Letras

Isaiah Berlin. Su vida

Michael Ignatieff

13 junio, 1999 02:00

Traducción de Eva Rodríguez Halffter. Edición Taurus. Madrid, 1999. 478 páginas, 3.200 pesetas

La vida de Berlin es un trasunto de lo acontecido en el siglo XX, e Ignatieff sabe dar cuenta de tan compleja biografía; es quizá demasiado medido, tal vez le pese haber conocido mucho a un personaje de tantas dimensiones

El día 6 de junio de 1909 nació en Riga Isaiah Berlin. Un parto difícil le dejó, de por vida, casi inú-til el brazo izquierdo. Como atinadamente señala Michael Ignatieff en esta minuciosa y documentada biografía de uno de los intelectuales más sobresalientes del siglo veinte, los Berlin, tras un desdichado aborto, estaban convencidos de la imposibilidad de concebir y recibieron a Isaiah como un milagro del cielo.
Con el paso de los años este hijo único -Linneo también lo fue- de constitución física muy mediocre, tuvo la fortuna de tener en sus padres, pero sobre todo en su madre, un atento punto de referencia ante quien triunfar. El quehacer diario en Riga, entonces capital de Livonia, una provincia del imperio zarista, se desenvolvía en ruso, siendo el alemán la lengua de la cultura y el comercio. Los empresarios judíos -el padre de Berlin comerciaba con la madera de los bosques bálticos- no estaban sujetos a ciertas humillaciones que el gobierno de los zares aplicaba a los judíos situados en la base de la pirámide social. No obstante, las leyes les impedían acceder a la propiedad de la tierra o matricularse en el Gymnasium o en la Universidad.
Tras la Primera Guerra Mundial, el fino olfato de Mendel Berlin, anglófilo empedernido, detectó enseguida el crecimiento de lo que acabaría transformándose en un brutal antisemitismo, y en 1921 se trasladó con toda la familia a Londres. A poco de llegar los Berlin se hicieron un hueco entre los judíos británicos; Riga y la propia emigración judía rusa quedaron en un desdibujado trasfondo.
El Isaiah Berlin adolescente que todavía se manejaba mal en inglés fue enviado a un colegio privado primero y más tarde a un buen "college" de la Universidad de Oxford: Corpus Christi. Corría el año 1928 y las cosas no le pudieron ir mejor. Se convirtió enseguida, como escribe Ignatieff, en un estudiante brillante y prometedor. Para triunfar en Oxford es imprescindible la capacidad verbal. Hablar bien, ser rápido, agudo e incluso sarcástico en la conversación ha sido siempre indispensable para conseguir una adecuada reputación. Isaiah Berlin fue desde su época universitaria un "piquito de oro" con un dominio sorprendente del inglés de las elites de Oxford y Cambridge.
Con el paso de los años y el peso de la fama, vestido con su eterno traje oscuro -siempre con chaleco-, el rápido fluir de su conversación o incluso de sus conferencias le hacía de difícil comprensión, no ya para un español, sino también para la mayoría de sus oyentes norteamericanos.
A pesar de ser judío y extranjero, Isaiah Berlin consiguió en el año 1932 una "fellowship" en All Souls College, el lugar más privilegiado de la excepcional Universidad de Oxford. Sin tener que dar clase y sin más obligación que trabajar en investigaciones propias, el joven recibía un salario digno y unas habitaciones espléndidas. Fue un hecho tan excepcional la entrada de Berlin en All Souls que de inmediato se le abrieron las mejores puertas de la sociedad anglo-judía (Rothschild, Sieff...) y otras muchas de la rancia clase alta británica. Al mismo tiempo que Berlin quedaba fascinado por el lujo, el poder y la influencia, visitaba en Palestina la Tierra Prometida y quedaba embargado por el conflicto bélico entre judíos, árabes, ingleses.
El proceso de creación del Estado de Israel, su relación con Weizmann y, en definitiva, la identidad judía fue algo que mantuvo tenso a Berlin hasta su muerte. Su modo de ser, mezcla de judío, inglés y ruso, le preocupó siempre. De los pensadores rusos, Herzen y Turgénev sobre todo, tomó la fascinación por las ideas y el sentido moral del intelectual. De los ingleses provenía su empirismo y del judaísmo la necesidad de pertenencia.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, Ignatieff conduce al lector por los años de gloria de Berlin. Gana una cátedra en Oxford, da clases en Estados Unidos, dicta conferencias y se casa, en el año 1956, con una mujer rica que estimula su creación intelectual y le tolera su intensa vida social. Harold Macmillan le concede el título de Sir, recibe los máximos honores académicos y Henry Hardy prepara la edición de sus obras completas.
Por último, su muerte en noviembre de 1997. La vida de Isaiah Berlin es un trasunto de lo acontecido en el siglo veinte, e Ignatieff sabe dar cuenta de tan compleja biografía; es probablemente demasiado medido, tal vez le pese haber conocido mucho a un personaje de tantas dimensiones.