La autobiografía de Savater es una crónica de la felicidad. Ya en las páginas iniciales, se advierte que las pasiones desplazarán a las fobias. Odiar es una experiencia dolorosa. Por el contrario, amar es una forma de renovar nuestros lazos con la vida. Savater recuerda con afecto y gratitud a sus padres, a sus maestros (Cioran, Borges), las carreras de caballos, los tebeos, los puros, el vino, la lectura de Nietzsche, Schopenhauer o Rosset. Sin dramatismos innecesarios, evoca sus años de opositor al franquismo y su lucha contra el terrorismo. La meditación sobre la muerte o la violencia nunca malogran ese entusiasmo que ha transformado la peripecia vital de Savater en una infancia interminable.