Nicanor Parra. Obras Completas & algo más (1935-1972)
Nicanor Parra
1 febrero, 2007 01:00Nicanor Parra. Foto: Claudio Pérez
Antes de introducirnos en este volumen, el primero de los dos que se anuncian, tal vez convenga enumerar la lista de colaboradores. La edición de estas casi Obras Completas (siempre hay un casi en este tipo de ediciones) ha estado al cuidado de Ignacio Echeverría, lo que constituye ya una garantía de trabajo bien hecho. La edición de los textos de Parra ha sido establecida por su mejor especialista, Niall Binns. A continuación, figura un breve prólogo de Harold Bloom, quien se atreve a asegurar: "si el poeta más poderoso que hasta ahora ha dado el Nuevo Mundo sigue siendo Walt Withman, Parra se le une como un poeta esencial de las Tierras del Crepúsculo". No sólo son acertadas palabras sintetizadoras de un crítico, parecen las de un poeta. Y son justas.Conviene, sin embargo, que aún antes de intentar abrirse camino en la enmarañada jungla de su obra, el lector no pase por alto las "Consideraciones previas" firmadas por Los Editores, aunque cabe suponer que surgen de los criterios establecidos por Echeverría, bendecidos por el propio Parra, quien a sus noventa y pocos años ha decidido vencer su reticencia a aglutinar sus libros y otros textos. El lector podrá disponer de dos prólogos más extensos, uno de Binns, que trata de establecer la "antipoesía" de Parra como el hilo de Ariadna de su producción y otro de Federico Schopf, sin duda el mejor conocedor de la poesía chilena. Aunque se solapen en ocasiones, ambos poseen la rigurosidad imprescindible para entender el objetivo de un poeta tan renovador y posvanguardista. Las páginas CXXXIII-CXLI constituyen una útil cronología hasta 1972 y no pueden faltar unas útiles y amplias notas a los textos, así como índices de primeros versos, de "Artefactos" e incluso los de su Poesía rusa contemporánea, traducida por Parra, que figurará como el Anexo II.
Nicanor Parra no recibió el premio Nobel para el que fue nominado en 1972, pero sus poemas fueron traducidos al inglés, ya en 1967, por Ginsberg, Ferlinghetti y William Carlos Williams, entre otros. Muy apreciado en los países de habla inglesa, sus heterodoxos Poemas y antipoemas no se publicarán en España, en Seix Barral, hasta 1972. En su entorno poético descubrimos la gran poesía chilena del momento: el más tarde Nobel Pablo Neruda, Huidobro, Gabriela Mistral, otra Nobel, y una pléyade de jóvenes de su misma promoción, como Enrique Lihn o Jodorowsky. Los tres colaboraron en "El Quebrantahuesos" en 1951, diario mural cuyos ejemplares, los que se conservaron, se reproducen aquí. Por los mismos años, en Cataluña, Brossa iniciaría una evolución que habría de llevarle también a la poesía visual y a los artefactos poéticos.
En este volumen podemos reencontrarnos con los primeros textos del poeta y su primer libro, que no había vuelto a publicarse, Cancionero sin nombre (1937), ya entonces laureado, de influencias lorquianas, aunque convendría matizarlas. Es cierto que se sirve del romance y de algunas de sus imágenes, pero versos como: "Deme un membrillo, señora,/ que voy a morirme de hambre" no responden a la intencionalidad del Romancero gitano, antes anticipan ya el absurdo surrealista de lo que decidirá calificar de "antipoema". La decantación hacia lo popular se manifestaría también en los poemas procedentes de dos antologías, 1939 y 1942, aunque culmine en las coplas chilenas de La cueca larga (1958), pero el volumen, sin atender al orden de publicación, se inicia con sus tres partes bien diferenciadas de Poemas y antipoemas (1954), que fue presentado como tres libros diferenciados.
Tal vez el poema que define las inquietudes de Parra en este período de su poesía, ya profesor de Física y sentimental a la contra, sea "Soliloquio del individuo", que cierra la colección reordenada de otro modo de la que sería su primera obra completa y aún más incompleta: Obra gruesa (1969). Fernando Alegría, uno de los grandes críticos chilenos de la época saludó La cueca larga con palabras reveladoras sobre su recepción: "Cuando Parra triunfa con La cueca larga en la ramada, bajo el sauce, junto a la acequia a la línea de tren, es porque la gente huasa le ha considerado uno de los suyos, le ha reconocido y apreciado su cinismo, [...] su bulliciosa amargura y sus sangrientas parodias de las instituciones burguesas". No sé, sin embargo, si aquella "gente huasa" podía apreciar de igual modo los temibles Artefactos (1972), suma de imagen y texto que, reproducidos ahora (pp. 315-556), quedan más cerca de un dadaísmo adaptado a su manera que del surrealismo.
