Norberto Fuentes: "Ni hagio ni ajografía, mi libro es la obra de un hombre libre"
Norberto Fuentes, por Gusi Bejer
Pregunta: ¿Por qué una autobiografía de Castro a estas alturas? ¿No es demasiado pronto, o tarde quizás? Respuesta: Es el momento ideal porque ha terminado la etapa más brillante de su vida. Ahora se halla en franca decadencia y dando traspiés en un mundo que ya no le pertenece. P: ¿Así, sin remisión? R: Bueno, a veces tiene un comportamiento admirable. La forma en que asume un mundo ajeno y su propio deterioro y la vecindad inevitable de la muerte va a ser el tema de un tercer volumen. P: ¿En qué se diferencia su libro de una hagiografía? R: ¿Hagiografía? Mi Larouse dice que esa es la historia de los santos. Me confundí y lo vinculé con la historia de los ajos. Es decir, una ajografía. Bromas aparte, el libro es el trabajo de un hombre libre. Como casi todo lo que yo escribo, va a ser denostado por todos los frentes. Al menos, a eso aspiro. P: ¿Qué es lo más sorprendente que el lector va a descubrir en "su" Fidel? R: Que Fidel Castro es el producto de un aprendizaje. En cuanto a Fidel, creo que sí habrá dos o tres datos de su pasado que lo van a sorprender. P: ¿Como cuáles? R: Como su rechazo inicial a la presencia del Che entre los hombres que se preparaban en México o situaciones vulgares, como una gonorrea que le pegaron en los años 40. Lo más sorprendente de estos años es su relación con el comunismo. P: ¿Cuáles son las claves del Fidel revolucionario? R: Las claves del vencedor. Dice Gabo que nunca ha conocido a un peor perdedor que Fidel. Pero ha sido afortunado en ese sentido. Ha ganado demasiadas veces. Ha ganado demasiado. Me imagino que esto va a proporcionarle en el tiempo de vida que le quede un final muy borrascoso y lleno de impotencias. No porque vaya a perder ninguna guerra sino porque sabe que las glorias quedaron atrás. P: ¿Qué le hizo ser fiel a la revolución tantos años? R: La felicidad. Yo era muy feliz. Mis compañeros también. P: ¿Y qué traicionarla? R: Nunca he traicionado a nadie. No puede decirse siquiera que soy un desertor. De la misma manera que acompañé a la Revolución durante 30 años, el día que supe que todo había terminado, lo hice de frente y hasta por escrito. Pero además me es imposible traicionar la que fue la causa de mi vida. Si a alguien pudo acusarse de traidor fue a Fidel. Siempre ha traicionado a alguien en algún momento. Yo me tenía que ir de Cuba si quería sobrevivir y escribir. P: ¿El exilio le perdonará que el retrato no sea absolutamente negro? R: Yo creo que no es ni absoluta, ni mediana, ni ligeramente negro. Ni rosa ni azul ni rojo. Para empezar, yo no escribo para que el exilio me perdone. Sería circunscribir mis ambiciones a un mundo muy cerrado, muy confundido, y además donde no se destacan muchos intelectuales. Hace años que aprendí la máxima heming- wayana de que un escritor tiene que acostumbrarse a su soledad. Yo me acostumbré. Y en esa soledad para lo único que no hay lugar es para el perdón. P: ¿Cómo recuerda "el caso Padilla" y su actuación? R: Uno de los momentos más bonitos de mi vida. Me siento tan recompensado con mi proceder de aquella sesión como sé que Padilla no pudo sobrevivir a su vergüenza. Padilla y todos los que le siguieron en su letanía de autoincriminación. Fui el único escritor cubano que rechazó aquella autocrítica masiva tan brutal y estúpida. P: ¿Cómo ve a los cubanos desde la lejanía? R: Lejos y a veces extrañamente irreales. A dos de mis mejores amigos "el general Patricio de la Guardia y Raúl Rivero", que aún están allá, los veo lejos y encarcelados. P: ¿Qué haría falta para que volviese a la Isla? R: Nada. Regresar no está en mis planes. Cuando llegué a Estados Unidos como exiliado, en 1994, Mailer me mandó un mensaje: "Bueno, dile que ahora él tiene que hacerse un escritor norteamericano". Puedo imaginarme lo que tenía en mente. Que no me convirtiera en un escritor de la derecha de Miami. En ese sentido creo que he atendido su llamado. En el otro, me era muy difícil. P: ¿Por qué? R: Porque no tengo la paciencia ni la sabiduría de un Nabokov o un Conrad para convertirme en un escritor de lengua inglesa. Pero, además, cómo abandonar un idioma que dispone de palabras tan rotundas como coño, o carajo, o cojones. Y esa cantidad de eñes tan espléndidas por todos lados. P: ¿Cómo imagina la isla sin Castro? ¿Será una transición sangrienta? R: Hacer correr la sangre después de los funerales de Estado del Comandante en Jefe no tiene ninguna gracia. ¿Se imagina una guerra civil como la de Yugoslavia pero a 90 millas de Florida? No es un escenario favorable, máxime si Fidel los tiene acostumbrados a esta magnífica tranquilidad. Si con algo cuentan los yanquis es con la retaguardia segura que les provee Fidel.