Historia de Google. Secretos del mayor éxito empresarial de nuestro tiempo
David A. Vise y Mark Malseed
30 noviembre, 2006 01:00Montaje de Carlets
Al comienzo de su aventura, Brin y Page contaron con los consejos de David Filo, uno de los fundadores de Yahoo. Él fue quien les animó a que desarrollaran ellos mismos el proyecto. Aunque el potencial era enorme, se encontraron con la negativa de muchos portales, que consideraban el tener un buen buscador como algo secundario en sus objetivos. Muchos han desaparecido hoy.
Internet es un medio por el que circulan miles de millones de documentos. Desde la creación de la red su complejidad, su desmesurada capacidad de almacenar información, ha constituido un problema que ha tratado de resolver toda una tropa de científicos compuesta sobre todo por informáticos e ingenieros. La preocupación común de todos ellos ha sido, y sigue siendo, dar con la manera más fácil para el usuario de encontrar lo que está buscando.
Sergey Brin y Larry Page, fundadores y propietarios de Google, se conocieron, como narran Vise y Malseed, en la californiana Universidad de Stanford en 1995. El nacimiento de Brin se produjo en Moscú en 1973, en el seno de una familia que pudo emigrar a Estados Unidos cuando Mijail Gorbachov inició el proceso que transformó la Unión Soviética en la Rusia actual. Hijo de matemáticos, se adaptó con facilidad a la vida norteamericana -los emigrantes de origen ruso judío son la minoría que mejor y con más éxito se instala en Estados Unidos. Su capacidad para la informática y las matemáticas le permitió, siendo muy joven, obtener una beca para hacer el doctorado. Larry Page, hijo de divorciados, nació en 1972. Nieto de uno de los primeros colonos del desierto de Arad en Israel, fue también un brillante estudiante de ingeniería informática y gestión de empresas.
Brin y Page tuvieron la fortuna de aterrizar en el departamento de Informática de Stanford, un departamento que, como escriben Vise y Malseed, olía a dinero desde que una empresa de nuevas tecnologías llamada Netscape salió a bolsa el 9 de agosto de 1995. Este curioso producto llamado "navegador" revolucionó Wall Street y Silicon Valley con tal fuerza que a los dieciséis meses ya valía tres mil millones de dólares. La salida a Bolsa de Netscape es el punto de inflexión que marca el despegue de la era Internet y la aparición de una mentalidad semejante a la de la fiebre del oro. Mientras en la Costa Este, tanto la Universidad de Harvard como el prestigioso MIT y otros centros académicos de alta investigación no daban facilidades a sus estudiantes de doctorado para que trabajaran en proyectos comerciales utilizando los recursos de la universidad, en la Costa Oeste la cosa era distinta. En California, la Oficina de Patentes y Tecnología tenía un punto de vista amplio y colaboraba en la obtención de patentes conseguidas a través del trabajo de profesores y alumnos en las universidades, patentes que a través de acuerdos permitían crear empresas y hacerse ricos a muchos científicos punteros. El departamento de Informática de la Universidad de Stanford veía con muy buenos ojos que ciertas investigaciones en nuevas tecnologías desarrolladas por sus miembros tuvieran una traducción empresarial y que ello enriqueciera a profesores que de esta manera no sentían la necesidad de abandonar la universidad.
Uno de los efectos de la investigación de primer orden desarrollada en Stanford fue atraer a las sociedades de capital riesgo, sociedades de inversión muy agresivas, que realizaban inversiones de alto riesgo en los inicios de empresas creadas al calor de las nuevas tecnologías. Ponían dinero a cambio de acciones con la esperanza de cobrárselo después cuando las acciones salieran a Bolsa o se vendieran. La presencia en los alrede-
dores de la Universidad de Stanford de estas sociedades de capital riesgo facilitaba a profesores y estudiantes obtener financiación y asesoramiento con una facilidad que no se daba en la Costa Este de Estados Unidos.
