Luis Sepúlveda, en el epicentro del terremoto chileno
El escritor relata su experiencia en una de las zonas sacudidas con más violencia
2 marzo, 2010 01:00Luis Sepúlveda.
El peor terremoto de la historia de este país con experiencia en seísmos nos sacó de la cama violentamente cuando faltaban pocos minutos para las cuatro. La noche estaba extrañamente en calma, ni una sola ave nocturna manifestaba su presencia en los campos de El Melón, donde nos encontrábamos, a unos 130 km al norte de Santiago, y una espléndida luna llena iluminaba los ceros de la cordillera de la costa. Con nosotros estaban mi hijo León, y un sobrino, Luis Emilio, que justamente cumplía 20 años este 27 de febrero.El terremoto empezó con una violencia atroz, la casa empezó a bailotear, era imposible mantenerse de pie si apoyarse en algo, en un mueble, en un muro y así, echamos mano a las linternas de mano que todo chileno siempre tiene en su mesilla de noche, y llamamos a los chicos entre el estruendo de cristales rotos y el pavoroso rugir de la tierra enfurecida.
Como todo chileno sabe, hay que refugiarse en el marco más seguro de una puerta, así lo hicimos, Pelusa, con su valor de siempre abrazaba a los chicos, y entre el ruido de cuadros que caían, de objetos que se destrozaban, soportamos los más de dos minutos que duró el terremoto. De los montes se desprendían peñazcos enormes que rodaban hacia la cercana carretera, un ruido de metales cansados, derrotados, nos indicó que el puente que cruzaba la autopista al norte, a unos 2 kilómetos de distancia, era en ese momento retorcido y destrozado por la furia del cataclismo.
Cuando pasaron esos más de dos minutos de pesadilla y los temblores se hicieron algo menos intensos, un olor a tierra herida llenó el aire, y nosotros empezamos a salir de la casa, sorteando toda clase de objetos caídos, pisando agua pues el seísmo reventó la tuberías , y salimos de la casa buscando refugio en el auto. Ahí encendimos la radio, nos dimos cuenta de que todos tiritábamos, no de miedo, sino de frío, de un frío atroz que se metía en los huesos. Con la calefacción encendida escuchamos la radio y nos enteramos de que el terremoto asolaba varias provincias del sur, y que una nueva tragedia se cernía sobre Chile.
Los temblores se sucedían con intervalos de minutos, y con diferentes intensidades. Dice un poema de Fernando Alegría: "Cuando nos azota un temporal o nos sacude un terremoto, cuando Chile ya no puede estar seguro de sus mapas, digo enfurecido ¡Viva Chile Mierda!".
En el auto soportamos dos horas de temblores de duraciones e intensidades diferentes, a eso de las seis la luna se ocultó tras unos cerros y entonces la oscuridad fue total. Seguía temblando, el auto se bamboleaba como una coctelera y nosotros seguíamos pendientes de la radio Cooperativa, que en un esfuerzo periodístico inaudito, informaba y calmaba, llamaba a saber lo que estaba pasando, sin dejarse vencer por el pánico.
A las siete amaneció, un sol radiante cubrió los campos, y nos preparamos para salir del lugar. En la ruta 5 hacia Santiago, pasamos por docenas de puentes destrozados, vimos docenas de torres de alta tensión arrancadas de cuajo, a veces esquivábamos enormes rocas o grietas recién abiertas.
Así llegamos a Santiago, para saber como estaba la familia y los amigos, todo entre temblores que se sucedían. "Tranquilos, es sólo una réplica, lo peor ya pasó", decían los familiares y amigos, sin creer mayormente en sus palabras.
Ahora que escribo esto y es medianoche, se sabe que los muertos suman más de doscientos, muchos, para el dolor de sus familiares, pero pocos comparados con los 200 mil de Haití. Esa diferencia la hace un pueblo disciplinado y solidario, y que además hace que se cumplan las leyes referentes la calidad de las construcciones.
Y sigue temblando. En este momento una mano invisible hace tintinear los cubitos de hielo que enfrían mi vaso de Chivas Reagal de 24 años.Pero estamos bien, sí, muy bien, pues la preocupación de las amigas y los amigos, el cariño sentido, derrota cualquier zozobra y desvanece el miedo. Abrazos a todas todos.
Apuntes biográficos
Luis Sepúlveda (1949) es un escritor chileno nacido casualmente en Ovalle (Región de Coquimbo) y vive habitualmente en Gijón. Sepúlveda creció con sus abuelos paternos.
De su abuela recuerda: "Y mi abuela, que era vasca, no dejaba ni una tarde, ni una noche, sin leerme un cuento de algún libro, o ella inventaba un cuento. Era una inventora de cuentos maravillosa."
Luis Sepúlveda era políticamente activo como líder del movimiento estudiantil. En la administración Salvador Allende del departamento de cultura, estaba a cargo de una serie de ediciones baratas de clásicos para el público. Además, fue miembro de la escolta personal del Presidente Salvador Allende.
Después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, fue encarcelado dos años y medio y torturado. Después obtuvo la libertad condicional gracias a la sección alemana de Amnistía Internacional y fue puesto bajo arresto domiciliario.
Logró escaparse y se mantuvo clandestino por casi un año. Con la ayuda de un amigo que era el jefe de la Alianza Francesa en Valparaíso, formó un grupo de drama que se convirtió en el primer foco de resistencia cultural. Fue encarcelado de nuevo con sentencia de por vida -luego reducida a veintiocho años- por traición y subversión.
La sección alemana de Amnistía Internacional volvió a ayudarlo y la sentencia fue convertida en exilio de ocho años. En el 1977, Sepúlveda se fue de Chile para ir a Suecia para enseñar literatura española. Sin embargo, en la primera parada en Buenos Aires, se escapó y fue a Uruguay, pero como la mayoría de sus amigos uruguayos y argentinos estaban muertos o en la cárcel por sus respectivas dictaduras, fue primero a São Paulo, Brasil y luego a Paraguay. Tuvo que irse de nuevo por el régimen local y al fin se quedó en Quito, Ecuador con su amigo Jorge Enrique Adoum. Dirigió el teatro de la Alianza Francesa y empezó una compañía teatral. Luego, tomó parte en una expedición Unesco para observar el impacto de la colonización en los indígenas shuar.
En esta expedición, vivió con los shuar por siete meses y llegó a entender que América Latina es un continente multicultural y multilingüe donde el Marxismo que le enseñaron no se aplicaba a la población rural, dependiente del ecosistema. Trabajó mucho con las organizaciones indígenas para crear un borrador del primer plan para la alfabetización de la federación de los campesinos Ibambura, en los Andes.
En el 1979, se unió a la brigada internacional Simón Bolivar que luchaba en Nicaragua. Después de la victoria de la revolución en ese país, trabajó como reportero.
Un año más tarde, se fue a Hamburgo, Alemania, pues admiraba la literatura alemana, especialmente los románticos. Trabajó allí como reportero y viajó con mucha frecuencia a América Latina y África.
Trabajó con Greenpeace desde 1982 hasta 1987 en una de sus embarcaciones.
Caballero de las Artes y las Letras de la República Francesa. Doctor Honoris Causa por la facultad de Literatura de la Universidad de Toulon (Francia). Doctor Honoris Causa por la Facultad de Literatura de la Universidad de Urbino (Italia), el año pasado obtuvo el premio Primavera por La Sombra de lo que fuimos.