También en ellos figuran preocupaciones religiosas (algunas provocadoras) que constituirán una constante de su obra: "QUO VADIS NICANOR/ A QUEMAR/ ZARZA/ a ver si se nos aparece Dios" junto al dibujo de un hombre con una maleta y sin cabeza, en cuyo hueco se sitúa parte del texto. Algunos advierten en "Los profesores" (1971) un poema enumerativo como uno de sus mejores logros poéticos. Parra amplifica la nerudiana enumeración caótica (otorgándole un sentido al caos) para designar una profesión de quienes ejercían la docencia con "tanta manía pedagógica", mientras se producían dos guerras mundiales. Pero ya desde Versos de salón (1962) en el poema "Cambios de nombre" había revelado el objetivo de su estética: "El poeta no cumple su palabra/ Si no cambia los nombres de las cosas". Si los zapatos, sigue, deben llamarse ahora ataúdes, "Al propio dios hay que cambiarle el nombre/ Que cada cual lo llame como quiera:/ ése es un problema personal". Pero el poeta se nos ofrece como un observador parcial. Sus versos denotan, aunque también sugieren al lector. Pasa de lo cotidiano en un cementerio a una escena galante o a servirse de un mito romántico, "La doncella y la muerte", despojándole ahora del misterio, aunque enlace, una vez más, erotismo y muerte. Las Canciones rusas (1967) responden a un irónico mañana, "...lo único/ De lo que realmente disponemos". En Los trapos al sol reúne textos dispersos de épocas diversas, publicados en revistas, incluidas las prosas de "Gato en el camino" o "El ángel", calificada como "tragedia novelada". En este apartado sitúa también su primer libro, ya mencionado, así como "Una poética", procedente de "De [13 poetas chilenos]" (1948) ilustrativa de su estética: "La función del artista consiste en expresar rigurosamente sus experiencias personales sin comentarios de ninguna especie. [...] La función del idioma es para mí la de un simple vehículo.[...] Huyo instintivamente del juego de palabras. Mi mayor esfuerzo está permanentemente dirigido a reducirlas a un mínimo".
En Poetas de la claridad (1958) rememora la antología de 1938, donde publicaron ocho poetas noveles, cuyo objetivo era "el canon de la claridad conceptual y formal", admite las lecturas de Freud y el surrealismo "mandragórico" (de la revista "Mandrágora"). Ya en Obra gruesa se había servido de la fórmula de los telegramas para definir su estética desde el ángulo político: "Yo no soy derechista ni izquierdista/ Yo simplemente rompo moldes". Y en Emergency Poems (1972) podemos descubrir junto a un poema como "Viva Stalin" la "Canción para correr el sombrero", donde describe a un Tolstoi caricaturizado por una larga enumeración de desgracias y convertido en un heroinómano atracador. A esta serie corresponde el significativo: "SIETE/ son los temas fundamentales de la poesía lírica/ en primer lugar el pubis de la doncella/ luego la luna llena que es el pubis del cielo/ los bosquecillos abarrotados de pájaros/ el crepúsculo que parece una tarjeta postal/ el instrumento músico llamado violín/ y la maravilla absoluta que es un racimo de uvas".
Disponer en este primer y grueso volumen de los materiales de Parra hasta 1972 constituye un acontecimiento. Echarán de menos los lectores que le hayan seguido libros posteriores que han de aparecer en el segundo volumen, las Prédicas y sermones del Cristo de Elqui (1977) y su continuación (1979).
La obra de Parra culmina aquí, pero sigue hasta hoy. Si no lo habían descubierto con anterioridad, no se la pierdan. Es más que un clásico moderno. Su antipoesía es un eslogan tras el que aparece, con enorme sentido crítico, un autor contradictorio como nuestro tiempo. Tendrán también escuetas noticias de la cantante Violeta Parra, su hermana y colaboradora, que se suicidó; de sus problemas políticos con la izquierda cubana y chilena (su famoso té en la Casa Blanca con los Nixon), de su actitud ante la dictadura de Pinochet, de sus continuos viajes por todo el mundo. No cabe duda de que Nicanor Parra es una de las voces insustituibles en este siglo XXI, aunque su voz arranque del pasado. No pueden perdérsela.
Desparrame de antipoesía
Tal vez el reconocimiento del valor poético de Parra y su innegable influencia, no reconocida aún suficientemente, en la poesía en lengua española se haya visto perjudicada por el acierto de lo que él designó como "antipoesía", que no es sino otra perspectiva poética, el reverso de una estrategia expresiva modificada por el humor. Desde los románticos, éste había penetrado en el quehacer poético, de Lord Byron a Esproceda y hasta Campoamor o algunos modernistas y artífices de las vanguardias históricas, también en España y, tal vez, vendría aquí a cuento el "postismo" de postguerra, con Carlos Edmundo de Ory. No menciono el nombre de Campoamor en vano, puesto que como Parra, aunque de forma más burda, trató también, a su manera, de enlazar la poesía, para que se entendiera moderna, con el prosaísmo y la lengua popular, objetivo de otros poetas hispánicos de la promoción de Parra y la española de los 50.