César Aira

César Aira

Letras

Las curas milagrosas del doctor Aira

8 febrero, 2007 01:00

César Aira

Mondadori. Barcelona, 2006. 239 páginas. 15,50 €

Este volumen recoge tres obras cortas de uno de los autores más originales de la actual narrativa argentina, acompañados por un apéndice de textos sueltos de naturaleza ensayística. Se trata de una amalgama un tanto sorprendente. El lector que no conozca novelas características del autor, como Cumpleaños, Canto castrato o Cómo me hice monja, encontrará aquí algunos rasgos definidores de Aira, pero no logrará hacerse una idea cabal de lo que su literatura ofrece.

Para empezar, la única novela propiamente dicha -si se entiende por tal una secuencia de hechos ficcionales- es la que da título al volumen, donde el pintoresco personaje del doctor Aira, perseguido sin tregua por su contrincante Actyn, nos sumerge en lances de tan inesperado desenlace como el de la ambulancia -espléndidamente narrado, por lo demás- o como el del enfermo incurable, donde, en un progresivo alejamiento de cualquier circunstancia “verosímil”, se apunta ya claramente a una alegoría de la creación, que hace pensar en modelos como Borges o Arlt, de los que Aira se separa gracias a un tratamiento violentamente expresionista que proporciona un escorzo peculiar a los hechos relatados.

Por el contrario, El tilo es una recreación de recuerdos infantiles elaborada por un narrador cuyas características esenciales coinciden con las del autor, circunstancia que, naturalmente, puede dejarse a un lado para leer estas páginas como un texto narrativo de ficción, sin más, porque lo decisivo aquí no es la identificación autobiográfica, sino la intensidad de los elementos evocados, la extraordinaria sutileza con que se encadenan hechos familiares y situaciones históricas -con dardos irónicos sobre el peronismo como fenómeno-, la selección de informaciones que sostienen la “crónica” (p. 118) que el narrador confiesa estar elaborando con el propósito de “recuperar aquel viejo yo” (p. 166) que unas sensaciones sueltas -unos árboles, el recuerdo lejano de una plaza, una bicicleta- despiertan en la memoria.

El tilo constituye, por la exacta dosificación y el equilibrio de sus componentes, por el ritmo narrativo e incluso por la difícil sencillez de su estilo, un ejemplo inmejorable de prosa rememorativa, con un lirismo que fluye oculto, subterráneo, bajo la superficie del texto, sin que, a pesar de ello, éste acuse en ningún momento vetas sentimentales deliberadas y explícitas. Todo adquiere así la naturalidad de lo espontáneo, la sinceridad de una confesión serena en la que la distancia cronológica con respecto a los hechos evocados ha permitido que la historia adquiriese un sedimento, un poso de recuerdos esenciales consolidado mientras se evaporaban los datos superfluos.

Por lo que se refiere a la tercera historia, titulada Fragmentos de un diario en los Alpes, la libertad creativa del escritor la aproxima a un “diario” real y a un personaje más o menos identificable con el autor, acogido durante unos días en la casa de unos amigos franceses. Pero tampoco aquí hay que caer en la ingenuidad de la lectura biográfica tout court, porque lo que se desarrolla es el descubrimiento progresivo de un “interior” lleno de objetos y elementos decorativos heterogéneos -libros, muñecas, muebles, cuadros, revistas, fotografías, objetos de escritorio...- que la pupila va registrando cuidadosamente y que actúan como otros tantos estímulos aptos, tal vez, para constituir el magma en que se engendra la creación.

Porque estos Fragmentos de un diario en los Alpes, título que recuerda los Fragments d'un discours amoureux, de Barthes, son en realidad anotaciones -esquemáticas, seleccionadas por el narrador- sobre los mecanismos de donde surge el acto creador: objetos evocadores, lecturas, obras artísticas, recuerdos avivados por todo ello. Que el planteamiento, con su vitola de diario, nos coloque a veces lejos de los relatos tradicionales y al borde del ensayo es algo que no debe extrañar. Lo raro sería encontrar en Aira un planteamiento narrativo que no tuviera una espesa urdimbre intelectual.