Image: Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo

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Letras

Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo

Rosa Sala

29 enero, 2004 01:00

Presentación de Rafael Argullol. Acantilado. Barcelona, 2003. 512 páginas, 30 euros

A pesar de la abundante bibliografía que el nacionalsocialismo ha generado en el campo historiográfico, filosófico o politológico, sin olvidar los testimonios de los supervivientes al genocidio, este fenómeno tan inquietante sigue demandado estudios críticos que nos ayuden a comprender su poder de fascinación y a disolver analíticamente su pretendido carácter demoniaco.

De nada sirve imponer a la parafernalia nazi el tabú de lo prohibido, por muy políticamente correcta que se declare esta actitud, si previamente no se han abordado sus símbolos con una mirada reflexiva y desmitificadora. Ya conocemos el efecto potencialmente seductor y mimético que provoca la aureola de lo maldito, como ejemplifica la apropiación de runas y emblemas nazis por cabezas rapadas o ultras futbolísticos o el florecimiento de sectas como Nueva Acrópolis, nutridas en la tradición esotérica afin a la cosmovisión ariosofista.

Rosa Sala Rose (Barcelona, 1969), licenciada en filología alemana, estudiosa del papel político y social de los mitos, sortea con valentía los peligros ya mencionados y afronta sin tabúes el universo simbólico y mitológico de la ideología nazi. Sin pretender exhaustividad, Sala ha confeccionado un diccionario de setenta entradas representativas de la cosmovisión nazi -concebida como religión política (Eric Voegelin) o secular (Raymond Aron)- con toda su plétora de símbolos, mitos, ideologemas, ritos y ceremonias. La elección de los términos presupone un minucioso estudio previo, basado tanto en fuentes historiográficas y filosóficas como en crónicas y testimonios autobiográficos, que permite a la autora analizar concienzudamente el universo semántico del nazismo y sus mecanismos de mitologización. En su somera introducción de veinticuatro páginas, Sala esboza con gran claridad y penetración sus tesis sobre el origen de la cosmovisión nazi.. Partiendo del clásico estudio de Arthur O. Lovejoy, La gran cadena del ser, Sala se remonta a los orígenes de la ilustración científica europea para constatar cómo la fractura del continuo de la especie humana llevada a cabo por ciertas corrientes racistas ligadas al darwinismo (E. Haeckel) proporcionan la base teórica para el antisemitismo protonazi. De ese modo la autora busca distanciarse de aquellas tesis que ven en el nazismo un simple retoño del irracionalismo romántico (Gyürg Lukács o Isaiah Berlin) o un fanatismo carente de todo fundamento conceptual. Sin embargo, la autora es consciente de que ese cientificismo pseudodarwinista, basado en el mito de un monismo panteísta, reñido con el dualismo judeocristiano, se entreveró con la tradición del esoterismo europeo (Madame Blavatsky) y sus derivaciones antisemitas y nacionalistas del ariosofismo de Guido von List y Lanz von Liebenfels. La cosmovisión nazi sería pues un conglomerado ideológico donde se reúnen el neopaganismo y la religión natural del racismo biologicista con préstamos de la tradición gnóstica y apocalíptico-cristiana.Basándose en los estudios de Reinhart Koselleck sobre semántica histórico conceptual, la autora desvela los mecanismos de polarización que rigen la lógica del monomito nazi: el establecimiento de un dualismo básico entre lo ario y lo no ario sobre el que se articulan sucesivas parejas antagónicas: luz/oscuridad, puro/impuro, campo/ciudad vida/intelecto. Sin duda, esta mitología no brotó por generación espontánea en la conciencia alemana, sino que fue difundida por la propaganda del Tercer Reich mediante los nuevos medios de comunicación, las ceremonias de los grandes desfiles, mítines y concentraciones de masas, la arquitectura, la escultura y la pintura, incluso mediante la conversión de Alemania en una obra de arte total apoyada en la red de autopistas. Estos setenta términos, estrechamente relacionados entre sí, se pueden clasificar conforme a varios tipos de símbolos polarizados en valencias positivas y negativas. 1)El bestiario nazi, donde el águila o el lobo se oponen a parásitos o animales nocivos como la rata, la sanguijuela y otros insectos; 2) Símbolos de masa -según expresión de Canetti- donde el bosque, el roble o la tierra se oponen al asfalto y el fuego/sol se enfrenta al hielo; 3) Iconos culturales de la tradición artística, filosófica e histórica: Wagner, Goethe, Schiller, Nietzsche, Paracelso; 4) Mitos topográficos reales o imaginarios: Atlántida, Valhalla, Grecia, Japón, Linz, Tiahuanaco, Tíbet, Montserrat, Globo terráqueo; 5) Rituales y emblemas: Saludo nazi, runas, esvástica, megalitos, Grial, espada, antorcha; 6)Mitos tecnológicos: Arma milagrosa, autopistas; 7) Figuras heroicas: Wessel Horst, Federico el Grande, Sigfrido, Parsifal, Guillermo Tell, Fausto, Gengis Khan; 8) Ideologemas y tópicos demagógicos: revolución, puñalada por la espalda, dictado de Versalles; 9) Mitos apocalípticos: Victoria final, crepúsculo de los dioses; 10) Símbolos demonológicos y patológicos, como el judío degenerado, corroído por el tabaquismo frente al tipo ario, descendiente de los armanes que practica el nudismo, el vegetarianismo, el deporte y concibe a Dios como un ser inmanente a la naturaleza.

