Diario de un mal año
J. M. Coetzee
4 octubre, 2007 02:00J. M. Coetzee. Foto: Mondadori
El autor surafricano ha ganado el premio Nobel, y el Booker en dos ocasiones, pero esta última ficción suya ni siquiera alcanzó la lista final de seleccionados. En los círculos cercanos al galardón dicen que se trata de un ensayo y no de una novela. Idea absurda, alegada seguramente por las mismas gentes que desean mantener la narrativa como un virginal espejo para el reflejo de los instintos antropológicos básicos del hombre y alejada de cualquier posible representación de las circunstancias humanas del presente. Hay críticos y novelistas que viven en el siglo XXI añorando la aldea. Diario de un mal año resulta una novela además formalmente inspirada en La muerte de Artemio Cruz (1962), de Carlos Fuentes, una de las obras principales del siglo XX, y que guarda algunas correspondencias temáticas con la última entrega de Gabriel García Márquez, Memoria de mis putas tristes (2004), por el arrojo con que se atacan ciertos prejuicios. Jorge Luis Borges, Javier Marías y García Márquez, aparecen citados con amplitud, un apropiado reconocimiento a su cosmopolitismo.Los novelistas españoles y anglosajones actuales difieren en la marcada resistencia de los primeros, no todos, a recrear en sus textos el espacio público abierto en el mundo contemporáneo, el espacio globalizado. Uno donde los personajes entran en contacto con múltiples identidades, lugares diversos, y no les queda más remedio que acomodarse o reaccionar ante la situación pluricultural presente. J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, Suráfrica, 1940), ha dedicado una sustancial parte de su obra narrativa y ensayística a desgranar los efectos producidos por un universo globalizado en el ciudadano de hoy, abordando temas como la discriminación, el estatus social del emigrante o las desventajas del minusválido. Su visión autorial -parte de la fuerza de sus textos- plantea los temas con una ética estricta, nunca estridente como la de Gönter Grass, pero igualmente efectiva a la hora de sopesar las situaciones, en su caso, creadas por el continuo roce de sensibilidades, de actitudes o prejuicios.
La gran novela decimonónica se dejó contagiar del naciente periodismo moderno, de la noticia cotidiana, de las experiencias comunes de los ciudadanos, para configurar en sus páginas la consistencia de un espacio público exento de autoridades estatales o eclesiásticas. La novela de nuestro tiempo se alimenta no de la noticia, sino de la temática del ensayo periodístico de opinión firmado por escritores de primera fila. El caso de Coetzee resulta paradigmático. Sus ensayos-reseña aparecen con regularidad en los diarios o revistas culturales como The New York Review of Books, donde aprovecha la reseña de un libro para comentar los efectos de la emigración o la justificación o condena de la guerra de Iraq. Temas que luego encontrarán abierta la entrada a sus textos de ficción. Por ello, un crítico tan agudo como James Wood ha denominado las últimas ficciones de Coetzee novelas de ideas.
Nada nuevo bajo el sol: la novela ayer como hoy es un género híbrido. Y los mejores escritores viven alertas al susurro y al grito humano para novelar sus sentimientos y quejas, intentando asimismo arrojar luz sobre los obstáculos que oscurecen los dilemas morales. La novela actual cada vez le da más la razón a Pío Baroja, quien definió el género como un saco roto donde cabe todo. J. M. Coetzee en sus últimas tres novelas, Elizabeth Costello (2003), Hombre lento (2005) y la presente, mezcla abiertamente el relato de ficción con la disquisición ensayística. El resultado es que el delgado argumento novelesco sirve de simple base, de armadura, donde se cuelgan las miserias y los triunfos del hombre contemporáneo.
Casi cada página del libro viene dividida en tres secciones, la superior contiene 55 breves ensayos sobre temas diversos, desde la guerra de Iraq y su impacto moral en el mundo a la pedofilia. La sección del medio es una narración en primera persona del encuentro del autor de los mencionados artículos con la joven Anya, quien acabará siendo su secretaria y teclee los textos en el ordenador. La parte inferior de la página relata la vida de Anya con su pareja, Alan, un consejero de inversiones financieras, y el impacto que ejerce sobre la pareja su empleo de secretaria. Sabemos que el escritor C, un doble de Coetzee, nacido también en Ciudad del Cabo, ha publicado novelas y libros de crítica, y que ahora vive en Australia, aunque tiene unos años más que el autor de carne y hueso.
