Image: No lo llames amor

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Letras

No lo llames amor

Ángela Vallvey

22 mayo, 2003 02:00

Ángela Vallvey. Foto: M.R.

Destino. Barcelona, 2003. 213 páginas, 17 euros

Muchos de los buenos novelistas cimientan su obra con la pausada presentación de trozos o recortes de la vida. Prefieren hacer esto a buscar el texto abarcador y complejo, eso que llamamos novela total. Al primer tipo pertenece ángela Vallvey, y lo destaco para adelantarme a la extrañeza que su nuevo libro, No lo llames amor, puede producir en un lector que no conozca a esta escritora, y para brindarle un apoyo en su lectura.

Ese presunto lector se preguntará con todo derecho a qué viene la ristra de casos, bastante independientes, aunque hilvanados con leve y suficiente hilo, que Vallvey presenta en este libro raro. Casos de la fenomenología variopinta del amor: amor desgraciado, exultante, terrible, sencillo, retorcido, melancólico... ¿Adónde va a parar la autora con semejante catálogo de la más primitiva y radical y destructiva y básica de las pasiones? ¿Tiene el catálogo algún sentido que no sea el puro encadenarse de episodios de esa clase, o la mostración de peripecias curiosas en sí mismas, surgidas del placentero gusto por contar?

La respuesta se halla en la consideración panorámica de la trayectoria de ángela Vallvey, a la que esta obra añade un jalón más. Tiene esta narradora el hábito de presentar situaciones de carácter colectivo y de valor testimonial o crítico que, en realidad, apuntan hacia cuestiones casi filosóficas. Antes, en títulos precedentes, ya ha tratado de la soledad, la identidad, la autoafirmación, la esperanza, el amor... Ahora se centra en el amor desarrollando un curioso enfoque que mezcla una casuística con ribetes costumbristas y un discurso lógico-especulativo. De ello sale un retablo contemporáneo de la pasión pero que mira hacia un horizonte más intemporal, a su misteriosa esencia. En el fondo, Vallvey se pregunta por la posibilidad misma de las relaciones humanas basadas en el sexo y los sentimientos.

Tal dilema es tan viejo en las letras que replantearlo sólo se justifica si en ello se gasta alguna clase de originalidad. No hay duda de que éste es uno de los retos conscientes del libro. Arranca con un suceso impactante. Aborda a la narradora un desconocido que lleva en la pechera el corazón todavía caliente de su víctima, la mujer a la que acaba de asesinar. Esta barbaridad abre la expectativa de un relato de truculencias folletinescas, pero toma de inmediato otro rumbo.

Sobran indicios para pensar que la narradora es la propia autora, y ésta plantea el suceso como punto de partida de una exposición argumentada acerca de los restos del amor. Planteado de este modo el tema, el volumen en conjunto se desarrolla con una ideación más bien convencional, como una de esas narraciones antiguas de casos ejemplares, en la línea de los compendios orientales de cuentos o de Giovanni Boccaccio, Geoffery Chaucer o el Infante don Juan Manuel. No de una manera rígida, claro está, sino con piezas o ensiemplos de variados tipos, largos o cortos, dramáticos o humorísticos, testimoniales o imaginativos. Puede decirse, pues, que No lo llames amor es un libro de cuentos articulados en torno a un asunto principal. Los hay mejores y desgraciadamente los hay no tan buenos.

Lo cierto es que no todas las piezas alcanzan la conmovedora intensidad de los sucesos localizados en una residencia de ancianos. Alguna creo que está bien en su intención pero falla en su cometido. Pienso en una que tiene el pie forzado de las convenciones medievales del amor cortés. Conociéndolas, resulta de una artificiosidad estéril. Y quien no las conozca, no llega a descubrir su gracia. Pero estos desequilibrios parecen inevitables en el tipo de composición elegida, y lo que cuenta es el resultado global. éste tiene los suficientes ingredientes de amenidad, invención y pensamiento como para que merezca la pena leer No lo llames amor, este libro original que propone una visión mecanicista y sombría de la vida para mayores con reparos, como decía antes la censura eclesiástica de las películas.