de la calle. Y esa era la idea de esta pieza y de la misión de la Cervantina. Esto no es un museo, es una trinchera cultural”.
El libreto salió enriquecido de esta tríada con una versión que respeta el soliloquio central de Marcela, mientras alrededor, antes y después, se construye la obra. “Es como un melocotón –explica Folguera–. Está el núcleo duro que es el original y luego está todo lo de alrededor, que es una juerga con Celia”.
“Que Cervantes escribiera hace 400 años algo que habla del miedo a la mujer libre me vuelve loca”. Leticia Dolera
En esta Marcela se recupera la figura del poeta despechado que es Grisóstomo. “Es un artista que se suicida y que organiza su entierro como una especie de performance, según sus normas estéticas. Todo el texto que hay alrededor está salpicado de referencias a boleros, bachatas, a cómo la figura del despechado por amor sigue siendo muy protagonista en la cultura actual: el hombre maltratado por una mujer bella, como un C. Tangana del XVII”.
La obra, de hecho, ha dado muchos tumbos hasta llegar a la definitiva. La última versión de Folguera es de febrero. “En mi primer texto la brujería y la tensión racial y religiosa tenían más peso, pero a Leticia le interesaba el debate acerca del concepto de libertad, muy presente en el soliloquio original”. No en vano, dice Marcela: “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos”.
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“Cervantes toca aquí el tema del mito de la libre elección. Ella escoge, sí, pero ¿entre qué opciones? –se pregunta Freijeiro–. Como el Quijote, ella también se cuestiona la norma, pero no es lo mismo ser un caballero andante que una mujer que decide vivir sola en el monte. Su deseo no es un deseo contemporáneo, es algo que existió siempre, solo que a las mujeres les era negado. Y, de pronto, Cervantes lo hace. Marcela soy yo, somos nosotras. Es una mujer”.
De hecho, recuerda Dolera, es el mismo camino que hizo una hermana de Cervantes al internarse en un convento para no tener que casarse. “Encerrarse para poder vivir una supuesta libertad”.
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El precio es el juicio público que Marcela tiene que pagar. “Enemiga mortal del linaje humano”, llaman los pastores a esta mujer que el único pecado que ha cometido es querer ser libre. Un mármol, una fiera.
“El texto habla de un conflicto, de una opresión y de una violencia que siguen siendo actuales –reflexiona la directora–. A mí lo que me vuelve loca es que Cervantes escribiera hace 400 años algo que habla del miedo radical a la mujer libre y de esa sujeción que todavía existe para con las mujeres. Seguramente en los juicios de violencia sexual actuales hay palabras que los pastores dirían. Ellos son también determinados hombres o discursos del presente. Y a mí eso me dejó loquísima. ¿Cómo podía ser que no conociera estas palabras?”, se cuestiona Dolera.
“A la gente del siglo XXVI el 'Quijote' le resonará con formas políticas que hoy no imaginamos”. María Folguera
“Hablamos mucho de visibilizar a mujeres que han sido silenciadas, pero ver esta perspectiva tan humanista y tan feminista en un texto tan antiguo... Es una ficción que está construyendo un imaginario social, está creando un marco donde las mujeres salen a hablar por sí mismas. Es brutal”.
“Cervantes es un autor tan rico y generoso que conecta con pensamientos del siglo XX y XXI, como puede ser el feminismo –comenta Folguera al respecto–. Eso no significa que él lo sea, porque su obra nunca es un punto final. No se puede decir que era anarquista o feminista, o todo lo contrario, muy machista porque Sancho Panza hace un juicio espeluznante a una mujer abusada. Sería un error detenerse en una conclusión. Lo que sí hace es tender puentes hacia el futuro. Y a lagente del siglo XXVI el Quijote le resonará con nuevas formas políticas que a lo mejor ahora no imaginamos”.
