Antonio Tabucchi: "Nuestra memoria hoy está en encefalograma plano"
El autor italiano explica desde Lisboa las claves de su nuevo libro, El tiempo envejece deprisa, y cómo prepara su defensa frente al presidente del Senado italiano, que se ha querellado contra él
15 marzo, 2010 01:00Antonio Tabucchi. Foto: Santi Cogolludo.
Alberto OjedaEn Italia hoy no sale gratis decir lo que se piensa. Al que se atreva hacerlo le puede costar, por ejemplo, un millón doscientos cincuenta mil euros. Esa es la cantidad que Renato Schifani, el Presidente del Senado, exige a Antonio Tabucchi ante los tribunales. El autor de Sostiene Pereira había defendido el trabajo del periodista Marco Travaglio que, en un libro suyo, sacaba a relucir la presunta relación del político con la Mafia. El autor italiano lamenta la "tremenda cantidad de tiempo que me está haciendo perder este asunto". Aun así, cuando habla por teléfono desde su casa de Lisboa, donde vive la mayor parte del año, lo hace reposado, sin manifestar la más mínima premura. Tampoco le agobia una certeza que parece tener muy clara: El tiempo envejece deprisa. Tan clara la tiene que así ha decidido titular su nuevo libro, una compilación de nueve cuentos que repasan los escenarios y los acontecimientos cruciales que moldearon el siglo XX en Europa, una tarea para la que ha echado mano de la "libertad y la creatividad" de la memoria.
PREGUNTA.- ¿Son estos cuentos una reivindicación de la memoria?
RESPUESTA.- Sí, se puede decir, entre comillas, que es una reivindicación de la memoria, pero más bien de sus infinitos juegos. La memoria subjetiva posee una gran libertad y por tanto una gran creatividad. Hoy, en los tiempos de la posmodernidad, vivimos en un presente eterno, como lo ha llamado Marc Augé, en el que la memoria está en encefalograma plano.
P.- Dice que el ser humano es un 80% de agua y el resto memoria.
R.- Sí, pero si el mundo sigue así acabaremos siendo todo agua, el 100%.
P.- ¿Siente que su tiempo ha envejecido demasiado deprisa?
R.- Yo tomo el título de un misterioso fragmento de un filósofo presocrático, que dice que 'persiguiendo la sombra el tiempo envejece deprisa'. Es difícil saber a qué se refiere con esa sombra: ¿las ilusiones?, ¿los deseos?, ¿falsas imágenes?... La verdad es que el tiempo nos envejece a todos deprisa, porque todos realizamos estas persecuciones. Más si cabe a los que hemos vivido el siglo XX, que algunos historiadores denominan el siglo breve, por ser el de las ilusiones perdidas y el de las grandes tragedias. La verdad es que todos los personajes del libro, aunque viven en este siglo, en realidad pertenecen y miran al anterior.
P.- ¿Escribir no es, en cierto modo, perseguir sombras?
R.- Sin duda. La literatura, como cualquier arte, es una forma de ilusión, porque es una realidad paralela. Sus personajes tienen la fuerza del símbolo, pero no son tangibles ni concretos. No se puede abrazar a Madame Bovary, ni llevarle flores a su tumba... Ella sólo vive en nuestra memoria, y ahí goza de una vida eterna.
P.- ¿Algún doctor, como le ocurre a uno de los personajes de sus cuentos, le ha llegado a diagnosticar la enfermedad de la literatura?
R.- [Risas]Todos los escritores estamos enfermos de literatura, igual que los músicos de música y lo pintores de pintura. Son enfermedades ontológicamente profesionales.
P.- También se reflexiona mucho sobre la guerra y sobre si tiene sentido diferenciar entre aquellas que presuntamente son justas y las que no los son. ¿Tiene sentido esta distinción?
