Image: Pido la palabra

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Letras

Pido la palabra

Carmen Martín Gaite

26 junio, 2002 02:00

Carmen Martín Gaite, por Gusi Bejer

Anagrama.426 págs., 18’02. E. J. Jurado: Los cuentos de C. Martín Gaite. Univ. de Cádiz. 209 págs.

Martín Gaite cree, con Ortega, que la claridad es gentileza del pensador y este criterio lo complementa con amenidad, un toque de subjetivismo y con brochazos de humorismo que enriquecen el tratamiento de temas serios

Tras el fallecimiento de un escritor conocido, y más si se produce a una edad todavía temprana, suelen venir un corto periodo de reconocimientos y un rápido y dilatado olvido. No se cumple por suerte esa rutina a propósito de Carmen Martín Gaite. En vísperas del segundo aniversario de su súbita desaparición mantiene una presencia bien viva: su nombre, con el que la Feria del libro madrileña ha bautizado un pabellón, es actualidad editorial.

Dos libros relacionados con la salmantina se acaban de publicar: en uno se hace un detenido estudio de sus cuentos; en el otro se compilan un buen número de sus conferencias bajo un título muy atinado, Pido la palabra, por lo bien que expresa el espíritu de estos escritos, ampliable, a muchos de los suyos. Además, para después del verano está prevista una magna selección de textos procedentes de unos Cuadernos de todo inéditos. Estas publicaciones reafirman la versatilidad de la creadora de Entre visillos, quien, aunque se la conozca popularmente sobre todo como novelista, no se cerró a ningún género literario.

Temprano fue el interés de Martín Gaite por el cuento, al que José Jurado Morales dedica una extensa monografía donde subraya cómo la autora cultiva la narración breve ya en los años 50 y la interrumpe en los 70. En efecto, aunque había prestado una regular atención al cuento, casi lo abandona en beneficio de la novela desde estas fechas. Este curioso desinterés coincide con un periodo de menor creatividad y habría que pensar que se trató de una crisis a la que halló solución decantándose por el relato largo y el ensayo, o una personal mezcla de ambos. En cualquier caso, al olvido del cuento sigue un resurgir en la novela con brío y fecundidad narrativos y con un seguro instinto para sintonizar con muchísimos lectores.

Jurado Morales hace un oportuno repaso del contexto histórico y generacional en el que se inscribe la narrativa breve de Martín Gaite (en el que tendrían que precisarse con más detalle la procedencia de algunas informaciones) como paso previo para abordar la evolución de la autora, que recorrió el camino que lleva del testimonio al intimismo. Y lo hizo con la variedad de procedimientos técnicos y de voces que revela esta tesis doctoral que contribuye al mejor conocimiento de sus piezas breves.

También fue Martín Gaite una incansable conferenciante. Testimonio tenemos en el referido volumen que selecciona 25 de sus intervenciones. Predomina en ellas la temática cultural, que abarca desde el Siglo de las Luces hasta motivos concretos de la literatura pasando por el taller del escritor. Otras páginas tienen el alcance de reflexiones morales sobre temas de nuestro tiempo como la situación de la mujer y los usos amorosos, que abordó por extenso en un par de conocidos libros.

No puedo dar noticia en esta reducida nota de cada uno de los asuntos de las conferencias, pero sí me parece imprescindible apuntar algunos rasgos. Ante todo, confirman el carácter muy unitario de la escritura de la salmantina, y no sólo por las coincidencias entre las preocupaciones aquí abordadas y las de sus cuentos y relatos. Hay algo más que podría señalarse como una constante inquietud humanista que le lleva al problema de la libertad y a la valoración de los individuos. También el permanente desvelo por entender el mundo y dar una respuesta razonada a cualquier cuestión a través del diálogo, buscando la iluminación mediante un interlocutor.

Hay asimismo en estas charlas una peculiar mezcla de solidez académica y de tono comunicativo. Martín Gaite, que sabía del arduo trabajo de investigar en archivos, deploraba la aspereza y el fárrago de mucha escritura universitaria. Ella creía, con Ortega, que la claridad es gentileza del pensador y este criterio lo complementa con amenidad expositiva, un toque de subjetivismo y a veces con brochazos de humorismo o ironía que enriquecen el tratamiento de temas serios.

De todas maneras, el texto, base de la exposición ante un auditorio, es sólo una parte de una unidad mayor. Esta observación de validez general resulta inexcusable a propósito de Martín Gaite, como apunta al respecto el prólogo de José Luis Borau. La escritora tenía una veta interpretativa muy fuerte que incluso acentuaba para reforzar la comunicabilidad. En estas páginas puede intuirse la actitud teatral con la que la escritora daba plasticidad al mensaje porque está insinuada en algunos giros conversacionales. No es posible, sin embargo, reproducirla, y ello queda en la memoria de las muchas personas que asistieron encandiladas a las intervenciones públicas de Martín Gaite. Sí se conserva, en cambio, la oralidad como registro básico de estas conferencias que vivifican un género poco acreditado.