Image: La vida de Rainer  Maria Rilke. La belleza y el espanto

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Letras

La vida de Rainer Maria Rilke. La belleza y el espanto

por Antonio Pau

26 julio, 2007 02:00

Retrato de Rilke de una de sus mejores amigas y mecenas, la princesa Marie Thurn Und Taxis

Trotta. Madrid, 2007. 516 páginas, 30 euros

La biografía que de Rainer Maria Rilke ha escrito Antonio Pau no tiene por fin primordial acumular datos, conocidos o no, sobre Rilke, sino ofrecernos una visión en profundidad del poeta, repasando, eso sí, cuidadosamente, las más sobresalientes claves de su vida y deteniéndose también en el análisis -a veces con detalle, como en el caso de las Elegías de Duino- de sus obras más señaladas. Hay también otra característica relevante en este libro y es que, en todo momento, el biógrafo acompaña los hechos cronológicos o las circunstancias creativas con citas muy selectas de la obra de Rilke, particularmente de sus poemas, y siempre en versión bilingöe. Estas citas oportunas, muy clara y melodiosamente vertidas, son un magnífico complemento del relato, ascendente por lo dramático, de la vida; relato que, por lo demás, también fluye con su propia música, al utilizar Pau un estilo encendido, emocionado, que sintoniza -como debe ser- con los hechos tan intensos y excepcionales de la vida narrada.

Esta sensación de revelar atmosféricamente los hechos de la vida de Rilke está muy lograda al transmitírsenos un tema central como es el de la soledad que le tocó vivir a este poeta (o que, más bien, él mismo escogió, de una manera tan radical como justificada). Si de algo es el resultado la poesía de Rilke, es de esas largas temporadas de soledad -en grandes ciudades o en los lugares más apartados- en las que el poeta sólo se debía escuchar a sí mismo; o a la voz que comenzaba dictándole sus poemas. Esta necesidad de vacío pleno se agudiza cuando se establece en el torreón suizo de Muzot y se desencadena la escritura en unas fechas muy concretas, las que van del 2 al 23 de febrero de 1922. En estos pocos días -tras unas Navidades desoladas- no sólo completa las Elegías tan angustiosamente interrumpidas, sino que escribe un nuevo libro, Los sonetos a Orfeo. (En opinión de Pau el Orfeo rilkeano será incluso una figura superadora de los ángeles.) Dos cartas que le envía a continuación -una a la princesa Maria Thurn und Taxis y la otra a su traductor polaco- nos muestran cuál fue el acelerado proceso creador de los poemas en aquellos días en los que el poeta apenas comió.

Esta etapa creativa final no sólo es importante literariamente sino que en ella Rilke obtiene las respuestas claves a preguntas que él se había hecho a lo largo de su vida y que esta biografía pone muy bien de manifiesto; respuestas del tipo de "Todos esos contrarios aparentes coinciden en un punto, en un sitio, en un lugar en que cantan el himno de sus bodas. Y ese lugar es, de momento, nuestro corazón". O también: "No hay ni un acá ni un allá, sino la gran unidad". También de la carta a su traductor es, seguramente, la más bella frase en prosa que Rilke escribiera y que alude a un pensar y a un sentir esencial, en los límites: "Somos las abejas de lo invisible. Libamos desesperadamente la miel de lo visible para acumularla en la gran colmena de oro de lo Invisible". Había dado, al fin, con esa unidad que era la que habitaban sus ángeles, los familiares mensajeros que le sugerían viajes y amistades, los que le proporcionaban esos primeros versos que daban lugar al nacimiento de los poemas. Los días finales en Muzot son como la piedra angular del arco, a la vez tenso y abierto, que fue su vida.

Antes de estas jornadas luminosas y desesperadas discurre la vida de uno de los poetas europeos más grandes y en el que se dio, con tanta coherencia, la fusión entre vida y obra. Una no era en realidad sino consecuencia de la otra. Y, en esa vida, la influencia para bien o para mal de sus padres (materia inmensa para los psicólogos), su asombro ante las cosas, sus frecuentes y obsesivos viajes, las numerosas mujeres que amo (en un siempre repetido proceso de aproximación, identificación y huida), la ya mentada soledad, la influencia de culturas diversas (decisivas fueron la rusa y la española), una religiosidad -o un misticismo, más bien- muy exclusivamente suyos, son algunas de las claves fundamentales de aquel ser que la biografía de Pau ha sabido apresar puntualmente de manera inspirada y fundamentada.

A la estancia de Rilke en España le dedica Pau uno de los capítulos más extensos, analizando muy bien las distintas claves de este viaje que había nacido de una "llamada" del más allá que había tenido en Duino. Los ángeles, que ya se habían manifestado en el arranque de la primera de las elegías, regresarán para ir trasladándole a una realidad más trascendente. Ya en Toledo, se encontrará caminando por la Calle del ángel y, en concreto, los ángeles de El Greco adquirirán para él tintes de realidad. Unos días antes, en el Museo del Prado, esos mismos ángeles le revelan que la sangre puede llegar a ser "música". Pero será sobre todo el torturado paisaje de los alrededores de Toledo -también revelado a través de otro cuadro de nuestro pintor- el que desencadenará nuevos poemas; nada menos que la sexta de las elegías, la cual brotó de la contemplación de una higuera de aquellos campos ("perfecto secreto" fruto de la "labor más dulce").