Como en todo, coinciden las tres, es importante tener en cuenta el contexto. “No hay otro autor del Siglo de Oro que deje a una mujer que salga en defensa propia, que tome la palabra y el espacio y que diga lo que dice de una manera tan incuestionable”, afirma la actriz.
Sola ante el peligro, como la pastora ante los hombres, Freijeiro se prepara para su interpretación. “Así como el texto de María lo disfruté desde el principio, de pronto enfrentarme al de Marcela... Es un discurso importante, que nos mueve a todas. Al ponerle carne ya no es una disertación escrita en un papel. Hay rabia, hay mucho dolor... [silencio emocionado]. Es fuerte enfrentarse al público diciendo lo que dices y sabiendo que todavía hoy hay mucha gente que no te está entendiendo”.
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Pero su Marcela no se mueve entre páramos y montes de corte realista. “Lo que tenía enmente era el concepto retrofuturista de Chaves, alejado de la realidad de la montaña”, comenta Dolera. Algo que se extrapola, además, a un juego con las luces, el vestuario, la atmósfera y el uso de proyecciones.
La puesta en escena remite a un pequeño corro de pastores al pie de la tumba, desde donde también se interpelará al público a modo de jurado popular. La idea es la de una página en blanco que se llenará de palabras, juegos con música y colores. “Es como un sitio inventado donde vamos a construir el capítulo XIV y todo lo que queramos”, añade Freijeiro.
La obra podrá verse hasta el 26 de mayo en la Cervantina,y más tarde irá al Festival de Almagro. “Bajo las mismas estrellas –recuerda Folgera– que vio Marcela hace 400 años”. Sobre las tablas, de un blanco impoluto, Grisóstomo, el gran personaje ausente, también espera el momento. Las luces se apagan. Como le hubiera gustado a su autor, Marcela se alza sobre el peñón del nuevo Teatro Cervantes.
Un nuevo teatro con mucha historia
Fue una de las imprentas más importantes de nuestro Siglo de Oro. En ella se imprimió en 1605 la primera edición del Quijote. En el siglo XVII pasó a ser un hospital. Este espacio, por el que pasearon Cervantes, Lope y Calderón, es uno de los pocos edificios del siglo XVI que aún se conservan en Madrid.
En 1953, Luis Astrana Marín y un grupo de intelectuales crearon allí la Sociedad Cervantina. Sin embargo, con el paso del tiempo languideció aquel proyecto que había nacido para celebrar la herencia de Cervantes. En 2008, Luis María Anson, con la determinación de situar este edificio lleno de historia en el mapa cultural de Madrid, le dio un nuevo impulso. Con él llegó Celia Freijeiro: “Entonces iniciamos una aventura quijotesca para recuperarlo y abrirlo a la calle”, dice ella.
En 2015, con el comienzo de la construcción de un teatro con un aforo de unas 80 personas, parecía que el sueño estaba más cerca. Sin embargo, “esto era un solar que no se tocaba desde 1500 –explica Freijeiro–, así que nos encontramos con que cada vez que metían una pala en la tierra surgía la historia de la casa, de la Cervantina y de Madrid”. Historias como las de las ruinas sobre las que se asientan las butacas del teatro, los restos de un refugio de la Guerra Civil o los 94 cadáveres, datados del siglo XVII, que fueron hallados en 2017, paralizaron las obras una y otra vez hasta llegar al día de hoy.
Con Marcela, se inaugura otro momento histórico sobre sus cimientos. El nuevo teatro, que tendrá su propia programación consagrada a la revisión del legado cervantino y de nuestros clásicos, llega para formar parte de la historia de este emblemático inmueble que alumbró lo mejor de nuestra literatura y atesora una réplica exacta de la imprenta del siglo XVII. “Abrir un teatro en estos tiempos de plataformas audiovisuales es toda una proeza –celebra la directora de la obra, Leticia Dolera–. Los teatros son lugares de resistencia de lo humano y lo común”. Hagamos que dure otros 400 años.