La hembra de nuestra especie
Joyce Carol Oates
25 enero, 2007 01:00Joyce Carol Oates. Foto: Universidad de Princeton
Probablemente sea Joyce Carol Oates la autora más prolífica de la literatura norteamericana actual. Su nómina de títulos supera con creces el medio centenar entre novelas, colecciones de relatos, volúmenes de poesía, obras teatrales, y estudios críticos... y, sin embargo, con cada nueva entrega logra un cierto grado de sorpresa; lo mismo ficciona la vida de un mito como Marilyn Monroe en Blonde, como recrea escabrosas situaciones históricas como la protagonizada por Ted Kennedy y recreada en Black Water.La intencionalidad al traer estos dos ejemplos a colación es clara; aunque a primera vista parezca que ambas novelas tratan temas dispares en las dos se conjuga el común denominador en la narrativa de Oates: mostrar el desequilibrio psicológico que atenaza a la persona, a las mujeres especialmente, en el mundo moderno. éste es también el sustrato que hace germinar los nueve relatos rea-grupados en La hembra de nuestra especie. Todos ellos aparecieron publicados con anterioridad en distintas revistas norteamericanas entre el 2001 y el 2004. Se trata de nueve historias en las que encontramos otras tantas situaciones escabrosas protagonizadas por mujeres. Oates parece especialmente interesada en reflejar la parte más oscura de la psique femenina, ya sea a consecuencia de traumas infantiles o de frustraciones sexuales. Al finalizar la lectura de los relatos, la expresión "sexo débil" referida a las mujeres se antoja, cuando menos, errónea, y no tanto por sus criminales actuaciones como por la fuerza de sus personalidades, infinitamente mejor definidas que las de los hombres. Las mujeres se convierten unas veces en "asesinas" y otras en víctimas. Lo verdaderamente sorprendente no son las escabrosas muertes en sí mismas -que lo son-, sino que personas aparentemente normales, incluso una adolescente, puedan llevar a cabo tan horrendas acciones. Todavía hay más, pues no son únicamente las situaciones atípicas las que provocan perplejidad; es el día a día, el propio autodescubrimiento de los personajes lo que resulta especialmente conmovedor: "Si vuelvo la vista atrás, no dejo de sorprenderme, quizá con una pizca de orgullo, cuando reparo en las cosas que he llegado a hacer por estar tan locamente enamorada, mientras no dejo de pensar: Eso no he podido hacerlo yo; ésa no soy yo" (pág. 15).
Quien esto decía era la narradora-protagonista de "Con la ayuda de Dios", una mujer que, a fuerza de recibir anónimas llamadas telefónicas, termina por asesinar a su marido. También asesina a uno de sus clientes Doll, la niña protagonista de "Doll: Una historia de amor a orillas del Mississippi", quien se prostituye bajo el amparo de su pad(rastro). No asesina sino víctima será la Sra. G., protagonista de "Títeres de Madison", una mujer que busca lo que realmente anhela y encierra su alma: la perfección, en la ilusión de encontrarla en las elegantes tiendas de las más reputadas firmas de moda. También pertenece a la clase alta la protagonista de "Hambre", Kristine. Su idílico, opulento y ordenado mundo se verá alterado por la súbita irrupción de Jean-Claude, iniciándose una suerte de ensoñación -"Su rápida y brusca forma de hacer el amor que, de pronto, se vuelve todo ternura. Otra vez, rápida, brusca y dura y, de nuevo, tierna" (pág. 146)- y que, como el resto de las historias, terminará irremisiblemente en tragedia.
También merece la pena mencionar las dos últimas historias, "El ángel de la Ira" y "El ángel de la misericordia". Esta última, junto a la mencionada "Doll: Una historia de amor a orillas del Mississippi", tienen una clara vocación experimental. "La Banshee" y "Dime que me perdonas", por el contrario, no resultan ni conceptual ni argumentalmente tan depuradas e interesantes como el resto de los relatos de La hembra de nuestra especie.
OATES Y EL BOXEO
Una de las pasiones menos conocidas de Joyce Carol Oates es el boxeo. Contagiada desde la infancia por la afición de su padre, hace unos años publicó On boxing (De boxeo), en el que, por ejemplo, escribe: "Si el boxeo es un deporte, es el más trágico de los deportes, porque más que ninguna otra actividad humana consume la propia esencia de lo que muestra".