Generación quemada: una antología de autores norteamericanos
Marco Cassini y Martina Testa (ed.)
23 junio, 2005 02:00Jonathan Safran Foer, Dave Eggers, Judy Budnitz y Zadie Smith
A mediados del XX fue la "Generación X" y ahora nos llega la "Generación quemada" -el título se toma del relato de David Foster Wallace "Encarnación de una generación quemada". Cualquiera diría que los jóvenes autores norteamericanos están quemados, perdidos y adolecen de identidad, tal vez, y en definitiva, cabreados.Sin duda -perdón, probablemente- tengan sus razones. Lo constatable, sea o no cierta tal presunción, es que autores pertenecientes a cada una de estas generaciones están legando obras fundamentales a la historia de la literatura. Los "quemados" recogidos en esta antología, en número de diecinueve, son autores jóvenes, algunos de ellos tal vez desconocidos para el público español pero que han publicado sus relatos en cabeceras tan prestigiosas como "New Yorker", "Esquire", "Paris Review"... etc. La procedencia de estos escritores es tan variopina como los argumentos ficcionados y las historias relatadas; sin embargo no le resultará difícil al lector aprehender los nexos existentes entre todos ellos que, a la postre, fundamentan su categorización unívoca más allá de la meramente temporal-generacional. Todos ellos participan en mayor o menor medida de los postulados fundamentales del posmodernismo: experimentación formal; cuestionamiento de valores sociales comúnmente aceptados; inseguridad existencial de los protagonistas, cuya única certeza es que nada es seguro, todo es cambiable y aleatorio...
Pero dejemos que sea Zadie Smith, autora del "Epílogo" (hubiera sido deseable que en vez de como "Epílogo" figurara como "Prólogo", y me permito aconsejar su lectura con anterioridad a la de los relatos) quien sintetice -hasta el punto de reproducirla pese a su longitud-.las coincidencias entre todos ellos: "Las voces de esta antología forman un coro melancólico. Me pareció que los escritores ofrecen a sus lectores un país con un espíritu muy diferente del de la generación que los precedió, muy lejos de las exuberantes posibilidades de la América de Bellow, de la indignación masculina de Roth, del lirismo de Morrison. El país de estos relatos está más apagado, los personajes son menos optimistas, se sienten extraños, inseguros, tristes" (pág. 270). Excluyendo la apreciación sobre Roth -desde mi punto de vista resulta excesivamente generalista- resulta difícil ofrecer una argumentación, explicación, más acertada. La última frase de la cita, en especial, se antoja como una suerte de común denominador en todos ellos. Los ejemplos puntuales y singulares son numerosos. Sirva como ejemplo el relato "Cisternas" -publicado originalmente en "McSweeny’s"- de Judy Budnitz en el que dos hermanas suplantarán a su madre en una visita al médico ante el temor, en una continua negación de la realidad que se repite una y otra vez, de que pueda tener un tumor. La resolución es tan sorprendente como imaginativa, pero la sustancia argumental de la tesis que venimos defendiendo tiene que ver con el estado anímico de la narradora: "Más tarde ... empecé a perder la noción de dónde acababa yo y empezaban las demás personas.... Luego ya no recordaba quién tenía el bulto, parecía que era de todas, de mi madre, de mi hermana y mío,..." (pág. 60).
En cuanto al componente experimentalista, resulta complicado resaltar únicamente un relato. El de Mila Goldberg "Test de comprensión" -publicado originalmente en "Virgin Fiction"- es lo que el título indica y nos obliga a replantearnos los límites de la literatura, o, para ser más precisos, pulveriza antiguos conceptos sobre el manido interrogante qué es la literatura. Nos encontramos ante una encrucijada similar al enfrentarnos al relato de Jonathan Safran Foer, "Manual para puntuar las enfermedades del corazón" (originalmente en "New Yorker"), cuya complejidad incluso supera a la de enigmático Donald Barthelme y resultará probablemente indescifrable para muchos.
También nos plantea interesantes interrogantes, que bien pudieran relacionarse con novedosa corriente ecocrítica, "Cartas de Steven, un perro, a magnates de la industria" -originalmente en "McSweeny’s"- de Dave Eggers. Se trata de un relato epistolar en el que un anónimo autor ha "redactado algunos textos como si los escribiera un perro -setter para más señas, como se dice en otra de las cartas- llamado Steven,... Se lo transcribo a continuación" (pág. 113 y resto de cartas). Lugar importante en esta serie debe ocupar "Los centros comerciales invisibles" -originalmente en "North American Review"- de Ken Kalfus donde el lector se verán enfrentado, de la forma más sutil imaginable, tan solo se nos describen las características de una serie de ¿ficticios? centros comerciales, ante la realidad consumista de nuestros tiempos. El irónico final no desarma: "Vuestro imperio -es Marco Polo quien habla- son estanterías y corredores silenciosos, vitrinas cerradas con llave y cajas registradoras vacías. [...] (Narrado) Pero sabe ya, al fin, por qué Marco Polo tiene tantas tarjetas de crédito.