Image: José Federico de Carvajal

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Letras

José Federico de Carvajal

"Felipe González cogió a España en el siglo XIX y la puso en el XXI"

14 septiembre, 2010 02:00

José Federico de Carvajal

Cuenta Alfonso Guerra que José Federico de Carvajal es "un socialista de otro planeta". Sobre todo por sus vestimentas, impecables siempre. Él, con su traje cruzado, vestido "como un marqués", conspiraba entre barbudos embutidos en una pana perpetua. Fue presidente del Senado durante dos legislaturas en los 80. Pero antes de ostentar cargos de tanto lustre, tuvo el devenir del PSOE en sus manos. Cuando Felipe González abandonó la secretaría general en el 79, por la presión de los críticos que se aferraban a la ortodoxia marxista, tomó las riendas del partido. Consiguió frenar la diáspora y devolver a González al peldaño más alto del organigrama. Una maniobra clave, que sirvió para relanzar a los socialistas en la Transición. Todo esto lo recuerda en El conspirador galante (Planeta), su libro de memorias.

Pregunta.- El conspirador galante. ¿El título lo escogió usted?
Respuesta.- En realidad, yo había titulado las memorias Amarillea sobre mi foto, pero en la editorial me decían que era demasiado triste. Así que decidimos titularlo así. Me identifico con lo del conspirador galante en el sentido de la galanura y en lo de ser atento con todo el mundo, e intentar siempre encontrar acuerdos.

P.- ¿Su propensión al dandysmo no incomodaba a los socialista forrados en pana de la Transición?
R.- Yo representaba la alternativa de poder (ríe). A algunos no les parecía muy apropiada mi manera de vestir, pero bueno, yo decidí ir bien vestido siempre desde que leí lo que decía Crispín en Los intereses creados, eso de que "antes perder la piel que un buen traje, pues nada importa como el parecer". Así, además, conseguía que los celadores de la prisión de Carabanchel, cuando iba a ver a mis defendidos, me trataran con consideración.

P.- ¿Es Felipe González el socialista más capaz para la política ha conocido?
R.- En el PSOE hay y ha habido hombres muy capaces. Y ninguno es imprescindible, porque siempre hay un recambio, pero Felipe es un gran estadista y un político extraordinario, no hay más que ver lo que hizo: coger España en el siglo XIX y ponerla en XXI. Destacaría su osadía, que se manifestó sobre todo en el 28° congreso del partido, cuando decidió abandonar la secretaría general ante la negativa del sector crítico de abandonar el marxismo. Yo pertenecía a esa corriente crítica pero me di cuenta que sin esa renuncia no alcanzaríamos el poder.

P.- Reconoce que a usted le hubiera encantado ser ministro de Asuntos Exteriores. Pero Fernando Morán desconfiaba de sus criterios en este campo...
R.- La verdad es que ahora que miro hacia atrás no cambiaría mi posición de presidente del Senado por la de ministro de Asuntos Exteriores. Con Morán tuve un desencuentro a cuento de la llegada al poder de Jaruzelski. Yo creía que había que apoyarle porque las tropas del Pacto de Varsovia maniobraban en la frontera del país. Pero él lo consideraba un dictador. Al final se demostró que era mucho más polaco que comunista.

P.- ¿Qué impide que el Senado asuma de una vez la representación territorial del Estado?
R.- A ninguno de los gobiernos sucesivos le ha interesado. No quieren encontrarse en esta cámara a los distintos presidentes de la Comunidades Autónomas hablando de sus intereses. A estos tampoco les conviene tener una especie de instancia superior sobre sus propias competencias. Y el Congreso cree que perdería protagonismo...

P.- ¿Y se encuentra especialmente orgulloso de algún logro en su labor como abogado defensor ante el Tribunal de Orden Público?
R.- Bueno, yo defendí a gente como Gerardo Iglesias, que luego sería secretario general de Izquierda Unida, o a Sánchez Mazas, que fue juzgado en rebeldía por unos artículos críticos que escribió. Yo no tenía una vocación política. Pero fue en los tribunales donde me di cuenta que mi trabajo entre sus paredes no era suficiente para luchar contra la dictadura. Había que salir a la calle.

P.- Y ahora que tiene la mano caliente ¿tiene intención de seguir escribiendo?
R.- No, la verdad que yo he escrito estas memorias porque mi mujer me ha insistido mucho. Pero yo me identifico mucho con una reflexión de Ortega. Decía que los franceses se regodean y disfrutan contando su vida. Pero que los españoles miran la suya como un dolor de muelas, y que por eso no cultivan apenas este género.