R.- Todas las guerras son éticamente injustas porque niegan la belleza de la vida, sólo conducen a la muerte. Pero hay algunas que son flagrantemente injustas porque violan las normas internacionales establecidas para la convivencia. El militar italiano de mi cuento, que estuvo en misión de paz en los Balcanes y allí sufrió las radiaciones del uranio, siente el deber de explicar a la niña la inutilidad de tal distinción.
P.- ¿El logro literario del que se siente más satisfecho ha sido que una novela suya sirviera para revisar el proceso de Damasceno Monteiro?
R.- Soy muy escéptico sobre la capacidad de la literatura para incidir sobre la realidad. Puede ser un marco para la reflexión, pero no es ni una manifestación callejera ni una investigación periodística, que sí pueden tener una influencia directa e inmediata sobre la realidad. La literatura, en cambio, tiene menos fuerza en este sentido.
P.- Ya, pero usted, al menos una vez, consiguió cambiar el curso de la realidad con un libro...
R.- Creo que fue una coincidencia, y por eso no tiene valor normativo y general. Es verdad que un testimonio siempre es importante. Si la realidad, por ejemplo, fuera un tribunal, la literatura sería el testigo, pero nunca el juez, que es quien tiene la última palabra.
P.- ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando cada mes de octubre su nombre aparece en las quinielas como favorito?
R.- No le concedo demasiados pensamientos. Hay muchos escritores que también aparecen en esos vaticionios, mayores que yo, y que lo merecen mucho más. No lo digo por falsa modestia, de verdad, lo veo así.
Intimidación del poder
P.- ¿Ve el proceso que ha abierto el presidente del Senado contra usted por una presunta vulneración en su derecho al honor una especie de escarmiento público para el resto de escritores y periodistas críticos con el Gobierno de Berlusconi?
R.- La intimidación es una vieja estrategia de, digámoslo así, los sistemas fuertes. Es evidente la denuncia contra mí es una intimidación. Schifani, uno de los muchos brazos derechos de Berlusconi, ha tenido la astucia de denunciarme sólo a mí, no al periódico[L'Unitá] en el que publiqué el artículo para aislarme. Este asunto me hace perder mucho dinero, porque los abogados son caros, y mucho tiempo valioso para mi trabajo. Él seguro que no pierde ninguno, porque tendrá por lo menos diez abogados que le asisten, mientras que yo me tengo que encargar personalmente.
P.- Usted ya ha declarado ante el tribunal. ¿En qué situación se encuentra el proceso ahora?
R.- El próximo 28 de octubre se celebrará otra audiencia que en principio debe ser conclusiva. Yo espero que ese día los periódicos italianos e internacionales se hagan eco de mi situación.
P.- ¿Podía imaginar que aquel artículo que escribió en defensa del periodista Marco Travaglio, que había relacionado a Schifani con la Mafia, podría despertar una reacción tan contudente?
R.- El primer fastidio para un sistema totalitario es la literatura. Está muy claro en la correspondencia entre Beria y Stalin, donde queda patente la obsesión de éste por los escritores. Y especialmente hacia aquellos -no lo digo por mí- de mirada más incisiva hacia la realidad. Si escribes Peter Pan, no te pasará nada. O si escribes una novela de fantasía, tampoco.
P.- ¿Se siente desprotegido al enfrentarse a los hombres más poderosos de su país?
R.- Bueno, he tenido un gran apoyo de Gallimard y de Le Monde, que han conseguido recabar miles de firmas, entre ellas las de muchos escritores y artistas muy relevantes. Creo que ellos tienen más miedo que yo y están más tensos, porque tienen el afán de controlar todo un país, y eso es muy complicado. Lo cierto es que todos estamos desprotegidos en este mundo, porque todos estamos bajo el mismo cielo.
P.- ¿Y confía que el juez será razonable y no le exija pagar una cifra tan desorbitada?
R.- Más que en el juez, confío sobre todo en la falta de dinero para pagar [Risas]. No, en serio, debo decir que esta no es mi principal preocupación, tengo otras muchas cosas más importante en que pensar. Esto es incidente, diría que un consecuencia lógica para un escritor como yo en un país como Italia.