Elogio de la impureza, invenciones e intervenciones
Benjamín Jarnés
12 julio, 2007 02:00Benjamín Jarnés. Por Grau Santos
Jarnés, el impuro. De la misma manera que ninguna sombra afea a los grandes genios del 27 poético, sobre los prosistas persiste una desmemoria que los años acentúan. Ahora la FSCH se ha propuesto rescatar de la indiferencia a Benjamín Jarnés, quizá el más exquisito de los prosistas de principios del siglo pasado, con un volumen que revisa en estas páginas Ricardo Senabre. Y para ilustrarlo de la mejor manera porible,es decir, con la prosa jarnesiana, ofrecemos uno de los inéditos del libro.
En conjunto, este compendio de la obra jarnesiana es del mayor interés. Recoge numerosos relatos del autor, a menudo en versiones poco difundidas, y también varios ensayos y conferencias, con algunos textos inéditos, como el que cierra el volumen, titulado "Discurso a un combatiente", escrito cuando Jarnés se encontraba, en calidad de capitán del ejército de la República, en Quintanar de la Orden durante la primavera de 1937. Es sumamente instructivo leer estas páginas, compuestas en plena guerra civil, y atisbar al exquisito prosista, al peculiar homme de lettres que fue Jarnés, defendiendo con serenidad la convivencia y la tolerancia como supremos valores sociales.
Un certero y ajustado prólogo de Ródenas de Moya añade valor a esta compilación que no es una edición más del escritor aragonés, beneficiado ahora por esta renovada y justa atención de la crítica.
El gran vanguardista. Hijo de familia más que numerosa (fue el 17 de 22 hermanos, hijos del sastre y sacristán de un pequeño pueblo de Zaragoza), Benjamín Jarnés (Codo, 1888-Madrid, 1949) cursó estudios eclesiásticos (que no terminó) y en 1909 ingresó en el cuerpo administrativo del ejército, donde permaneció hasta 1926. En 1919 fue trasladado a Madrid y eso cambiaría su vida: entregado al periodismo y la literatura, se convirtió en el más asiduo colaborador de Revista de Occidente. En 1939 se exilió a México, donde fue profesor, y sólo regresó a España en 1948, ya mortalmente enfermo. De su prosa señaló Ricardo Gullón que "dentro de las vanguardias alcanzó un nivel de expresividad y belleza no superado -quizá no igualado- por ninguno de sus coetáneos" Que eran los del 27. Entre sus obras destacan Viviana y Merlín, Fauna contemporánea o Ariel disperso.
Discurso a un combatiente
Los combatientes de retaguardia no debemos hacernos muchas ilusiones sobre nuestro heroísmo. Somos poca, muy poca cosa, frente a los héroes de verdad.
Los héroes de verdad que me escuchan sabrán comprender bien el alcance de mis palabras. Para todos ellos mi saludo más ardiente, el más apasionado. [...]
Pueblo, plebe, público... ¡Son cosas tan distintas! Plebe es aquella muchedumbre holgazana que en otro tiempo se agolpaba al paso de los césares para pedirles pan y espectáculos gratuitos. Pueblo es aquel torbellino humano que abrió de par en par la Bastilla. Plebe es aquella muchedumbre que hace unos días se arrastraba a los pies de los caciques para conseguir, en perjuicio de otro, el quebrantamiento de una ley. Pueblo es aquel sereno puñado de hombres que un día, en Zaragoza, alzó la frente para desobedecer a Felipe II, el tirano entonces de España. Plebe es la grey ociosa, pueblo es la trabajadora. Plebe es lo que destruye, pueblo es lo que edifica. Plebe es el parásito, el que vive del zumo ajeno; pueblo es el que vive por sí mismo, de su propio rendimiento.
Plebe, en fin, es todo aquello que en el hombre es sombra, lastre, escoria. Pueblo es todo aquello que en el hombre es luz, inteligencia, energía.
Por eso quiero ser pueblo, no plebe. Porque quiero ser manantial, no cisterna. Porque quiero ser productor, vivir de las únicas rentas estimables: las del trabajo. No quiero ser plebeyo, quiero ser noble. Y quiero que se instaure en toda España la verdadera y triple nobleza: la nobleza de la bondad, la nobleza de la inteligencia, la nobleza del esfuerzo.
Y estas cosas no las digo a un público, sino al pueblo. Públicos hay muchos. Cualquier villano autor ha tenido su público. Cualquier cortesana danzante lo ha tenido. No quiero hablar a un público, quiero hablar a un pueblo. Precisamente en uno de mis libros he reprochado a Castelar este enorme defecto: no hablar al pueblo, sino a un público. Era un hombre de gran escenario, conocía y saboreaba el alcance de su soberano artificio. De su soberano artificio frecuentemente ineficaz.
Cuando Castelar, como Cicerón o Juan Belmonte, acababan de hablar o torear, el público decía: Qué bien ha quedado. Cuando acababa de hablar Demóstenes, el pueblo rompía a gritar: ¡A matar a Filipo! Filipo era el tirano . Esta es la diferencia entre el público y el pueblo, entre el hombre de público y el hombre fundido con su pueblo.
Con esto queda contestado mi buen amigo y agresor. De él como de todos espero nuevas preguntas, nuevas agresiones, aunque no a boca de jarro.
Pronto -repito- se aprende a vivir. Tarde se aprende a convivir. No lo olvidemos: ésta es la suprema ciencia social.
Ciencia que todos estamos obligados a cultivar. Vivimos en una época de problemas colectivos, pero éste de convivir debe ser el primero. Alguna vez la sociedad pudo ser algo así como un rebaño; hoy -afortunadamente¾ se parece mucho más a una máquina, donde cada ciudadano es una pieza necesaria. [...]