Felipe V. El rey que reinó dos veces
Henry Kamen
12 marzo, 2000 01:00Si las evocaciones de aniversarios han de tener algún valor, el más estimable sería el de someter a revisión las interpretaciones establecidas, y el libro de Kamen contribuirá, sin duda, a que así sea respecto a Felipe V y su época
Las conmemoraciones centenarias están revitalizando (si es que alguna vez ha llegado a decaer) el gusto por la historia biográfica. Azares cronológicos hacen coincidir en este año que corre el quinto centenario del nacimiento de Carlos V y el tercero del advenimiento al trono de España de Felipe V, y con él la nueva dinastía. La primera efemérides está siendo objeto de adecuada atención; la segunda parece más que opacada por la dimensión europea y grandiosa de la primera y además, a buen seguro, por el prudente deseo de no alimentar los agravios que ciertas interpretaciones de las medidas reordenadoras del gobierno de la Corona de Aragón adoptadas al comienzo de aquel reinado suelen abrigar.Si estas evocaciones de aniversarios han de tener algún valor, el más estimable sería el de someter a revisión las interpretaciones establecidas, y el libro de Kamen contribuirá, sin duda, a que así sea respecto a Felipe V y su época.
Hay muchas analogías formales entre Carlos V (Gante, 1500-Yuste, Cáceres, 1558) y Felipe V (París, 683 - Madrid, 1746) y quizá por ello son más patentes las diferencias entre ellos. Ambos llegaron a España a ocupar el trono ya vencida la adolescencia y como extranjeros rodeados de extranjeros; pero mientras Carlos se españolizó rápidamente, Felipe no dejó de ser nunca francés: el francés fue su lengua habitual y Francia y su corona estuvieron siempre en sus miras.
Ambos se compenetraron a fondo con sus esposas y fueron de los pocos monarcas en cuya vida conyugal tuvo más peso el amor que la razón de Estado; pero nadie hubiera podido decir jamás que a Carlos V le dominara o influyera la emperatriz Isabel de Portugal como a Felipe María Luisa de Saboya primero e Isabel de Farnesio después.
Ambos encontraron llevadera y atractiva la vida militar, pero Felipe estuvo muy lejos de la reputación de su antecesor en este terreno. Ambos abdicaron, pero Felipe lo haría sólo transitoriamente y no por suponer ya acabada su obra, sino por la debilidad temperamental que marcó su vida. Puede que lo que más les igualara fuera la glotonería.
Henry Kamen, que conoce bien la historia española en la transición del siglo XVII al siglo XVIII y ha dado buena muestra de su pericia en el cultivo de la biografía, ofrece una interpretación original y atractiva del primer Borbón español y de lo sustancial de su época.
Hay, quizá, cierto desequilibrio en su planteamiento: las dos primeras décadas del reinado suponen más de la mitad de la extensión del libro y si bien es cierto que aquellos fueron años muy densos, con la Guerra de Sucesión y sus repercusiones políticas cifradas en los decretos de Nueva Planta, es también claro que su mejor conocimiento de aquel período le permite una minuciosidad en la información y una penetración en los análisis que no iguala al tratar los acontecimientos posteriores a 1720.
Su interpretación de las innovaciones políticas y administrativas en Aragón, Cataluña y Valencia, pero también en la Corona de Castilla, responde a la ponderación de criterio que nace de la buena documentación, y tanto su análisis de la abolición de los fueros como la interpretación de la guerra y en especial su epílogo catalán, contrariarán a los cultivadores de tópicos. Algo similar cabe decir de su modo de ver los nuevos usos políticos introducidos.
Asumiendo recientes teorías sobre el significado del absolutismo monárquico, Henry Kamen ve el caso español como un "Estado de poder" o Machtstaat poco sólido por su carencia de una efectiva teoría sobre el poder del Estado y la falta de una centralización efectiva. Convendrá, desde ahora, leer estas páginas de Kamen cuando se quiera hablar de "centralismo borbónico".
En cualquier caso, el interés de Felipe V. El rey que reinó dos veces está más en el personaje que en la circunstancia. Con cautela y ciertas limitaciones metodológicas, se adentra Kamen en el terreno de la psicohistoria. Resulta inevitable con un monarca a quien su abuelo y tutores consideraron timorato y poco capaz, que pasó muchos días de su vida recluido en la cama con profundos episodios depresivos, que recibía a embajadores y cortesanos en paños menores, que pasó largas etapas de su existencia resueltamente apartado de todo hábito higiénico, que hablaba solo y que manifestó una compulsiva necesidad de apoyo emocional que sus esposas supieron darle.
Para Kamen, Felipe V sufrió una afección "neurobiológica" severa, un desorden bipolar que hacía alternar fases de euforia e hiperactividad con otras de profunda postración depresiva, y, en una interpretación muy sugestiva, vincula a esta patología, descartando resueltamente cualquier otra explicación, su insólita abdicación de 1724: un reflejo de sus pulsiones autodestructivas, una especie de suicidio profesional y simbólico. Con casos como éste, qué poco cuesta entender que la biografía histórica está viviendo tiempos tan felices.