Image: El eco de las bodas

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Letras

El eco de las bodas

Luis Mateo Diez

13 noviembre, 2003 01:00

Luis Mateo Diez. Foto: Eduardo Abad

Alfaguara. Madrid, 2003. 194 páginas, 17’50 euros

Ni siquiera en los ensueños de doña Dega, protagonista de La viuda feliz, figuraba la probabilidad de volver a casarse. Surgió, sin embargo, un pretendiente y hubo nuevo matrimonio. Este fue un suceso, explica el narrador, "de los que justifican la vieja idea de que todo deja de ser como es cuando menos se espera".

En esta percepción de la vida podría estar el corazón de las tres novelas cortas que Luis Mateo Díez ensambla en El eco de las bodas. Consiste en admitir que el azar forma parte sustancial de la existencia e influye en el destino de las personas. Pero no se trata de un destino concebido en términos abstractos, con fatalismo romántico o énfasis trascendente, sino de un factor que se incorpora a la vida corriente con naturalidad; algo normal, aunque no cotidiano.

En el relato que abre el libro, El eco de las bodas, se ve cómo un hecho en apariencia irrelevante del pasado adquiere un alcance insospechado en el futuro. La casualidad puede incluso tener las proporciones de apoteosis con que se presenta en el siguiente, El limbo de los amantes. Demostrado queda, pues, que el azar dirige nuestros pasos.

Estas constataciones alimentan la parte argumental de El eco de las bodas, que tiene por sí misma mucho peso y se ofrenda como un material de intrínseco interés. Es en esto L. M. Díez, aquí, y en su restante obra, un narrador cervantino que cultiva el componente anecdótico, y con ello proporciona el placer de unas buenas historias, originales, curiosas, un punto comunes, y otro punto más allá inventivas y raras. Todo en ellas parece como extraído de la experiencia corriente, pero a la vez se escapan hacia ámbitos de extrañeza y misterio, sin renunciar a su realismo básico.

Este efecto curioso se debe a una tendencia del autor a dotar a sus narraciones de un sentido alegórico, a construir parábolas del mundo; a interpretarlo desde una específica mirada. Últimamente, la mirada de Luis Mateo Díez dejaba una dura estela de desolación, pero este nuevo libro contempla la vida con una perspectiva más cálida. Esto viene de la fuerza que en la presente ocasión concede a los sentimientos, y al filtro de ironía y franco humor con que los decanta. El eco de las bodas forma parte de la inacabada tetralogía Las fábulas del sentimiento, rótulo por demás expresivo de su tonalidad, y de su temática. Las sensaciones asociadas a un episodio del ayer, o las emociones provocadas por éste, los afectos y las vivencias íntimas vienen a ser los componentes del sentimiento, el cual se construye como la sedimentación a lo largo del tiempo de esos elementos de la vida espiritual. La vigencia e intensidad de los sentimientos se rescatan por medio de la memoria, y ésta tiende a ver fulgores de lo perdido en esos hechos.

Este registro elegíaco predomina en unas historias que hablan del amor, las ilusiones, la pasajera felicidad, y de esos anhelos y fracasos que se guardan en el territorio de lo privado y secreto. Los tipos que encarnan estos conflictos tienen una aureola misteriosa. El escenario de sus andanzas forma parte de la geografía imaginaria fundada por el autor, con una expresa mención a Celama. Un narrador exterior controla todos los datos y los refiere con una actitud levemente cercana a los relatos populares.

La suma del punto de vista irónico del narrador y de las ocurrentes anécdotas producen unos textos llenos de humor y muy divertidos (en especial el segundo), pero también muy melancólicos. Luis Mateo Díez, maestro en el arte de intuir la medida idónea para contar una historia, consigue unas piezas redondas dentro de un género tan difícil como la novela corta gracias al exacto equilibrio entre concisión e intensidad y desarrollo argumental. Estos relatos entrañan mucho riesgo y exigen gran pericia, aunque parezcan creaciones menores dentro de la deslumbrante obra de su autor, y muestran una vez más que éste es un escritor capaz de deparar sorpresas con cada nueva presencia de su peculiar instinto novelesco, tan variado sin perjuicio de un fondo unitario.