Image: Juan Luis Panero

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Letras

Juan Luis Panero

“Me da pavor la imagen del viejo poeta que se arrastra con su nuevo libro por vanidad”

22 noviembre, 2007 01:00

Juan Luis Panero. Foto: José Luis Huesca

En este viejo país ineficiente a veces se celebran los milagros. Porque milagro son los 20 años que hoy festeja el premio Loewe, conquistado por algunos de los mejores poetas en castellano como Siles, García Montero, González-Iglesias o Carlos Marzal... O el primero, Juan Luis Panero (Madrid, 1942), que hoy valora la importancia del premio y se retrata como un poeta póstumo "que vive póstumamente", mientras recuerda y se justifica en los versos de su amigo Gil de Biedma: "envejecer, morir, es el único argumento de la obra"

Después de haber vivido varios años en Nueva York, México, Londres o Colombia, y con su afán viajero "más que cumplido", hoy casi nada logra arrancar a Juan Luis Panero de Torroella de Mongrí (Gerona), su refugio desde 1985. Más aún, el poeta asegura que vive"al margen de un mundo que entiendo muy poco, y que tampoco me interesa demasiado". Y a pesar de eso, hoy piensa asistir a la fiesta del premio Loewe, "aunque me han dicho que en Madrid hace mucho frío..."

-Hace veinte años obtuvo el I premio Loewe con Galería de fantasmas. ¿Qué supusieron el libro y el premio en su obra?
-Una sorpresa enorme, y una satisfacción personal y económica muy importante. También me alegró mucho el éxito del libro, inesperado porque creía que precisamente por haber sido premiado contaría con el odio de muchos, pero tuvo buenas críticas, se vendió bien y ha quedado como uno de los dos o tres libros míos significativos.

-¿Confiaba en que el Loewe alcanzase estas dos décadas?
-Pues le confieso que no demasiado, pues al estar muy bien dotado económicamente pensé que la empresa que lo financiaba acabaría aburriéndose. Y no sabe cómo me alegro de haberme equivocado...

Mecenazgo decente
-¿Qué le parece, entonces, el mecenazgo de empresas y marcas comerciales que subvencionan premios o teatros?
-Me parece estupendo y hasta necesario. Imagino que tampoco supone una cantidad desorbitada, y que tendrán sus compensaciones en imagen o impuestos o lo que sea, pero, ¿qué quiere?, me parece mucho más decente que una empresa privada financie un premio literario a que lo haga el Estado, que debería tener otras prioridades.

-¿Un extraterrestre comprendería estas dos décadas de poesía leyendo los libros galardonados?
-No lo sé, no conozco bien todos los libros premiados, pero algunos me han gustado mucho, incluso de poetas entonces no demasiado conocidos que tras el conseguir el Loewe han cogido vuelo. Supongo que el extraterrestre sí sabría qué ha pasado estos años en la poesía española, porque lo mejor del premio es su eclecticismo: jamás se ha apostado por una sola tendencia poética, sino que lo han conquistado poe-tas de la experiencia, del silencio, y todas esas chorradas que no significan nada. El Loewe ha tenido la suficiente inteligencia como para no mantener una línea poética férrea ni apostar por una sola tendencia excluyente.

-¿Y qué es lo que más le sorprende en la evolución de la poesía española en estos años, especialmente en los poetas jóvenes?
-Yo a los más jóvenes no los he leído demasiado, pero sí a los de la generación siguiente a la mía, a los García Montero, Benítez Reyes y demás. Lo que más me sorprende es que ahora la poesía es más variada y libre que en mi juventud, cuando eras un poeta oficialista, o clandestino, o social. Además, hoy es más fácil publicar que hace 40 años.

-¿Y los lectores, han ido creciendo con los tiempos?
-Los lectores de poesía eran pocos entonces y son pocos ahora. Como los lectores de novela de calidad, si me apura. Quizás hoy haya más buenos lectores que entonces, pero sobreviven de manera más confusa por la multiplicación de títulos y la escasa vida de los libros. Hace cuarenta años se podía encontrar en una librería una obra de Aleixandre aparecida dos años antes y hoy eso es imposible, sobre todo si hablamos de libros de poesía, arrasados por la barahunda de bestsellers.

-Volviendo al Loewe, ¿qué papel desempeñó Octavio Paz en su origen y en su trayectoria?
-Un papel esencial, porque dio al premio un prestigio indudable, e impuso al jurado seriedad y rigor. Octavio Paz y Luis Antonio de Villena, los grandes "manipuladores" del premio, lograron que el jurado no fuese sólo a entretenerse, sino que discutiera de poesía sin frivolidad, sin amiguismo y con elevados criterios de calidad.

"Cernuda me salvó del estalinismo"
-Paz también fue clave en su poesía, y en su vida...
-Sí, también fue muy importante. Lo traté mucho en México, y luego cada vez que venía a España nos veíamos. Fue un verdadero maestro como poeta y como amigo.

