En el centro, Margaret Thatcher tras sufrir un intento de asesinato por parte del IRA.

En el centro, Margaret Thatcher tras sufrir un intento de asesinato por parte del IRA.

Historia

'Habrá fuego y habrá furia': la venganza del IRA contra Margaret Thatcher, un asesinato frustrado

Rory Carroll, corresponsal de 'The Guardian', explora las circunstancias que condujeron al atentado de Brighton contra la primera ministra británica.

17 septiembre, 2024 02:03

No hay muchos estudios completos sobre la muerte por inanición. Los datos provienen sobre todo de dos fuentes: los campos de concentración y las cárceles norirlandesas en las que, a principios de los 80, varios presos del IRA se dejaron morir de hambre. Se sabe que es una muerte agónica. Antes del fin, los espasmos duran semanas; más tarde aparece la fatiga y se siente un frío gélido, insoportable, a medida que la grasa corporal desaparece.

Cuando se pierden las reservas de proteína y grasa, el cuerpo consume los músculos. La boca se llena de úlceras, los dolores de cabeza son constantes. La falta de vitaminas causa ceguera. Su sufren vértigos y náuseas. Por último, el cuerpo devora el corazón y el diafragma, y los huesos perforan la piel; luego llegan las alucinaciones y la muerte.

El preso del IRA Bobby Sands estaba sufriendo estos síntomas cuando fue elegido diputado del Parlamento británico en abril de 1981. Llevaba un mes sin comer y aún le quedaba otro mes para morir. Sands escribía versos –como Echevarrieta, primer muerto de ETA también elevado al martirologio de la banda– y tenía 27 años.

En plenos Troubles –período más crudo del conflicto entre el IRA y el Gobierno británico–, la agonía de Sands se convirtió en una batalla política. Hubo vigilias y disturbios por toda Irlanda. El Vaticano expresó su preocupación. Tres diputados irlandeses solicitaron una reunión con Margaret Thatcher, que llevaba dos años como primera ministra, pero esta declinó: "No acostumbro a reunirme con parlamentarios de un país extranjero en relación con un ciudadano del Reino Unido que reside en el Reino Unido", dijo.

Cuando Sands murió, los republicanos de Belfast aporrearon las tapas de los cubos de basura –algo que solían hacer cuando se acercaban tropas–, causando un estruendo ensordecedor en toda la ciudad. Cien mil personas acudieron al entierro, en el que se dispararon ráfagas de metralleta ante decenas de cámaras que grababan el acto, y hasta el gobierno de Estados Unidos –país en el que se sucedieron las marchas de solidaridad– expresó sus condolencias.

El periodista de The Guardian Rory Carroll (Dublín, 1972) ha titulado su ensayo sobre el intento de asesinato de Thatcher por parte del IRA con un titular de aquellos días. Lo publicó el diario republicano irlandés An Phoblacht/Republican News. Aquella portada, en la que se leía "Habrá fuego y habrá furia", publicada días antes de la muerte de Sands, profetizaba la venganza del IRA contra Thatcher. La ilustraba una fotografía en la que unos antidisturbios eran engullidos por las llamas.

Según Carroll, Thatcher "nunca entendió" que la muerte de Sands, como la de los otros nueve huelguistas, iba a transformar la percepción internacional de los terroristas irlandeses. La agonía de los presos y la intransigencia de Thatcher –que se limitó a decir que Sands era "un criminal convicto que eligió acabar con su vida"– despertaron simpatías hacia la causa republicana y a la postre, sugiere Carroll, allanaron la vía política.

La Dama de Hierro estuvo desde entonces en el punto de mira de los terroristas, lo que se materializó tres años después en el atentado del Grand Hotel de Brighton. Hasta allí llegó el veterano militante del IRA Patrick Magee en septiembre de 1984, nada menos que para instalar una bomba que 24 días después asesinara a la primera ministra y a su gabinete.

Según Carroll, "era la conjura más audaz contra la Corona británica desde la Conspiración de la Pólvora de 1605", cuando los católicos irlandeses intentaron volar la Cámara de los Lores. Aquel día fallaron, y los ingleses aún celebran su fracaso cada año en la Noche de las Hogueras.

Supervivientes del atentado contra Margaret Thatcher. Foto: Ariel

Supervivientes del atentado contra Margaret Thatcher. Foto: Ariel

Siglos después, los terroristas tampoco consiguieron matar a Thatcher en la convención anual de su partido. Pero se llevaron la vida de cinco personas e hirieron a otras treinta y una. Por entonces, Thatcher, tras una primera legislatura difícil, con la economía maltrecha y múltiples tensiones en su partido, había logrado reencauzar el país y acallar la disidencia interna. Las huelgas mineras seguían, pero ella estaba decidida a aplicar su estricta agenda liberal.

El día del atentado, Magee, el terrorista que había puesto la bomba, estaba tranquilamente en Cork, a mil kilómetros de Brighton. Allí supo que la bomba, instalada bajo la bañera de la habitación 629, había estallado a las 2:53 de la mañana del 12 de octubre, tal y como él la programó. Thatcher estaba trabajando en una suite del primer piso.

Estado en el que quedó el Hotel de Brighton tras el atentado a Margaret Thatcher. Foto: Ariel

Estado en el que quedó el Hotel de Brighton tras el atentado a Margaret Thatcher. Foto: Ariel

La bomba arrasó la sexta planta y la onda expansiva ascendió hasta la octava y destruyó el tejado. La suite de la primera ministra tembló y un trozo de techo cayó sobre la moqueta. Thatcher se acercó a la ventana; después fue a ver si su marido, que dormía en la habitación de al lado, estaba bien. En ese momento se desplomó el baño de la suite. Según Carroll, Thatcher salió al pasillo y, sentada en una silla, murmuró: "Creo que ha sido un intento de asesinato, ¿no os parece?".

La primera ministra salió ilesa y el atentado reavivó su popularidad. En 1987 ganó sus terceras elecciones consecutivas. La bomba de Brighton desencadenó una intensa caza al terrorista, que no salió como se esperaba: nunca capturaron al equipo que apoyó a Magee y a él, ejecutor del atentado, lo liberaron en 1999, tras el Acuerdo de Viernes Santo. Hoy reina la paz en Irlanda. Magee da charlas sobre convivencia junto a la hija de Anthony Berry, diputado muerto en Brighton, y una ministra del Sinn Féin, histórico brazo político del IRA, gobierna en Irlanda del Norte.