Letras

Encuentros con Beckett

Charles Juliet

4 enero, 2007 01:00

Trad. Julia Escobar. Siruela. 2006. 88 páginas, 10’90 e.

No es fácil entrevistar a un escritor que concibe su propia obra como una pregunta sin respuesta, con una poética que desemboca en un nihilismo, que abdica de la razón y la palabra. Sin embargo, Samuel Beckett (1906-1989) habló. Admitió que su cuerpo declinaba, pero no las ideas, que ardían en su interior. Siempre había albergado la duda no existir, de no haber nacido, pero la escritura brotó como un impulso incontrolado, sin preocuparse del yo. Sin tachaduras ni un plan previo, se estableció un diálogo entre la mano y la página, que se interrumpió cuando se impuso la necesidad del silencio. Beckett entendió que el ser no puede expresarse, que la muerte es la condición de posibilidad de lo que existe y que la nada es la matriz de la vida. La creación siempre es un fraude. Hay "una indecencia ontológica" en el arte, pero es el único espacio donde el espíritu puede respirar. Beckett nunca percibió el mundo como su hogar. Menos aún su propia subjetividad. Al mirar atrás, considera que no ha dicho nada, pero se conforma con haber contribuido a la destrucción de la lógica y del sujeto.