Bajo aquellos cielos se le revela en suma "lo invisible", que es aquello en lo que reconocemos "el más alto grado de la realidad". Otros lugares, como la ciudad de Ronda, serán manifestación de símbolos humildes -un pastor de resonancias leopardianas, la raíz-, que le llevarán a los poemas de la Trilogía española. Pero sobre todo en Toledo fue testigo, desde el puente de San Martín, de la caída de aquella estrella que fundió para él, de manera ideal, la realidad exterior y la interior. Unos años después, esa presencia celeste volverá a su memoria obsesivamente -como volvería el caballo desbocado que un día vio avanzar por la estepa rusa- para fijarse en nuevos versos: "Oh estrella precipitada en el abismo,/que una vez vi desde un puente:/ no he de olvidarte nunca." No sabemos muy bien qué es lo que pasó por su ánimo al visitar las ciudades de Córdoba y Sevilla, porque no sintonizó con ellas. ¿Acaso le faltó en ellas la perspectiva celeste, el vuelo que a la mirada le ofrecieron las otras?

Ofrece luego este libro una serie de documentos que lo hacen doblemente atractivo; así, las numerosas fotografías que se refieren a tres aspectos primordiales de la vida del poeta: las personas que conoció, los lugares que visitó y las obras de arte (pictóricas la mayoría de ellas) que le marcaron profundamente en diversos momentos de su vida (la de El Greco no fue una de las menores).

La vida de los grandes poetas -como la que comentamos- nos reconcilian no sólo con la escritura sino con esa concepción, que hemos ido perdiendo, de considerar la creación literaria como algo consustancial a la experiencia de ser y de estar en el mundo. Fue Rilke un gran escritor, pero a la vez un ser humano consciente de su misión en grado sumo. Allá donde pongamos nuestros ojos en su obra -poemas, prosas, cartas-es ante todo el ser humano el que sentimos latir. Luego, el valor de su obra -ese decir tan lúcido, en los límites siempre del sentir y el pensar- es de referencia. Esa obra que el paso del tiempo no ha dañado lo más mínimo, a pesar de tener la fragilidad y la transparencia de los vidrios más puros.

De y sobre el poeta

Mucho han avanzado en España las ediciones de y sobre Rainer Maria Rilke, desde aquel tomito que cayó en nuestras manos, en 1968, de las Elegías duinesas, publicado en Adonais, en versión de Jaime Ferreiro Alemparte. Hubo antes algún precedente ilustre, como la versión que de este mismo libro y del Réquiem, hiciera Torrente Ballester en 1946. Precedentes ilustres fueron, entre otros, los ensayos rilkeanos de Eugenio d’Ors y de Rof Carballo. También de Ferreiro Alemparte, y de aquellos años 60, recordamos dos obras: España en Rilke y Rilke y San Agustín; ambas de muy diferente extensión, editadas por Taurus. La primera de ellas creó una base muy firme para el estudio de la relación de la vida y la obra de Rilke con España.

Luego viene a nuestra memoria otro hito, que fue el de la edición de las Obras debida a José María Valverde, que publicaría Plaza & Janés en 1971. A partir de los años 80 se suceden las versiones de los libros de poemas de Rilke, debidas a varios traductores, que enriquecieron extraordinariamente el conocimiento de este autor. Y no han faltado tampoco ediciones de los libros en prosa del poeta checo, desde Los Apuntes de Malte Laurids Brigge, en versión de Francisco Ayala (1981) a las varias recopilaciones de su riquísimo epistolario; unas con significativos personajes (Cézanne, las Cartas a un joven poeta ), o con amigas notables (Benvenuta, Merline, Lou Andreas-Salomé, Marina Tsvietáiva, o las Cartas a una amiga veneciana.

Más carencias hemos tenido en España en lo que se refiere a los estudios biográficos de Rilke, al margen de las puntuales monografías de Barjau y Bermúdez-Cañete y del libro que se publicó en Argentina, en 1955, de Joseph-François Angelloz. El lector español -o en español- tenía ya este mapa de publicaciones previas para abordar la vida de Rilke, pero faltaba aún ese libro que, siendo fiel en los datos, supiera meterse dentro del personaje tan especial que fue el autor de El libro de las imágenes. Hemos tenido ahora la fortuna de hallarlo en la obra que hoy comentamos, debida precisamente a un escritor español que, además, tiene ya en su haber no sólo trabajos muy variados de carácter literario sino, específicamente, sobre el autor que ahora es motivo de su biografía, como Rilke en Toledo, también editado por Trotta en 1997.