En esta atmósfera de exigencia intelectual, ingeniería informática y dinero para financiar proyectos, Brin y Page desarrollaron, en el otoño de 1997, en el curso de su doctorado, un motor de búsqueda al que acabaron llamando Google, que viene de googol, término usado en matemáticas para referirse a 10 elevado a la 100. A través del boca a boca se extendió por todo el campus la utilidad del nuevo motor de búsqueda. El éxito de éste planteó la necesidad a Brin y Page de crear una empresa. El dinero necesario lo puso Andy Bechtolsheim, un millonario informático e inversor, amigo de uno de los profesores del doctorado de Brin y Page. Les soltó 100.000 dólares sin condiciones. EL 7 de junio de 1999, sin que se hubiera cumplido todavía un año desde su abandono del doctorado y de su salida de Stanford, anuncian en prensa que Kleiner Perkins y Sequoia, dos sociedades de capital riesgo, invertían 25 millones de dólares en Google Inq. En Stanford y en Palo Alto no se lo podían creer. Brin y Page, como escriben Vise y Malseed, habían hecho un negocio redondo, tenían el dinero para construir su motor de búsqueda, y el control y el poder para tomar las decisiones que considerasen adecuadas.
La expansión de Google estuvo llena de aciertos. Se creó Googleplex, un espacio de trabajo agradable y desenfadado que mas parecía un campus universitario que una empresa. Se organizaban fiestas con frecuencia y se contrató a un excelente cocinero capaz de satisfacer los gustos de una plantilla cosmopolita que crecía a una velocidad vertiginosa. Los sueldos no eran altos pero se gratificaba a los empleados con acciones de la compañía -muchos se hicieron millonarios al salir a Bolsa- y se les permitía que el 20 por ciento de su tiempo de trabajo pudieran dedicarlo a proyectos propios. De este modo consiguieron arrebatar buenas cabezas a las compañías de la competencia y mantener a los que trabajaban para ellos. La salida a Bolsa en 2004 fue todo un acontecimiento. De repente Google tenía un valor bursátil superior al de otras muchas empresas más antiguas y consolidadas.
En opinión de los autores de este volumen, Google es el motor de búsqueda en Internet más potente y usado en el mundo. Es también una fábrica de hacer dinero gracias a su capacidad para efectuar 120.000 búsquedas por minuto. Las ventas de Google vienen de los miles de millones de clics en los anuncios de Internet que aparecen junto a los resultados de la búsqueda y en los cientos de miles de sitios web que forman parte de su extensa red de filiales. Como podemos leer en estas páginas, Google ha desarrollado también un motor de búsqueda para imágenes, grupos de noticias y directorio. En 2003 Google inauguró una sede en Madrid, otra en Dublín y un centro de ingeniería en Zurich. A lo largo del año pasado se abrieron delegaciones en China, Suecia, México, Brasil y otros lugares del mundo. En total 4.183 trabajadores. Mientras todo esto sucedía, Google se embarcó en un proyecto de biblioteca virtual, ya en ejecución, que consiste en digitalizar las mejores bibliotecas de todo el mundo y en desarrollar un sistema instantáneo de traducción. Aunque el dato no aparece en este volumen, conviene recordar que hace unas semanas Google compró YouTube, la exitosa empresa de vídeos en Internet, por la abrumadora cantidad de 1.300 millones de euros.
Minucioso y documentado, este volumen enseña muy bien al lector lo que es Google, lo cual no es poco. No obstante, pasa de puntillas por problemas derivados de su propio sistema de uso y del almacenamiento indefinido de datos tales como el de la privacidad del usuario, los derechos de autor o los relativos al multiculturalismo.
El sorprendente éxito de Google
Simultáneamente a la aparición de la Historia de Google acaba de aparecer Búscame. El sorprendente éxito de Google, de Neil Taylor (traducción de Eduardo Llobet. Ed. Gestión 2000. Barcelona, 2006. 144 páginas). Neil Taylor es otro de los muchos fascinados por Google, la marca cuyos usuarios utilizan sin pagar. La marca que no necesita hacer publicidad porque es un excelente producto que se difunde gracias al boca a oreja. Experto en marcas, Taylor es el director creativo de "The Writer", desde donde asesora a empresas sobre el modo de hallar los términos que mejor expresan su identidad.
Este volumen forma parte de una serie titulada Historias de grandes marcas. No puede extrañar que la faceta de Google recogida con mayor atención sea lo que constituye aquello que los expertos en marketing denominan marca. La "articulación de la marca" gira, en opinión de Taylor, en torno a la frase acuñada por Brin y Page como lema de Google, "no seas malo" ("don’t be evil") y a su logo, de intención inocente, dibujado sobre un amplio fondo blanco. Al hilo de esta reflexión Taylor muestra al lector de un modo breve y ordenado las funciones y utilidades básicas de Google. B. S.