Letras

El dibujante de peces

Juan Carlos Arbex

20 diciembre, 2007 01:00

Noray. Barcelona, 2007. 513 pp, 20 euros

Es inusual que un especialista en política ambiental cargado de experiencia y de méritos, firme, por primera vez, un proyecto de esta índole. Aunque es comprensible que lo aprendido en tantos años de profesión busque la salida de la ficción narrada como muelle en el que hacer encallar un relato que tiene mucho de anhelo proyectado desde tiempo atrás, de afán por dar carta de naturaleza literaria a una época tan convulsa y apasionante -la España de Carlos III- acogedora de una intriga vinculada al desarrollo del comercio y la pesca en los mares que bañan la península.

El dibujante de peces es el título que rotula esas intenciones: una fabulación que se sirve de personajes históricos, de un escenario rigurosamente documentado y de una inmensa invención sosteniendo un embrollo que obliga a la acción a recorrer los mares y caminos de la España de 1700. Huelga decir que la elección de ese tiempo de ilustrados muestra a un profundo conocedor de tal marco histórico y ampara la concienzuda defensa de la razón y el conocimiento como estandartes de la condición humana. En ese sentido esta novela resulta encomiable, como el espléndido montaje que arropa el relato: una puesta en escena tan minuciosamente descrita, tan rica en detalles que aportan información sobre usos, costumbres, modas, moral, educación,… que su mejor baza se acaba convirtiendo en un obstáculo que ralentiza una trama diseñada por un voraz conocedor de los entresijos sociales y políticos de la época, pero necesitada del recurso de la elipsis para aligerar la densidad informativa en favor del ritmo y la agilidad argumental.

En cualquier caso ese escollo no impide acceder al núcleo de la ficción: en aquel tiempo de luchas y enfrentamientos entre Inglaterra y España, el comercio marítimo se convirtió en razón de máxima rivalidad. Así, mientras la "corona española", consciente de la riqueza de tal recurso, encomienda el fomento de la pesca a Antonio Sáñez, y éste se propone elaborar un "inventario de especies" con la ayuda inesperada de un misterioso dibujante de peces que ilustra sus informes con extraordinarios dibujos, "un espía" rastrea los pasos de ambos con la doble misión de vengar un antiguo agravio y malograr las intenciones de la corona. El resultado final, excesivo por lo ambicioso, brinda unos protagonistas bien perfilados, el debido respeto al decoro poético más realista, y un misterio algo forzado para animar el conjunto. Con todo, un esfuerzo admirable que sabrán valorar lectores contumaces, amantes del rigor histórico y de esta clase de invenciones.