Image: El 11-M en la prensa árabe

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Letras

El 11-M en la prensa árabe

Mercedes del Amo, Marcos García Rey y Rafael Ortega (editores)

2 septiembre, 2004 02:00

Foto: Carlos Barajas

Mergablum. Sevilla, 2004. 135 páginas, 10’58 euros

Este libro compuesto por más de tres decenas de artículos traducidos de la prensa árabe supone un esfuerzo encomiable para acercar a los lectores en español unas opiniones que, por lo general, quedan fuera de su alcance. No sólo se limita a dar a conocer la reacción de los medios escritos árabes ante lo ocurrido el 11-M, sino también permite el acceso a otras sensibilidades que resultan enriquecedoras por su pluralidad.

Antes de entrar en materia, es de justicia agradecer el esfuerzo impagable de los editores y traductores. Su labor, que debe tener continuidad en el tiempo con apoyo institucional, además del interés del material que aportan al debate, resulta vital para el conocimiento del mundo musulmán, un ámbito que, según indica el tunecino experto en pensamiento político, Rafik Abdessalam, se caracteriza "por la gran diversidad doctrinal, religiosa y étnica que existe".

En lo que se refiere a los autores, casi todos periodistas, escritores o profesores, de Marruecos, Túnez, Egipto, Siria, Jordania, Kuwait e Iraq, parte residente en Europa, aunque una mayoría condena con rotundidad el atentado de Atocha, no son pocos los que expresan una estima de fondo por los resultados del atentado. Para los españoles, desgraciadamente habituados a los golpes del terrorismo nacionalista vasco, no resulta difícil advertir las actitudes tibias, la doblez o la inversión de la lógica de quienes, a la espera de las rentas políticas de los actos terroristas, practican el ejercicio de la equidistancia o la justificación por el "contexto".

De todas formas, no hubiera hecho falta acudir a la experiencia española con el terrorismo. El escritor kuwaití Abdemuhsin Mohamed al Huseini denuncia la "falta de ética" y el "escaso sentimiento humanitario" (pág. 98) de muchos intelectuales árabes ante el 11-M, cuando justifican la masacre por el apoyo del gobierno Aznar a la política norteamericana sobre Iraq. Y eso, justificar, que no explicar, es lo que hacen un puñado de articulistas, aunque no sea de forma explícita sino por medio del enfoque, recurriendo al análisis "estrictamente técnico" de lo acontecido a través de sus implicaciones políticas. Aquí, los ecos del conflicto palestino, la inquina contra Israel, la ocupación de Iraq y las mentiras que rodearon el plan de la guerra cobran un protagonismo que margina completamente a las víctimas y que refleja la indiferencia moral de quienes consideran que "tampoco es razonable pensar que nadie vaya a pagar un precio por la agresión" (Tareq Musawira, pág. 72).

No obstante estas posiciones, son más frecuentes las de rotunda condena y en este sentido hay que precisar que son los marroquíes quienes muestran intensamente una solidaridad sincera hacia las víctimas y su sufrimiento, un ejemplo de compasión y de cercanía entre los pueblos que mantiene viva la esperanza de comprensión humana por encima de cualquier diferencia. Porque junto a análisis interesados en buscar justificaciones inaceptables o ventajas indignas hay unos cuantos que son admirables por saltar las determinaciones religiosas, culturales o étnicas, y acercarse al común denominador humano. Para la inmensa mayoría de los autores está claro que los atentados supusieron un vuelco favorable al partido socialista cuando lo seguro era la victoria popular. La derrota está vinculada al atentado y al apoyo de Aznar a la administración Bush en su aventura en Iraq. Dice Abdelhadi Abu Taleb: "Hacía falta un revés que sacara al pueblo español del estado de inconsciencia política en el que se encontraba" (pág. 103). Pocos se detienen en que no fue tanto el atentado en sí como la gestión de la crisis la que decantó los resultados. La mirada exterior permite aventurar que fue definitiva la catastrófica gestión de la crisis por el gobierno Aznar, que cayó en la tentación de aprovechar la verosímil autoría de ETA para asentar su mayoría absoluta, aunque, actuando con serias reservas mentales, no faltara a la verdad deliberadamente, al menos no como quienes inventaron terroristas suicidas y "situaciones de excepcionalidad". El gobierno propició la impresión de que había manipulado y esto fue aprovechado y desfigurado por las fuerzas de oposición política y mediática, que llevaban largo tiempo cultivando una campaña de demonización de la figura de Aznar y de su partido, asimilándolos al franquismo en una operación deformadora que traspasó nuestras fronteras. Un profesor egipcio califica a Aznar de "ultraderechista" (pág. 87). El miedo hizo el resto. Como señala el periodista jordano Yaser Abu Hilala, corresponsal de Al Yazira: "El mensaje ha sido captado por el elector español: la política de Aznar dependiente de Bush, trajo el terrorismo a España, y si en el poder hubiera estado otro, no habrían caído tantas víctimas".

