Image: Ángel González: La realidad te obliga a reinventarte

Image: Ángel González: "La realidad te obliga a reinventarte"

Letras

Ángel González: "La realidad te obliga a reinventarte"

2 mayo, 2001 02:00

Ángel González

Vuelve Ángel González, más elegíaco que nunca. El título de su nuevo libro, Otoños y otras luces, hace referencia a esa estación que simboliza, más que ninguna otra, el paso de la acción a la contemplación. El tiempo es oro en el otoño, y ángel González lo sabe. Charlamos con él en Albuquerque (donde ha sido profesor tantos años), de cuyo otoño ya había hablado en unos versos de Prosemas o menos: "En la distancia, el horizonte/arde: llama./Responde la montaña con un largo/vagido intermitente: eco que quema,/brasa./El valle, entre dos fuegos". Entre el fuego del recuerdo y el de la vida nueva que supone un libro por estrenar encontramos a Ángel González en Nuevo México, donde se retira a descansar y trabajar, aunque "sin dejar de trasnochar. Soy noctámbulo incluso aquí, y eso que no salgo de casa". Nos había pedido que no madrugásemos mucho, porque él no lo hace. Así que son más de las dos en Albuquerque cuando comenzamos la charla.

-Hacía ya tiempo que se sabía de un nuevo libro suyo, del que se conocía el título, pero cuya aparición se iba retrasando. ¿A qué se han debido esas sucesivas demoras?
-Podría parecer que se debe a que tengo pocos poemas, pero, al contrario, tengo bastantes más de los que aparecen en De otoños y otras luces. Lo que me costaba era organizarlos, que el conjunto tuviera cierta coherencia. Ha pasado bastante tiempo desde mi libro anterior, y en ese tiempo se suceden los impulsos, las obsesiones, y al recopilar el material se encuentra uno con cosas muy dispares, difíciles de casar.

Un libro que podrían ser tres
-¿Así que podríamos esperar otro libro pronto, con esos poemas que han quedado fuera?
-Podrían ser incluso otros dos o tres... Ya te digo, son el fruto de un período de tiempo largo, de distintos estados de ánimo...

-Hay en De otoños y otras luces una mayor inclinación por la elegía, y apenas asoman los rasgos de humor tan característicos de su obra. ¿Por qué ese cambio?
-En realidad, no hay tal cambio; ocurre sólo que los poemas humorísticos (algunos más cercanos al chiste que al poema) se han quedado fuera de este volumen. Pero los he escrito, y probablemente den origen a otro de esos libros.

-¿Cuál es el sentido de este nuevo libro en el conjunto de su obra? ¿Qué novedades trae?
-Es un libro de un marcado tono elegíaco, tono que ya está desde el inicio en mi obra, cada vez más acentuado por el paso del tiempo, claro. Ya en Muestra corregida y aumentada... hay una serie de poemas de tono similar, y en Deixis en fantasma (donde ya desde el título se dice que se habla de cosas que no existen) es el fundamental.

-Hay también un homenaje a Claudio Rodríguez.
-Sí, es un poema escrito por encargo para un homenaje. Gracias al cual me he decido a publicar por fin el libro, ya que al añadir ese poema largo esta serie "elegíaca" tenía ya suficiente consistencia.

Los más jóvenes
-Es usted uno de los poetas que ha tenido más influencia en los poetas jóvenes. ¿Les sigue?
-Sí, claro. Si no lo hiciera me estaría perdiendo un momento espléndido de la poesía en castellano. Hay nombres que resulta inevitable citar: Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, Jon Juaristi... De los más jóvenes -e insisto, la poe-sía española actual es un verdadero lujo- citaría a Lorenzo Oliván.

-¿Qué diferencia hay entre el Ángel González "poeta" y el Ángel González "ciudadano"?
-Bueno, el poeta sólo existe muy efímeramente... Desde luego, no son el mismo personaje, aunque el poeta sea un reflejo del ciudadano, quiero creer que mejorado.

