Letras

Carlos V

Joseph Pérez

6 junio, 1999 02:00

Temas de Hoy. Madrid, 1999. 268 páginas, 2.500 ptas.

Lo más valioso de esta obra quizá sea lo oportunamente que contribuye a hacer ver cuestiones como la "modernidad" de Carlos V, que las conmemoraciones en ciernes pudieran desenfocar

L a proximidad del quinto centenario del nacimiento en Gante del que sería rey Carlos I y emperador Carlos V (el 25 de febrero de 1500) ha comenzado a rendir ya algunos tributos conmemorativos. Si la tónica de calidad queda a la altura de este Carlos V de Joseph Pérez, desde luego valdrá la pena seguirlos de cerca. El introductor de la dinastía austriaca en España es, sin duda, uno de los personajes más estudiados y biografiados de la Edad Moderna y una extensísima bibliografía, de la que forman parte algunas aportaciones básicas para la constitución de la historiografía como ciencia, ha abordado en los dos últimos siglos todos los aspectos de su ejecutoria como gobernante y de sus peculiaridades humanas. Inserto en un entramado de corrientes políticas, intelectuales y religiosas, Carlos V estuvo presente a título de protagonista en los principales acontecimientos de la Europa de la primera mitad del siglo XVI.
Heredero de los territorios de la Corona de España por una compleja serie de fatalidades, que la retórica clasicista del humanismo gustaba explicar como efecto de la intervención de la Fortuna pero que tuvo que ver más con algo tan prosaico como lo elevado de las tasas de mortalidad de la época, comenzó a gobernarlos -lo subraya Pérez oportunamente-, pasando por alto no muy escrupulosamente los derechos de su madre como reina de Castilla. Desde entonces, y empezando por el pago de los sobornos y dádivas que le abrirían el camino para la elección imperial, el principal de sus reinos españoles se vio uncido a una política internacional que vació sus recursos en pos de objetivos que poco tenían que ver con los intereses y conveniencias propios.
Las casi tres décadas del reinado de Carlos V fueron un frenético ir y venir casi ininterrumpido por Alemania, Italia, Flandes o el Norte de áfrica, con breves estancias en España; una continua guerra con Francia, los turcos, los luteranos alemanes y hasta el papado. La razón de todo ello fue un doble objetivo, cifrado en la unidad cristiana bajo su autoridad imperial y la lucha contra la expansión del islam otomano. En ambos propósitos el resultado estuvo más cerca del fracaso que de otra cosa. La contención del expansionismo turco fue posible sólo en el reinado de su hijo; en Alemania, y en general en la Europa Occidental, la partición religiosa fue irreversible ya antes de su retirada a Yuste. Buena parte de ello se debió a la adopción de una idea imperial utópica y anacrónica, incompatible con la afirmación de los Estados nacionales que los tiempos marcaban. Son antiguas, y no siempre han resultado políticamente inocuas, dos interpretaciones encontradas que han visto en la relación de Carlos V con sus reinos españoles, la una, el resultado de una simbiosis entre el caballero borgoñón que acaba por españolizarse y hacer de España la primera y más honrada potencia de su tiempo, mientras España, asumiendo los afanes imperiales, encontró en ello su designio histórico. La otra vería, más bien, aquella relación como un saqueo de recursos materiales y un desmedulamiento humano y social que haría de Castilla un país pobre y políticamente a merced del absolutismo, tras la derrota de los comuneros. Pérez se muestra más conforme con esta última y más plausible opinión: sobre todo al principio, en la crisis que terminará en las Comunidades, "Castilla no quería saber nada del Imperio"; lo llamativo es que si los castellanos se sentían utilizados en razón de asuntos que no eran suyos, los súbditos alemanes pensaban que sus intereses se subordinaban a las conveniencias españolas.
El tratamiento correcto y atinado de las distintas cuestiones en torno a las cuales se puede encuadrar la figura del emperador, no es lo mejor ni más original del Carlos V de Pérez. Lo más valioso de él quizá sea lo oportunamente que viene para contribuir a hacer ver con mayor propiedad algunas cosas que las conmemoraciones en ciernes pudieran desenfocar, proyectando ideas y realidades de hoy en un contexto en el cual carecen de sentido. Ronda por ahí la interpretación de un Carlos V "moderno" y precursor de la Europa unida, equívoco que las primeras páginas del libro de Pérez despejan ya. No puede decirse que Carlos de Gante fuese un hombre de mentalidad particularmente moderna, educado como estuvo en los valores medievales del universo caballeresco de la corte de Borgoña. Ni suficientemente sagaz para entender que los tiempos hacían inviable el antiguo ideal restauracionista borgoñón, ni perspicaz ante realidades nuevas de tanto significado como América, que nadie estaba en mejores condiciones que él para calibrar. Tampoco cabe hacer de Carlos V un europeista tan precoz como convencido. Su referencia era la Cristiandad, una comunidad jerarquizada y teocrática que tanto como unida quiso sometida a su autoridad e informada por unos valores sin mucho que ver con lo que Europa, como forma de civilización, llegaría a ser. Liberados de extravíos presentistas, la figura y la acción de gobierno de Carlos V no están faltas de interés. Este libro contribuirá, a buen seguro, a que una y otra puedan conocerse mejor.