-Aunque menos que Cernuda.
-Sí, pero porque Luis Cernuda, para mí, es el escritor más importante del siglo XX en España. Bueno, el escritor, el crítico literario, la persona... Cernuda, como Camus, como Paz, fue un ejemplo ético increíble, el responsable de que, en los tiempos más oscuros del franquismo, yo lograse evitar la tentación estalinista. Lo leí y lo conocí en un momento fundamental de mi vida, y transformó mi manera de comprender la realidad.

-De los libros y los poetas galardonados con el Loewe, ¿tiene algún favorito?
-Sí, pero prefiero no dar nombres para no molestar a los demás. También es muy distinto leer un libro ahora que hace 10 ó 15 años: premiados que entonces no me gustaron, hoy me sorprenden, y alguno que entonces me interesó ahora se me cae de las manos. Pero al menos hay 5 ó 6 de auténtico mérito.

-¿Y los jóvenes, los Marzal, González Iglesias, Gallego...?
-El que más me ha sorprendido por su calidad e interés es el ganador del año pasado, José Antonio González Iglesias, ya que no conocía sus obras anteriores. En cuanto a Gallego o Marzal, sí los había leído antes y me sorprendieron menos...

-¿Está de acuerdo con quienes creen que la poesía de la transición encuentra en Gil de Biedma su poeta fundacional? ¿O quizás la leyenda se ha acabado imponiendo al poeta?
-Quizá sí es un poeta fundacional, pero sobre todo por ese componente legendario que menciona, y que hace que influya de manera incluso indirecta en gentes que no leen poesía pero que sí conocen alguno de sus versos. Es curioso: Jaime Gil, al que traté mucho y que es un poeta que me entusiasma, trasciende como Lorca los límites de la poesía por su leyenda personal...

-El Loewe lo han conquistado poetas de la experiencia como Luis García Montero y Benítez Reyes... ¿Qué aportaron las peleas entre los poetas de la experiencia, los del silencio, los de...?
-Nada en absoluto. Yo creo que esas peleas eran fuegos de artificio, naderías motivadas por vanidad y poco más. Porque si al menos hubiesen peleado por cantidades monumentales de dinero o de lectores... Pero no, peleaban por setenta lectores de Cuenca, y veintinco de Sevilla... Y lo peor es que tanta polémica no ha llevado a ninguna parte. Soy, lo he sido siempre, un poeta de la libertad, al que le gustan poetas tan distintos como Gamoneda, Brines o García Montero y no pasa nada.


El precio altísimo de la libertad
-Acaba de mencionar la libertad, y si algo distingue a Juan Luis Panero como poeta es su fidelidad a sí mismo, y su independencia de grupos poéticos y banderías... ¿qué precio ha pagado por su libertad?
-Uno muy alto, pero no me voy a poner a lloriquear, porque la libertad que siempre he disfrutado no se paga con nada. Yo comprendo que el profesor y el crítico y el antólogo necesiten que el poeta esté quietecito en su rincón, pero también creo que el poeta debe sentirse ante todo libre. Cernuda decía que el carácter es el destino, y el mío jamás me ha empujado a buscar la compañía de ninguna secta poética, siempre me ha gustado ir por mi camino, huir de los grupos y la frivolidad, y tampoco me he visto obligado a nada.

-Hablando de libertad, ¿qué tal vive un poeta madrileño en Torroella de Mongrí?
-Muy bien, llevo una vida muy tranquila. De vez en cuando hago algún viaje pero sólo cuando me invitan, que ya viví bastantes años fuera de España y tengo más que cumplido mi afán viajero. Hoy vivo al margen de un mundo que entiendo muy poco, y que tampoco me interesa demasiado.

-¿Y cómo convive con ese nacionalismo cada día más agresivo?
-La verdad es que no me interesa nada el nacionalismo, ni el de derechas ni el de izquierdas, porque me he conocido muchos tiempos, muchos sitios y muchas vidas. A mí que, como decía Borges, tantos hombres he sido, me es imposible apasionarme por algo así. ¿Qué quiere? Tengo sesenta y cinco años, la misma edad de Antonio Machado cuando murió, soy más mayor que Cernuda o que Gil de Biedma cuando murieron. Sólo soy un poeta póstumo que vive póstumamente.

-No parece muy optimista.
-Tal vez, pero hace muchos años que no escribo poesía habitualmente, de vez en cuando publico un poema suelto, en alguna revista, pero no tengo proyectos ni poemas.

-¿De veras?
-Bueno [y titubea mucho antes de contestar], voy a desvelarle algo que sólo mi mujer sabe: desde hace cinco años estoy enredado en un nuevo libro de poemas dedicado a México, homenaje a sus paisajes, a sus gentes, y a quienes allí traté, como Lowry o Rulfo. Pero me está costando mucho, llevo diez poemas y creo que en total serán veinte, así que voy más o menos por la mitad. En realidad sé que podría escribir y publicar un libro nuevo cada tres o cuatro años, como hacen muchos, pero me aburre ese empeño, porque en general ya he dicho lo que tenía que decir. También he visto que, a mi edad, y salvo excepciones, muchos de mis amigos poetas o se han muerto como Claudio Rodríguez o como Jaime Gil, o se han callado. Yo ya no tengo prisa.

