Wyoming
Annie Proulx. Trad. de María Corneiro
8 enero, 2010 01:00Annie Proulx. Foto: Archivo
Llevaban tiempo los seguidores de Annie Proulx (Norwich, Estados Unidos, 1935) esperando este volumen, que con el genérico título de Wyoming agrupa los tres volúmenes de relatos con el Estado en cuestión, donde vive la propia autora, como referente espacial. Los títulos reagrupados son En terreno vedado; Tierra Maldita; y Todo perfecto tal como está.Pero el Estado de Wyoming, como ocurría con el Yoknapatawpha de Faulkner, representa mucho más que el microcosmos donde se mueve y actúa un variopinto coro de personajes. Se trata también de su referente espiritual, pues el profundo arraigo a la tierra, a un modo de vida y unas costumbres determinadas, tienen tanta o más fuerza que la ley escrita. Así se nos describe al protagonista de "¿Qué muebles escogería Jesucristo", uno de los más deliciosos relatos incluidos en Tierra Maldita: "El sentimiento que le inspiraba el rancho era la emoción más poderosa que nunca había sentido, un amor sofocante que llevaba tatuado en el corazón. El rancho le pertenecía. Era como si hubiera bebido de una copa mágica rebosante de elixir del sentido de la propiedad." (p. 388). Cómo se manejan, cómo se enfrentan a esa realidad será el auténtico significante de buena parte de los relatos. La conocida historia de Ennis y Jack, protagonistas de Brokeback Mountain, primero de los relatos en este volumen recopilatorio, es buen ejemplo de lo expuesto. En este caso se trata de una relación homosexual, pero las variantes y variables son tan numerosas como las historias de cada volumen. La tradicional comparación de Proulx con Flannery O'Connor tiene lógica y sentido, pero las historias recogidas, el paisaje literario que presenta en esta colección, se asemeja más al novelado por Cormac Mc Carthy -sus historias de frontera-, en tanto en cuanto la naturaleza, la América de las grandes llanuras y la libertad, se convierte en un referente que parece evocar tiempos pasados no necesariamente románticos. Sin embargo, Proulx apenas si concede el más mínimo resquicio para la esperanza que, en todos los casos, siempre resulta irónica. Similar planteamiento encontraremos en otros relatos, como "Costa solitaria". En él, la narradora se entusiasma frente al mar, en la costa de Oregón, en sus únicas vacaciones en nueve años de matrimonio, añorando que también Wyoming tuviera faros, hasta que su marido "dijo que no, que lo que nos hacía falta era una muralla que rodease el Estado y torretas con ametralladoras" (p. 242). Resulta ser este un buen ejemplo de la ironía mordaz, sin concesiones que presenta Proulx y que alcanza su máxima expresión en "Siempre me ha encantado este sitio", incluido en Todo perfecto tal como está. El relato tiene como protagonista al demonio, quien tras visitar la Exposición Mundial de Diseño y Jardinería de Milán, decide reformar el infierno, pues, "está pasado de moda, anticuado". (p. 555). ¿Acaso es Wyoming ese "anexo del infierno" en que el demonio quiere convertir a la tierra?
En "Quienes viven en el infierno se conforman con un trago de agua" -En terreno vedado- encontramos la piedra angular del conjunto: "Tierra peligrosa e indiferente: sobre su estable mole las tragedias de la gente no cuentan para nada, aunque las señales del infortunio estén por todas partes". (p. 134) El drama de los personajes, como ocurriera con los naturalistas de comienzos del siglo. XX, es que no pueden controlar su destino; la tragedia siempre acontece sin que puedan hacer nada por evitarla.