Recuerdo a Iris Murdoch durante la concesión del Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Alcalá en 1993. Su aspecto frágil, la mirada serena y una conversación pausada contrastaban con la fuerza de novelas como Bajo la red y ésta El mar, el mar, su obra cumbre. En ella su protagonista, Charles Arrowby, nos cuenta la historia de su vida, o del que fue su primer amor, pues después de años encumbrado en el universo teatral decide retirarse, junto al mar, para escribir sus memorias. "El tiempo puede separarnos de las personas y convertirlas en fantasmas", le dice James, y ése es el nudo gordiano de la novela que deberá solventar Arrowby. O tal vez no sólo él, sino todos nosotros.