-Sigue viviendo gran parte del año en Estados Unidos. ¿Se atrevería a hablar de algo parecido a una segunda patria?
-No, nunca la llamaría así. Es un lugar grato para vivir, un sitio tranquilo. Tal vez no estaría mal una gran ciudad, Nueva York o San Francisco... aquí estoy bien.

-¿Siente alguna nostalgia?
-La sentí al principio, recién llegado, cuando me pasé un año y medio sin volver a España. Ahora, voy y vengo tan a menudo que nunca tengo la sensación de estar más de una semana fuera. Tengo casa aquí y en España, viajo siempre con un maletín escueto, así que lo único que me llevo de un lado a otro suelen ser libros.

Leyenda nocturna de Oviedo
-De estas nuevas elegías suyas, ninguna hace referencia a las noches del "Paraguas", aquel mítico bar ovetense... ¿Es consciente de formar parte de la leyenda nocturna de su ciudad?
-No tengo más remedio que aceptarlo... Siempre que iba a Oviedo acababa allí. Ahora ya no es lo mismo. Iba a ver a mi familia, primero; luego, a mis amigos, los más cercanos de los cuales ya me faltan... Y con mis amigos la convivencia era casi siempre nocturna. Así que mi presencia era, desde luego, visible...

-Su generación hizo bandera de la buena vida entendida como la mala vida...
-Fue culpa de los años que vivimos, tan opacos... El mundo real era tan aborrecible que no nos quedaba más remedio que inventarnos otro diferente, artificial, noctámbulo... Esto tiene la importancia que tiene, que no es mucha, pero es cierto que cuando me acuerdo de mis amigos de entonces, muchos ya desaparecidos, los recuerdo con una copa en la mano, como si fuese un inú-til escudo con el que defenderse del mundo, de las miserias de la dictadura. A veces, la realidad te obliga a reinventarte, a escrirte un nuevo papel en el gran teatro del mundo...

-Ahora que todo son celebraciones y homenajes a usted y su generación, ¿qué pensamientos le provoca todo esto?
-No sé explicarlo... Somos afortunados, desde luego. Pero me parece que nuestra generación se lo merece.

-Hace unas semanas Brines nos decía lo mismo. ¿El paso del tiempo da derecho a cierta autocomplacencia?
-No creo que sea autocomplacencia. Cuando digo que la generación lo merece lo digo porque admiro la poesía de algunos de mis compañeros.

A Machado, a cierta edad
-Recientemente ha reunido en un libro sus escritos sobre Antonio Machado, un autor del que se ha ocupado con cierta regularidad. ¿Por qué Antonio Machado?
-En realidad, el primer poeta del que me ocupé por extenso fue Juan Ramón Jiménez, que fue el primer poeta que me deslumbró. De hecho, en mi juventud no leí con atención a Antonio Machado. Y cuando lo hice fue como un autoencargo: vamos a ver de qué va. Con Antonio Machado pasa un poco aquello que decía Cernuda de Campoamor, que hay que leerlo a cierta edad. El resultado de mis deberes fue descubrir a un poeta enorme. Es el poeta de lo inefable, más que ningún otro de su generación: sus versos están llenos de misterios que sólo se revelan tras sucesivas relecturas.

-En Otoños y otras luces se deja entrever una historia de amor muy particular... ¿Cuál es el verdadero origen de esos versos, si me permite la indiscrección?
-[Risas]... Bueno... El libro ocupa varios años, las relaciones humanas sufren sus vaivenes...

-¿No nos va a contar ninguna anécdota?
-No, no hay nada que contar... Son poemas de amor, sí, pero...
El amor del que ángel González se resiste a hablar, coqueto, es un amor tal vez inventado, un amor joven que no es sino un símbolo. Un símbolo que nos muestra cómo vuelve él en este libro: renovado, diciendo con palabras muy nuevas las cosas y los misterios de siempre. él también es, como dice de Machado, uno de esos poetas que ganan en cada relectura. Un poeta que cuando habla del otoño habla de un otoño florecido, rara época de recogida de un puñado de versos memorables: los que incluye Otoños y otras luces.