Antología del cuento norteamericano
Richard Ford
10 abril, 2002 02:00Ernest Hemingway en 1940
El cuento, para un buen número de críticos y académicos, es la forma de literatura primigenia. La tradición oral, aquella de la que surgieron todas las literaturas, recreaba breves historias, acontecimientos o anécdotas que fueron progresivamente expandiéndose -tomemos el ejemplo de las sagas nórdicas- hasta contar la historia de todo un pueblo.Es esta una premisa, "el cuento, es tan antiguo como la humanidad", con la que todos, incluido Carlos Fuentes en la presentación, estaremos de acuerdo. Y si todas las literaturas cuentan con excelentes cuentistas, qué vamos a decir del caso de Chejov en la rusa o Maugham en la británica, no es menos cierto que es en la literatura norteamericana donde la tradición cuentista alcanza una dimensión genérica singular, llegando, en un buen número de casos, a eclipsar a la novelística. No recuerdo un solo novelista norteamericano que no haya escrito y publicado cuentos a lo largo de su carrera literaria y sí podría citar un buen número, encabezados por Donald Barthelme, que únicamente han publicado relatos breves. Aunque Fuentes cita a Hawthorne como el "originador" del cuento norteamericano, lo cierto es que ya encontramos cuentos en el Salmagundi de Irving, allá por 1807, e incluso en el siglo XVIII los periódicos de la época solían incluir pequeños relatos cuando "necesitaban llenar espacio". Ese fue el inicio de la larguísima tradición literaria nortea- mericana que ha llegado hasta nuestros días con cabeceras como Granta o The New Yorker. Objeto de debate suelen ser los criterios para considerar una obra como relato, "novella" o novela. Richard Ford ofrece un criterio que no por falta de rigor científico pierde un ápice de validez: "... relato es simplemente una obra de ficción.... cuya extensión oscila entre un párrafo y un número de páginas o palabras más allá de las cuales la palabra "corto" parezca poco convincente para una persona en su sano juicio" (pag. 12-13).
Pero no son las disquisiciones teórico-académicas el objeto de esta reseña, sino la de un imprescindible volumen la Antología del cuento norteamericano, con selección y prólogo de Richard Ford, a quien muchos recordarán por novelas tan importantes como El periodista deportivo o Incendios (también tiene un sobrecogedor libro de relatos, Rock Spring).
El volumen recoge sesenta y cinco relatos de otros tantos autores fundamentales en la historia literaria norteamericana. Se inica con "Rip Van Winkle" de Irving y finaliza con "Como la vida" de Lorrie Moore, es decir, abarca el periodo entre 1820 y 1999 o, lo que es lo mismo, prácticamente toda la historia de la narrativa ficticia norteamericana, lo que se traduce en una suerte de historia literaria en la que el lector, además de disfrutar con los relatos individuales, tendrá una buena idea de la gestación y natural evolución del género. El volumen es impecable, en este caso sí que podemos afirmar que están todos los que son y son todos los que están (aunque falten Salinger y Carol Oates que, según nota del editor, no están "por distintas razones, ajenas siempre a la voluntad de los editores"). Lo mismo se puede afirmar de los relatos escogidos para cada autor; la selección es acertadísima. Desde luego que queda margen para los gustos personales, habrá quien hubiera preferido "La leyenda de Sleepy Hollow" a "Rip Van Winkle"; en el caso de Faulkner, "Una rosa para Emily" o "Dry September" en vez de "El otoño del delta", en el de Hemingway "Un lugar limpio y bien iluminado" o "Colinas como elefantes blancos" en vez de "Allá en Michigan".
Como se ve, el lector tendrá oportunidad de conocer la faceta cuentista de algunos autores de los que probablemente había leído sus novelas. Ahí están Fitzgerald, Steinbeck, Malamud, Gass, Updike o Philip Roth. Y también descubrirá algunos otros todavía inéditos en castellano, como el sureño Barry Hannah, -¿hasta cuándo deberemos esperar para que sea traducido?- o Stuart Dybek.
Escribe Richard Ford en el Prólogo -que merecería en sí mismo una reseña- que "... leer los siguientes relatos es más importante que cualquier cosa que pudiéramos añadir como prólogo...", la misma recomendación formulo como crítico.