Otro elemento fundamental es la percepción sobre la retirada de las tropas por orden de Zapatero. Prácticamente nadie se traga el señuelo de dar por válido el que fuera una promesa hecha con anterioridad al atentado. Apenas se concede importancia a algo que, una vez acaecida la masacre, lógicamente resultaba marginal. Para el palestino Omrabi, con la caída de Aznar en las elecciones, Al Qaeda "se ha convertido en el triunfador político" (pág. 65). Yacer Abu Hilala titula significativamente su texto "Ben Laden, elector" (pág. 69). Pero lo peor de la estólida actuación de Zapatero es que ha puesto a Europa a los pies de los caballos, dando a entender a los terroristas que su actividad tiene resultados políticos espectaculares. Un editorial del periódico Al Quds (Reino Unido) lo manifiesta paladinamente: "si la causa palestina continúa sin solución, Europa sufrirá las consecuencias negativas en su propia carne y en su seguridad. Es por ello por lo que Europa está llamada a desempeñar un mayor papel en frenar las políticas norteamericanas imprudentes y hacer entrar en razón a la Casa Blanca, en pro de su propia seguridad" (pág. 100).

La impresión de conjunto no puede dejar de ser contradictoria, fruto de la pluralidad de puntos de vista y enfoques. Como se ha visto, unas veces el choque con la realidad de algunos análisis es lacerante y otras conmovedor. Lo mejor es que el lector acuda a este libro necesario para formarse su propia opinión. Verdaderamente vale la pena.


Incendiarios
En "El terrorismo y la islamofobia" (págs. 97-98), aparecido en Al Watan, el kuwaití Abdelmuhsin Mohamed al Huseini escribe: "Es penoso que algunos intelectuales árabes justifiquen en declaraciones irresponsables e incendiarias la implicación de musulmanes y árabes en las explosiones, que hablen de las causas que llevaron a cometer los atentados de Madrid vinculándolas a la ayuda prestada por España a EE. UU. en Iraq, que recuerden que Al Qaeda había amenazado a los aliados de EE.UU. Era de suponer que los intelectuales árabes iban a reprobar esas explosiones, a condenar esos actos criminales, a exculpar de ello a los árabes y los musulmanes y a expresar una postura humanitaria y su simpatía con el pueblo español. Estas declaraciones prueban la ignorancia e irresponsabilidad de estos intelectuales que no han cambiado su comportamiento desde que defendieron al tirano de Bagdad. Su actitud demuestra su falta de celo en la defensa del interés general de los pueblos árabe y musulmán y su preocupación por sus intereses particulares. Supone una gran desgracia para los musulmanes y los árabes el que existan intelectuales con tanto egoísmo y falta de ética".


Cuestión de matices
Los diferentes puntos de vista que sobre el terrorismo se manifiestan en la prensa árabe y en los medios occidentales afectan a todos los niveles de expresión; no sólo a las opiniones que se ponen de manifiesto, sino también a los términos que se emplean. Más allá de que ni de un lado ni del otro hay siempre unanimidad a la hora de opinar, es significativo que lo que en Occidente acostumbramos a identificar con un "terrorista suicida" en la prensa árabe sea una "bomba humana", al mismo tiempo que lo que para nosotros es habitualmente un "atentado suicida", allá es en realidad una "operación de un mártir". Esta diferencia tiene un sentido religioso: el Islam no admite el suicidio. Claro que mientras que en nuestros medios de comunicación el islamismo es tratado como una religión más, en la prensa del mundo árabe tiene la consideración de ideología, como el nacionalismo, el comunismo, el capitalismo o el fascismo.

Hay términos que, si bien acaban siendo utilizados por todos, comenzaron usándose por una de las partes de modo despectivo: así, aunque Bush acabase hablando de las "cruzadas" lo cierto es que la palabra fue recordada primero por algunos comentaristas árabes.

Mientras que en la prensa occidental vivimos una época de corrección política que lleva a evitar ciertos términos, los periódicos árabes no tienen problemas al respecto. Bien lo sabe la consejera de seguridad nacional norteamericana, Condoleezza Rice, apodada "la negra", y sobre quien se han escrito notas como esta aparecida en el periódico jordano Al-Dustour: "Negra Condoleezza, trágate la lengua, olvida tus orígenes y deja de hablar de liberación y libertad". Las diferencias no son sólo referidas al terrorismo de raíz islámica: lo que en los medios occidentales son "asesinatos selectivos" de los israelíes en Palestina son para la prensa árabe "ejecuciones sumarias sin juicio previo". No es tan sólo cuestión de elegir una u otra palabra...