Como sugiere la propia autora, algunos de estos símbolos y mitos siguen alimentando nuestro imaginario, en particular todos aquellos que tienen que ver con las cruzadas del Estado terapeútico, con el fundamentalismo ecologista o con el culto al cuerpo deportivo (las consideraciones sobre la antorcha como ritual olímpico son muy interesantes a este respecto). Aunque el neopaganismo nacionalsocialista se opuso a dogmas cruciales de la tradición judeocristiana, los mitos nazis se apropiaron del carácter mesiánico y redentor de figuras como Jesucristo así como de la concepción apocalíptica y providencialista del cristianismo: Hitler y el Mein Kampf acabaron identificándose con el profeta y con la nueva Biblia del Pueblo Elegido por Dios. A la postre, todos estos símbolos tendieron a reforzar la identidad colectiva de una nación tardía como la alemana cuyo proceso de secularización resultó fallido y generó toda laya de sucedáneos orientados a reencantar y mitificar la vida política.

El lector cuenta pues con un diccionario que cabe usar como obra de consulta, pero también puede leerse como una recopilación de breves e incisivos ensayos, cuya prosa sobria y precisa, sin jergas pedantes, torna la lectura fluida. En definitiva, se trata de un texto capaz de conjugar monografías especializadas con diarios de verdugos y testimonios de supervivientes como Victor Klemperer, autor de un clásico estudio sobre la función litúrgica y religiosa de la Lingua Tertii Imperii o testigos como Sebastian Haffner, autor de Historia de un alemán. Memorias 1914-1933.


"Prohibido fumar"
Se puede atribuir a la medicina del Tercer Reich -escribe Rosa Sala- "el mérito de haber sido la primera en demostrar de manera fehaciente la existencia de una vinculación entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón gracias a los estudios de Franz H. Mölles (1939) y de Erich Schüniger y Eberhard Schairer (1943). [...] La consecuencia de todo ello fue que los nazis llevaron a cabo la campaña antitabaco más agresiva de la historia moderna. los carteles de "Prohibido fumar", que por entonces aún no formaban parte del paisaje cotidiano, proliferaron en todos los edificios públicos, especialmente en las salas de espera, dado que se había intuido ya el riesgo del tabaquismo pasivo. La propaganda no dejaba de recordar que ni Mussolini ni Franco eran fumadores, mientras que Churchill y Stalin lo eran de forma notoria. La preocupación por los peligros del tabaco en los jóvenes llegó a extremos grotescos".


La estética nazi según Leni Riefenstahl
Pocas personas reflejaron la estética e ideología nazis como la cineasta Leni Riefenstahl (1902-2003). Sus memorias comienzan con una frase significativa: "Siempre anduve a la búsqueda de lo insólito, de lo maravilloso y de los misterios de la vida". Su fama como innovadora directora de cine (fue la creadora de tomas que serían clásicas, fue la primera en usar el traveling) comenzó con La luz azul (1932). Ese mismo año recibió una invitación de un admirador muy particular: Adolf Hitler deseaba conocerla. Ella respetaba a Hitler, que prometía sacar a Alemania de la miseria, pero rechazaba sus ideas racistas y llegó a enfrentarse a Goebels. Sin embargo, con el ascenso al poder de Hitler aceptó dirigir dos documentales sobre el congreso del Partido Nazi, El triunfo de la fe (1933) y El triunfo de la voluntad (1936). En 1936 rodó Olimpiada, sobre los Juegos Olímpicos celebrados ese año en Berlín. Tuvo a 60 operadores a sus órdenes y experimentó con métodos revolucionarios para la época. Mandó colocar ruedas bajo las cámaras para poder seguir la marcha de los atletas y cavar fosos en el estadio para captar los saltos desde una perspectiva aérea. Se valió de un objetivo de 600 mm, el de más largo alcance y de una cámara subacuática, ideada especialmente por uno de sus colaboradores para los saltos de trampolín. Pese a su evidente filiación, las películas de Riefenstahl tuvieron una enorme repercusión en el resto del mundo: Olimpiada consiguió el León de Oro del Festival de Venecia. Cuando comenzó la guerra se fue a Polonia como corresponsal. Al ver las atrocidades del frente, pidió permiso para regresar a Berlín. Nunca volvió a filmar escenas bélicas. Detenida por los americanos al final de la guerra, le mostraron las imágenes del holocausto. Fue puesta en libertad y detenida de nuevo por los franceses. Una vez en libertad, regresó a Alemania, donde fue recluida en un manicomio en el que fue sometida durante tres meses a electro-shock como parte del proceso de "desnazificación".