La cueva de Ardales esconde el conjunto más destacado de arte paleolítico del sur de la Península Ibérica. Ubicada en Málaga, en el cerro de la Calinoria, a unos 50 kilómetros de la costa, la cavidad contiene más de mil pinturas y grabados que se encuentran en una amplia variedad de superficies: paredes, techos, espeleotemas o bloques colapsados. Aunque se han documentado varias decenas de figuras de animales y humanas, destacan cuantitativamente las representaciones abstractas realizadas con pigmentos rojos. Aunque la mayoría se han datado en el Paleolítico Superior (35.000-10.000 a.C.), estudios recientes han desvelado una antigüedad más tardía, que se remontaría hasta hace 65.000 años. Es decir, fueron realizadas por neandertales.
A pesar del riquísimo inventario de arte rupestre y de su descubrimiento hace dos siglos —en 1821 un terremoto liberó la entrada a la cavidad de los sedimentos que llevaban miles de años amontonándose—, la naturaleza de la ocupación humana y el uso de la cueva de Ardales más allá de su función como lienzo para los grupos prehistóricos han permanecido desconocidas. Un nuevo estudio científico acaba de responder a estos interrogantes: el sitio no fue usado como un refugio de los antiguos humanos, sino que durante más de 50.000 años se empleó para desarrollar actividades no domésticas, como la producción de arte o el entierro de los muertos.
Así lo hipotetizan los investigadores de un equipo hispano-alemán, liderado por José Ramos-Muñoz, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cádiz, que ha excavado el área de entrada a la cueva, donde se encuentra el mayor conjunto de arte no figurativo, entre 2011 y 2018. Una serie de medio centenar de dataciones radiométricas y los análisis de restos humanos, de fauna y de artefactos líticos prueban una larga ocupación, aunque discontinua, con saltos de hasta 7.000 años probablemente por cambios climáticos, que se prolongó desde el Paleolítico Medio hasta el Neolítico y el Calcolítico, cuando fue usada como espacio funerario. Una cronología que coincide con los datos obtenidos sobre la creación de las pinturas abstractas de esa misma zona.
Según estos resultados, publicados en la revista PNAS, los neandertales entraron en la cueva de Ardales hace más de 65.000 años y dejaron evidencias de las prácticas simbólicas que allí realizaron y de las herramientas empleadas. Desde entonces, el yacimiento fue continuamente visitado por diferentes grupos. Los humanos modernos llegaron alrededor de hace 35.000 años y mantuvieron su uso de forma esporádica hasta comienzos de la Edad del Bronce. Las prospecciones en el área denominada Galerías Altas, un sistema de cavidades separado y de difícil acceso, han documentado varios enterramientos de esta época más reciente. Sin embargo, no se han encontrado pruebas relacionables con una actividad doméstica prehistórica que apunten al uso de la cavidad como guarida o campamento.
Los investigadores, por lo tanto, consideran que el asentamiento humano principal estuvo en el exterior. "Hay un yacimiento al aire libre, conocido como Cucarra, una zona llana de 360 m2 donde se han recuperado más de 400 objetos líticos, situado a apenas cien metros cuesta abajo de la entrada de la cueva. La gran mayoría de estas piezas pertenecen al Paleolítico Medio", escriben en su estudio, acotando el uso de la gruta para prácticas rituales.
El escaneado completo del repertorio artístico de la cueva ha desvelado que la mayoría de los motivos abstractos pintados en rojo se localizan en la entrada y en las zonas adyacentes, mientras que las representaciones de las figuras animales dominan las áreas más profundas. "Además, durante las excavaciones se halló un número significativo de fragmentos de ocre en todas las fases cronológicas. Estas evidencias respaldan la hipótesis de que las pinturas no figurativas representan el inicio de una larga tradición de arte rupestre en la cueva de Ardales", apuntan los arqueólogos.
Estos resultados, según los investigadores, confirman la importancia de este lugar como un yacimiento de alto valor simbólico que proporciona el testimonio de una increíble historia de la actividad humana en la Península Ibérica. En Andalucía y Gibraltar se han documentado un total de 32 sitios con ejemplos de arte paleolítico. La mitad de ellos presentan marcas abstractas rojas como puntos, dedos y manos. No obstante, su datación radiométrica es extremadamente rara.
"Considerando las pinturas abstractas en un contexto más amplio, hay que tener en cuenta que este tipo de puntos y líneas son los motivos más habituales en el arte rupestre paleolítico europeo. A pesar de esto, no se les ha prestado la atención que merecen y pasan a un segundo plano en los estudios científicos. Sin embargo, probablemente reflejen una tradición muy larga de marcar las paredes de las cuevas que se remonta hasta el Paleolítico Medio, o incluso antes, y durante el Paleolítico Superior o incluso fases más recientes", concluyen los investigadores.