La estructura del libro está inspirada, como dije, en La muerte de Artemio Cruz de Fuentes, por esta división del libro en tres secciones que aparecen yuxtapuestas. Aquí el escritor de 72 años vive ocupado redactando unos ensayos para un libro sobre temas candentes del mundo contemporáneo que se publicará en Alemania. Un día, mientras espera en la lavandería del edificio a que su ropa termine de secarse, conoce a Anya, filipina de 29 años, sumamente atractiva, cuyo escaso vestido rojo y un final de espalda espectacularmente moldeado lo incitan a entablar conversación. Total, que la mujer, desempleada en ese momento, acepta teclear sus ensayos. La historia ficticia, la contada en las dos secciones inferiores de la página, sigue los pasos rodados de un argumento lleno de clichés: la joven piensa con razones fundadas que el viejo está encandilado por su cuerpo, mientras el novio tiene celos de que ella pase tanto tiempo en el apartamento del escritor y, a modo de venganza, imagina la manera de sacar un beneficio de la situación. Las relaciones entre la joven y el viejo nunca llegan a ser tan matizadas como las relatadas en la aludida obra de García Márquez.
El lector experimenta dificultades a la hora de decidir cómo encarar el texto. Si debe leer cada página con sus tres secciones, una tras otra, o quizás sería mejor proceder a concluir la lectura de una sección, por ejemplo, la superior a lo largo de todo un capítulo, y luego leer la segunda y así. Nos encontramos con un dilema parecido al propuesto por Julio Cortázar en Rayuela, donde cada lector debe elegir su manera de leer el libro. La parte superior, la ensayística, donde se habla de numerosos temas de la actualidad con enorme agudeza, Al Qaeda, las universidades, el terrorismo, Harold Pinter, la vida en Australia, configura un mosaico de fuertes opiniones que, sin duda, aguijonearán con fuerza el interés y la vergöenza moral del lector.
Contiene el texto un mensaje muy claro: hay obras que producen un placer perdurable en el espíritu humano, sean novelistas, como los favoritos de Coetzee, Tolstoy y Dostoyesky, o músicos, como J. S. Bach. Y otro mensaje subliminal: la novela de ideas mantiene vivo el contacto del autor con su entorno. La novela hispanoamericana del siglo XX, de sus autores eminentes, de Carlos Fuentes a Mario Vargas Llosa, constituye el mejor ejemplo de la supervivencia de ese tipo de narrativa, donde el arte abraza las ideas.
Coetzee en Diario de un mal año hace una llamada de atención a los dilemas socio-políticos actuales, pide la integridad del ciudadano, tan difícil de lograr, pues las personas, sus personajes, él mismo hecho personaje, vivimos sumidos en una vida privada totalmente discontinua de los sucesos históricos. Nuestra vida privada, dominada por las preocupaciones del bienestar, de la salud, del sexo, apenas puede conectarse con esa realidad social globalizada. El individuo podrá tener opiniones fuertes, pero existe prisionero de un mundo donde las decisiones las toman otros. La pluma de Coetzee busca, en última instancia, punzar la impalpable levedad de nuestra conciencia, invitándonos a plantearnos otra vez la eterna pregunta de cómo vivir.
John Maxwell Coetzee
Un viaje literario desde el granero al premio Nobel
"nunca debí coger el farol para ver lo que estaba pasando en la barraca junto al granero" (Esperando a los bárbaros, 1980). Con estas palabras cifra su iniciación literaria John Maxwell Coetzee, escritor surafricano que obtuvo el premio Nobel en 2003 y es el único ganador de dos Booker, el más prestigioso galardón en lengua inglesa, por Vida y época de Michael K. (1983) y Desgracia (1993). Licenciado en matemáticas e inglés en la Universidad de Ciudad del Cabo, ha vivido en Inglaterra, EE.UU y Australia, donde reside en la actualidad. Coetzee, hijo de colonizadores afrikaans, se revolvió contra la sociedad segregacionista del apartheid, cuya crueldad y violencia recogen algunas de sus novelas. Con fama de hermético y elusivo, la vocación literaria ha llenado completamente su vida. Y es que "por otro lado, no me era posible dejar el farol después de haberlo cogido".