-Pero Cernuda, por ejemplo, siguió escribiendo casi hasta el final...
-Sí, pero fue una excepción, porque toda su obra es perfecta. A mí me aterra ser como esos otros viejos poetas que se arrastran en su última época, en sus últimos libros, mendigando una palabra amable por vanidad. Eso me da pavor. Y tampoco me gusta juzgar la poesía ajena, la leo poco, ya que por deformación profesional descubro pronto los trucos de muchos poemas y me aburro.

-Pero no siempre fue así...
-Desde luego. Hay dos etapas en la lectura de poesía, una juvenil, de descubrimiento y entusiasmo, y otra casi profesoral, de análisis, que es en la que ahora estoy. Ya no siento la emoción del descubrimiento, y la poesía me aburre cada vez más.
Y dice más. Que la vida ya no le permite descubrir nada, pero que disfruta intensamente, por ejemplo, de los rayos del sol...También que sigue escribiendo a lápiz, y leyendo, a pesar de todo, hasta las tres de la mañana. Y que le siguen visitando, como siempre, sus fantasmas personales: "Sí, lo terrible de envejecer es lo solo que te vas quedando, la enorme cantidad de amigos a los que sobrevives, y que son esos fantamas a los que se refiere. No me molestan, es más, los prefiero a muchos vivos".

-Y hablando de fantasmas y de viejas heridas, ¿se ha reconciliado con su hermano Leopoldo María?
-No, no sé nada de él desde hace casi treinta años, pero no estamos peleados, es que siempre hemos vivido distanciados y ajenos. Creo que ahora está en el Psiquiátrico de Las Palmas, pero ni él me envía sus libros ni yo los míos. ¿Para qué?

Otros premiados

Jaime Siles (Valencia, 1951) ganó en 1989 la II edición del premio Loewe con Semáforos, semáforos. Ha publicado también Canon (premio Ocnos, 1973), Música de agua premio de la Crítica, 1983) e Himnos Tardíos (premio Generación del 27, 1983).

álvaro Valverde (Plasencia, 1959) obtuvo el galardón en 1991 con Una oculta razón. Ha escrito además el poemario Las aguas detenidas (1988), A debida distancia (premio Ciudad de Córdoba, 1993) y la novela Las murallas del mundo (2000).

Luis García Montero (Granada, 1958) fue el ganador en 1993 con Habitaciones separadas. Son suyos además el Adonais por El jardín extranjero (1982) y el de la Crítica de 2003 por La intimidad de la serpiente. En 1999 fue nominado para el Cervantes.

Jenaro Talens (Tarifa, 1946) logró, con Viaje al fin del invierno, el premio en 1997. Autor de numerosos ensayos, El espesor del mundo es otro de sus poemarios destacados. Ha traducido al castellano a Beckett, Shakespeare y Goethe, entre otros.

José María álvarez (Cartagena, 1942) recibió el premio en 1998 por La lágrima de Ahab. Su principal obra es un libro "total" renovado cada año desde 1970 (1974, 1978, 1984, 1990, 1993 y 2002) que se titula Museo de Cera.

Bruno Mesa (Sta. Cruz de Tenerife, 1976) se alzó con el premio a la Creación Joven de la Fundación Loewe en 1999 por su libro de poemas El laboratorio. A pesar de su juventud ha publicado además La luz y alguna cosa (1998), y Puntos de fuga (2002).

Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, 1968) fue el ganador de la edición de 2000 con Puntos de fuga. Ha firmado también El libro de los elementos (premio Generación del 27, 2004) y La noche a tientas (2006). De 1997 a 2003 codirigió la revista "Ultramar".

Vicente Gallego (Valencia, 1963) ganó en 2001 con Santa deriva. Posee el Rey Juan Carlos de 1987 por La luz, de otra manera y el Tigre Juan de narrativa por Cuentos de un escritor sin éxito. El sueño verdadero (Poesía 1988-2002) recoge su poesía completa.

Miguel ángel Velasco (Palma de Mallorca, 1963) se llevó la XV edición en 2002 por La miel salvaje. Cuenta en su haber también con el Adonais 1981 por el poemario Las berlinas del sueño. Otras obras son El sermón del fresno (1995) y La vida desatada (2000).

Carlos Marzal (Valencia, 1961) ganó la XVI edición en 2003 con Fuera de mí. Metales pesados obtuvo en 2002 los premios nacionales de Poesía y de la Crítica. Con Los reinos de la causalidad (2005) realizó su primera incursión en la narrativa.

Guillermo Carnero (Valencia, 1947) obtuvo el galardón en 2006 con Fuente de Médicis. Ha publicado, entre otros, Verano Inglés (premio Nacional de Literatura y de la Crítica en 2000), y Espejos de gran niebla, premio Fastenrath de la RAE (2002).

Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964) es el flamante ganador de la última edición del Loewe con Eros es más. Entre sus anteriores poemarios destacan Un ángulo me basta (premio Generación del 27) y Olímpicas (2005).