Si 2021 bajaba el telón con la enésima sorpresa del Antiguo Egipto, una investigación científica que por primera vez en 3.000 años logró abrir la momia circuncidada y con estupendos dientes de Amenhotep I, el segundo rey de la Dinastía XVIII, 2022 avista un horizonte egiptológico apasionante. A los hallazgos que indudablemente se seguirán encadenando en lugares como Luxor o Saqqara se suman dos efemérides redondas de acontecimientos que marcaron un antes y un después en el estudio de la civilización de los faraones: el centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón y el bicentenario del descifrado de la Piedra Rosetta.
Pero no serán estas fechas las más esperadas, sino el día de la apertura, al fin, del Gran Museo Egipcio. Su inauguración está programada para el próximo otoño, dos años más tarde de lo previsto por culpa de la pandemia. El Gobierno local pretende ejecutar una ceremonia todavía más fastuosa, con la presencia de presidentes y miembros de las casas reales de todo el planeta, que la del "desfile dorado" de las momias de 22 faraones del pasado mes de abril. "Se trata de un museo que no se puede comparar con nada, es el proyecto cultural más importante del mundo", explicaba el mediático Zahi Hawass en una entrevista con este periódico.
Ubicado muy cerquita de las pirámides de Guiza, en una inmensa plaza de mayor tamaño que Ciudad del Vaticano, el centro reunirá una colección de unos 100.000 objetos desde época prehistórica hasta el periodo de ocupación romana. Muchos de ellos se han ido trasladando desde otros museos egipcios en estos últimos meses, como el monumental coloso de más de veinte metros de altura de Ramsés II. Uno de los momentazos de este proceso ha sido el transporte, en verano, del barco funerario de Keops, de 44 metros de largo, 20 toneladas de peso y unos 4.600 años de antigüedad. En la faraónica operación participó el ejército y se tuvieron que desmontar varias partes de la embarcación, un testimonio único de la sofisticación tecnológica de los antiguos egipcios.
El corazón del Gran Museo Egipcio, que contará con un área comercial con tiendas, cafeterías, restaurantes, librerías, un cine y un espacio para macrofestivales, sin embargo, lo constituirán las galerías dedicadas a Tutankamón, el faraón niño, con 107 vitrinas en las que se expondrán, algunas por primera vez, las más de 5.000 piezas —joyas, amuletos protectores, camas, ushebtis, los vasos canopos, instrumentos musicales, carruajes o la icónica máscara funeraria— recuperadas de su tumba. Fue hace exactamente un siglo, el 4 de noviembre de 1922, cuando el arqueólogo británico Howard Carter descubrió la cámara funeraria de un rey perdido.
"¡Veo cosas maravillosas!", exclamó un atónito Carter a su mecenas Lord Carnarvon al identificar los primeros destellos de los tesoros dorados que fueron sepultados con Tutankamón y habían permanecido intactos durante más de 3.000 años. El sensacional descubrimiento fue reproducido con excitación por los medios de comunicación de todo el mundo; y generó "una tutmanía" —una locura por el faraón, como la que empujó a General Motors a lanzar un vehículo con la forma de su sarcófago— sin la que el siglo XX no sería lo mismo. No hay soberano del Antiguo Egipto con tanto poder de atracción como él.
En el llamado a ser el mayor museo arqueológico del mundo habrá notables ausencias de la civilización faraónica: el busto de Nefertiti, el Zodiaco de Dendera y la Piedra Rosetta seguirán respectivamente en el Neues Museum de Berlín, el Museo del Louvre y el Museo Británico. Coincide también en 2022 —los dos patitos parecen ser fecha ilustre para la egiptología— el segundo centenario del descifrado de esta pieza de inmensa importancia que permitió comprender y leer los jeroglíficos egipcios.
Hallada de forma casual por los soldados de Napoleón Bonaparte en la localidad mediterránea de Rashid el 15 de julio de 1799 y entregada a Reino Unido según los términos del acuerdo de paz tras la retirada francesa dos años después, el artífice de decodificar la Piedra Rosetta, un decreto del faraón Ptolomeo V, de principios del siglo II a.C., inscrito también en demótico y en griego antiguo, fue el académico francés Jean-François Champollion. Presentó sus resultados en una conferencia celebrada en París el 27 de septiembre de 1822, ante la atenta mirada del físico inglés Thomas Young, el otro implicado en la carrera por resolver el rompecabezas.
El descubrimiento y la traducción de la Piedra Rosetta permitió a los investigadores entender la lengua y la escritura del Antiguo Egipto. Representó un salto enorme, imprescindible, para la egiptología, como también lo fue la oportunidad de estudiar un siglo más tarde una tumba faraónica en un estado de conservación excepcional. 2022 celebra estos dos hitos con la esperada apertura de uno de los museos más ambiciosos del mundo, y con todos los hallazgos que seguro están por anunciarse.