Trece por docena
Varios Autores
26 enero, 2006 01:00"Trece relatos, trece autores, trece trabajos literarios" que sólo coinciden en el espacio lingöístico y en el empeño del libro que los reúne. Sólo la realidad que vivimos le sirve de materia al discurrir de conciencias que se distancian de sí mismas para no caer en el discurso ensimismado: además le brinda tonos desde los que protegerse con humor, con ironía y distancia. Realidad en la que conviven sin estorbarse el contraste de formas y motivos, la vehemencia envolvente con el desamparo escabroso, lo surreal y lo real acentuando desalientos, desajustes y soledades.
Hay de todo y para todos los gustos, y hay un representativo empeño por trabajar con esmero la esencia constructiva del relato, eso que algunos llaman saber atajar por los vericuetos de la elipsis, y otros las reglas de la gramática del relato moderno. Destaca igualmente cierta sobriedad expresiva que resulta persuasiva, como si los misterios poéticos, los excesos estilísticos, cedieran su lugar a referentes próximos, a esquemáticas alusiones a aquellos de quienes somos deudores. De hecho todos sus autores cuentan en su haber con algo más que devaneos prosísticos y aunque no es posible pararse en cada uno sí cabe nombrarlos siguiendo el orden alfabético con que el libro los presenta: R.L. Bande, I. Batallé, X. Borraza, M.A. Delgado, A. Epaltza, J. González, Jaureguizar, X. López, Llort, J.A. Martín, P. Sastre y A. Zabalbeascoa. Y de nuevo insistir en que el conjunto se ofrece como un libro de perfiles poco usuales también en el esfuerzo formal por enriquecerlo con la doble versión de las lenguas peninsulares no castellanas, porque recoge tres muestras de la lengua gallega, tres del euskera y otros tantos del catalán y del castellano, un total de doce al que añade, el autor de la edición, el capricho de retar el pesimismo de la cifra trece con un único representante de la lengua asturiana. A Bértolo hay que reconocerle su apuesta por la aventura de la prosa, su inquietud por demostrar que la literatura nunca está quieta.