Image: Podría hacerte daño

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Letras

Podría hacerte daño

Luisa Castro

14 julio, 2005 02:00

Luisa Castro. Foto: Mercedes Rodríguez

Premio Gonzalo Torrente Ballester. Ediciones del viento, 2005. 200 págs, 15 euros

Desde sus inicios como narradora hace tres lustros, Luisa Castro viene forjando su propio mundo imaginario. Ese mundo está bañado en un punto de lirismo (antes fue poeta y lo ha seguido siendo) e inmerso en algo parecido al propósito de trasladar a la escritura la cara sorprendente de la vida.

Un vistazo esquemático a la narrativa de Castro revela un carácter muy unitario. En su primera novela, El somier, cuenta cómo un hecho poco relevante marca el futuro de una niña. Los límites de lo cotidiano y lo enigmático se ponen a prueba en la siguiente, La fiebre amarilla. Después, en El secreto de la lejía, junta lo corriente y lo extraordinario en el acceso a la maduración de una persona. En fin, matiza las relaciones humanas en el relato confesional Viajes con mi padre. Esta mínima nota resume las inquietudes de la autora gallega y sirve para avanzar las que marcan Podría hacerte daño. Porque parece como si con los 20 cuentos de este nuevo libro quisiera dar una nueva vuelta de tuerca a sus preferencias y, a la vez, reafirmarse en un estilo basado en una elaborada y nada fácil sencillez.

Tienen las piezas de Podría hacerte daño un carácter homogéneo, aunque no monótono, poco habitual en los libros de cuentos, que suelen tender a la mera yuxtaposición de textos independientes. Las historias que cuenta aquí Castro no ofrecen en sí mismas relación directa (salvo quizás un nexo en un personaje), pero sí comparten elementos comunes. En primer lugar, la mayor parte de los textos se sujetan a una medida corta que ronda la decena de páginas. Solo las dos piezas finales superan esa extensión, hasta triplicarla, y al tener una andadura más novelesca no encajan bien en el conjunto. En segundo lugar, coinciden en el predominio de un tiempo parecido, bastante actual, y de espacios relacionados con la geografía natal de la escritora. Además, se impone una voz narrativa en primera persona, con frecuencia la voz de una mujer. En fin, unidad proporciona la presentación sin digresiones de una anécdota bajo la cual se capta varias veces el impulso no explícito de los actos humanos.

De estos caracteres se deriva una mirada subjetiva y un acento confesional que afecta a todo el volumen. Esa tonalidad resulta muy pertinente para trasmitir una impresión sincera, verdadera y creíble de los motivos extraños o insospechados que dictan la conducta poco comprensible desde fuera de nuestra especie. Una conducta, además, bien ceñida a unas cuantas situaciones o dilemas: la relación con la familia o los amigos, el proceso personal que desemboca en la maduración, las aspiraciones a ser feliz. Estos motivos abstractos sirven de base a los argumentos, y son a la vez los asuntos en los cuales indaga la autora. A partir de esos asuntos se configura el núcleo de temas del libro: la soledad, la frustración, la muerte, el tiempo, la ingratitud, el amor, los vagos temores que acechan a una vida común, los instintos, las razones secretas de ciertos comportamientos inexplicables... Estos y otros aspectos o situaciones crean un magma emocional y psicológico.

Este magma se alimenta con el puñado de historias diversas y creativas que Luisa Castro dispone como una tela de araña para representar la existencia. Y esta representación, que podría tender a lo dramático, se hace mediante lo más distintivo de la autora, un peculiar enfoque que consiste en un regular comedimiento psicológico y anecdótico. Pocas veces se sale de ello: en una actualización de la novela El Jarama donde unos cabezas rapadas causan una tragedia; en una pieza que se refiere a la esquizofrenia o en un par de casos que tratan de la venganza. El resto son cuentos de una notable normalidad, con personajes sencillos y humildes. De esas gentes se sacan afuera sus mundos privados, sus ilusiones, su disposición a la ternura o al hastío.

La autora cuenta ante todo aventuras interiores. Dice un personaje que "el placer inquieta y la suerte extermina". Otro declara: "qué insoportable es la felicidad". Jugando con la ironía y la paradoja, utilizando calculados símbolos y algunas imágenes, apelando a una emocionalidad intensa pero bien controlada, la autora habla sobre el tipo de experiencias señaladas. Todo tiene en ella el latido de lo común y cotidiano, pero también un punto de misterio que enriquece la rutinaria percepción positivista del mundo. Este es el filón que trabaja con fortuna Luisa Castro.