El mejor Baroja está en esta novela con la que comienza la narrativa española del siglo XX. Se subtitula "pasión mística" y mucho de místico tiene Fernando Ossorio, pesimista y nietzschiano, en perpetuo desajuste con el mundo exterior. Se trata de una novela generacional: bien conocidas son sus concomitancias con La voluntad, de un José Martínez Ruiz que pronto iba a convertirse en Azorín. "La realidad de afuera no existe; tiene la realidad que yo le quiero dar", afirma Ossorio. Al final de su irónico "camino de perfección" el autobiográfico personaje acaba vencido por esa sociedad contra la que intenta rebelarse. Vale la pena volver a esta pasión que no ha perdido lirismo ni furia.