Nuevos cuentos de amor
Herman Hesse
6 marzo, 2002 01:00Realmente este libro de cuentos no sería no gran cosa si no fuera por un relato magistral que el escritor sitúa, irónicamente, en medio de tantas narraciones de jóvenes amantes pazguatos, y que consiste en la recreación de un episodio de la vida de Giacomo Casanova
Esta segunda serie de cuentos de amor que ahora se traduce al español reúne quince títulos de desigual extensión pero con cierto predominio de los largos, por mor del frecuente y hábil uso que Hermann Hesse hace en ellos del diálogo. La mayoría de estos relatos, en concreto once, fueron escritos y publicados inicialmente entre 1903 y 1908, y otros tres entre 1912 y 1913, es decir, cuando el escritor estaba a su vez desarrollando su primera etapa como novelista, que va desde Peter Camenzind hasta Knulp, ambas obras de reconocida impronta autobiográfica que no es ajena a este libro de cuentos. El último de ellos, "Las mutaciones de Piktor", es casi diez años posterior, y contrasta fuertemente con este autobiografismo y la ambientación casi siempre costumbrista de los anteriores. Estamos exactamente en el momento creativo que da lugar a Siddaharta (1922), una de las novelas más famosas de Hesse, quien, sin renunciar al tema de la dualidad amorosa, del yin y el yang, lo desarrolla ahora en clave simbólica, sobre un leve argumento que remeda las Metamorfosis.El Hermann Hesse cultivador del bildungsroman se manifiesta en toda su plenitud con estas narraciones. Una de ellas se titula precisamente "El aprendizaje de Hans Dierlamm"; en otra, "Bella es la juventud", el protagonista se entretiene leyendo la novela inaugural de este género en la literatura romántica europea, el Wilhelm Meister; y el párrafo final de la penúltima, "El ciclón", escrita también, como las más de ellas, en primera persona, concluye con un párrafo que no deja lugar a dudas: "Entre mi infancia y yo se había abierto un abismo y mi suelo natal ya no era el de antes".
Acaso semejante insistencia en el rito de iniciación masculina sea la constante que traba con más fuerza estos cuentos, donde el amor es la prueba de fuego para que un muchacho cruce el umbral. Coinciden también en presentar, frente a ellos, chicas de su misma edad, pero mucho más decididas y expertas ya en las cosas de la vida. Parte de los protagonistas son estudiantes, como el Karl Bauer de la pieza que abre la colección; otros, por el contrario, meritorios de un oficio, como Hans Dierlamm.
Ello le da juego a Herman Hesse, que fue estudiante de teología y aprendiz de relojero, para representar las mismas situaciones y afecciones en la clase burguesa, carcomida de formalismos y circun- loquios, y en la trabajadora, donde todo es mucho más claro y directo. No faltan tampoco relatos como "El alumno de latín", donde las dos clases sociales se encuentran en el trance del galanteo. Por lo demás, el escritor recurre a desenlaces evanescentes, o a peripecias características como los celos, las calabazas, los suicidios de él o, incluso, de ella, el crimen pasional, el desamor masculino o femenino, y a poco, muy poco de contacto físico pudorosamente explicitado.
Realmente no gran cosa, si no fuera por un relato magistral que el escritor sitúa, irónicamente, en medio de tantas narraciones de jóvenes amantes pazguatos, y que consiste en la recreación de un episodio de la vida de Giacomo Casanova cuando en abril de 1760 tiene que huir de Stuttgart para refugiarse en Zúrich, y durante, al menos, una docena de días parece haber decidido sinceramente su ingreso en un monasterio benedictino, luego de una prolija confesión de sus pecados al abad que, al escuchárselos, "nunca se había divertido tanto" (pág. 139). Delirio del que rescata al caballero veneciano la llegada de una hermosa joven acompañada de otras cuatro damas en cuyo aposento, como primera aproximación, se introducirá fingiéndose valet de chambre.
En este libro facticio Hermann Hesse rinde pleitesía a la narración oral, en términos que a veces se enredan en una especie de mise en abyme modernista, muy de la época, por otra parte. Pero, al tiempo, los diálogos de sus protagonistas burgueses están repletos de discusiones literarias, una de las cuales me sirve para preguntarme si el considerable éxito que Hesse se granjeó en su tiempo entre los lectores más jóvenes tendrá su continuidad ahora, en pleno siglo XXI, con Nuevos cuentos de amor. En esta clave leo la página del relato titulado "Julio", donde un padre se sorprende de que su hijo esté enfrascado con la novela Frithjof, del escritor sueco Esaias Tegnér, al que el preceptor Homburger considera "muerto, falso, amanerado, empalagoso", mientras el hijo de la casa lo defiende con ardor porque su libro "es simplemente hermoso" (pág. 58).