Letras

Mapas del tiempo. Introducción a la “Gran Historia”

David Christian

13 octubre, 2005 02:00

David Christian, por Gusi Bejer

Traducción de Antonio Moya. crítica. Barcelona 2005. 726 página. 38’90 euros

En las últimas décadas, las diferentes ramas de la ciencia han acumulado una impresionante riqueza de datos y teorías acerca de los orígenes del universo y de nuestro planeta, de la evolución de la vida y de los homínidos, de la aparición de la agricultura y de la sociedad moderna. David Christian integra todos esos saberes en un gran relato, en el que la especie humana queda situada en su entorno cósmico. El contenido de Mapas del tiempo podría resumirse en una broma que su autor cita: "El hidrógeno es un gas ligero e inodoro que, con tiempo suficiente, se convierte en ser humano".

No es ese, sin embargo, su estilo, que no pretende ser brillante ni ingenioso, sino preciso y que sigue siéndolo en su versión española, gracias a una cuidadosa traducción. Su gran tema es el del "tiempo suficiente" para los grandes cambios. Un tiempo que suma un total de unos trece mil millones de años desde el Big Bang, es decir el equivalente aproximado de doscientos millones de vidas humanas, pero cuyo ritmo ha variado mucho. Hay que medirlo en segundos para comprender el Big Bang, en miles de millones de años cuando se trata de estrellas y galaxias, en millones de años respecto a la evolución biológica de las especies y en un ritmo mucho más rápido cuando nos enfrentamos a la evolución cultural de la vida humana.

David Christian, profesor de la San Diego State University y especialista en la historia de Rusia, es uno de los impulsores de la que se ha dado en llamar "Gran Historia". ésta trata de destacar las tendencias a largo plazo que suelen pasar casi desapercibidas cuando la mirada se centra en el tiempo corto. Cuando examinamos el siglo XX, pudiera parecer que los elementos fundamentales de su historia fueron las guerras mundiales o el ascenso y caída del comunismo, pero si lo situamos en una perspectiva milenaria, nos damos cuenta de que ocurrieron fenómenos mucho más importantes. Por ejemplo, que el número de los seres humanos, que había tardado más de cien mil años en llegar a los 1600 millones de 1900, saltó a los seis mil millones en el curso del siglo XX, en el que la tasa de crecimiento alcanzó un nivel a todas luces insostenible y que de hecho ya se está reduciendo. O que el consumo de energía ha aumentado de manera espectacular, gracias al rápido consumo de los combustibles fósiles, que durante millones de años acumularon energía procedente de la fotosíntesis, con la consiguiente emisión de residuos que están teniendo un impacto sobre el clima todavía difícil de precisar. En resumen, el impacto de la humanidad en las últimas décadas constituye un episodio relevante en la historia de la biósfera, que muy bien podría conducir a la sexta gran extinción masiva de especies.

El método de David Christian es exponer las grandes teorías que mejor parecen explicar los grandes cambios que se han producido en la historia del tiempo y a continuación presentar al lector la evidencia en que los científicos se apoyan para sostenerlos. Esas grandes teorías son la del Big Bang para la formación del Universo, la de la tectónica de placas para la historia de nuestro planeta y la de la evolución para la historia de la vida. Mapas del tiempo. Introducción de la "Gran Historia" ofrece buenos resúmenes de las tres. Cuando nos enfrentamos con la historia de la humanidad, que ocupa casi tres cuartas partes de su extensión, no nos encontramos con teorías semejantes, pero un factor fundamental es que la evolución cultural, basada en la transmisión de los conocimientos aprendidos, es mucho más rápida que la biológica, basada en el azar de las mutaciones y en la selección natural.

Al explicar los orígenes de la humanidad, Christian subraya que la gran diferencia no es la que se da entre el cerebro de un ser humano y el de un chimpancé, sino que estriba en que los cerebros humanos son capaces de compartir una gran cantidad de información, tanto verticalmente, de generación en generación, como horizontalmente, entre contemporáneos. Y esto a su vez representa un incremento en la escala de la complejidad, similar al que supuso la aparición de los elementos más pesados a partir del hidrógeno y el helio primigenios o al de la aparición de los seres pluricelulares.

Los cien o doscientos mil años transcurridos a partir de que los seres humanos modernos aparecieran en áfrica los divide Christian en tres grandes etapas. La primera y más larga se caracterizaba por la existencia de muchos mundos, es decir de muchas pequeñas comunidades humanas aisladas entre sí, y por un ritmo de cambio cultural desesperadamente lento visto desde la perspectiva actual. La segunda es la era de la agricultura, en la que unas comunicaciones todavía muy lentas habían conducido a un cierto intercambio de mercancias e ideas en el seno de unos pocos mundos aislados entre sí, básicamente el continente afroeuroasiático, el americano y Australia y Nueva Guinea. Y la tercera es la era de la modernidad, que cubre unos pocos siglos de cambio crecientemente acelerado y en la que todo el mundo ha llegado a estar finalmente interconectado en una red global de comercio y comunicaciones. El gran desafío de los historiadores es explicar el origen de la modernidad, acerca del cual DAvid Christian recoge varias teorías sugerentes.

Nos queda una última observación que hacer. La lectura de Mapas del tiempo. Introducción a la "Gran Historia" requiere esfuerzo, ciertamente, pero sin duda vale la pena. La contemplación del presente desde una perspectiva cósmica produce una exaltación del espíritu similar a la que sentimos cuando observamos el paisaje desde la cumbre de una montaña. En ambos casos, nosotros estamos en lo más alto.


Acerca del futuro
El futuro más fácil de prever es el más lejano. En unos tres mil millones de años el calor del Sol extinguirá la vida y más tarde el propio Sol se extinguirá. Y si la expansión del Universo se prolonga indefinidamente, éste se convertirá en un espacio oscuro poblado de partículas elementales cada vez más lejanas entre sí. Muchísimo antes, quizá nuestros descendientes hayan abandonado la Tierra en grandes naves espaciales, cada una de las cuales pudiera dar lugar a una especie nueva, como les ocurrió a los pinzones que Darwin encontró en las islas Galápagos. Pero el único futuro en el que nosotros podemos influir es el inmediato. Quizá logremos frenar el crecimiento demográfico y mantener el ritmo de la innovación tecnológica y podamos ofrecer una vida digna a los diez o doce mil millones de habitantes que en cien años tendrá este planeta. O quizá nuestro destino sea como el de los habitantes de la isla de Pascua, una comunidad floreciente a la que arruinaron los conflictos internos y una catástrofe ecológica provocada por ellos mismos. J. A.