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Letras

Morir por una historia

Terry Gould analiza en Matar a un periodista las motivaciones que llevaron a siete redactores de distintos lugares del mundo a seguir desempeñando su tarea a pesar de recibir amenazas y hasta que fueron asesinados

14 septiembre, 2010 02:00

El escritor y periodista de investigación Terry Gould.

La voz de Terry Gould suena a pura franqueza. Hay verdad en su forma de hablar y de mirar, en cómo espeta al periodista, y colega en este caso, para que se percate de la gravedad de sus palabras, para que sea consciente de que la información es hoy un oficio muy peligroso en muchas regiones del mundo. A este canadiense adoptivo nacido en la zona más pobre de Brooklyn en 1949 se le abrieron los ojos a las oscuras capas de su profesión durante los años que pasó yendo y viniendo de Filipinas, donde investigaba a un importante jefe de la mafia china huido. Fue en aquel país donde le alarmó un dato: sólo entre 2000 y 2004 habían sido asesinados allí 22 periodistas. Ninguno de los autores -"gánsteres, políticos, empresarios o las tres cosas a la vez"- fue llevado a juicio.

Yendo más allá de la estadística conoció otras informaciones que aumentaron su perplejidad: todos los informadores sabían que los iban a matar y aún así siguieron desvelando los trapos sucios de su país. En 2005, la protectora de la prensa en Nueva York publicó la lista con los cinco países más peligrosos del planeta para ejercer el periodismo y entre los que, claro, se encontraba Filipinas. Gould se lanzó a estudiarlos y a conocer sobre el terreno a las víctimas de esa peligrosidad para acabar dándose cuenta de las grandes similitudes que existían en estos profesionales a pesar de proceder de áreas y culturas muy alejadas.

"En primer lugar me pregunté qué hace que un periodista persista en su tarea tras haber sido amenazado. Y, en segundo lugar, qué pasaba en aquellos países en los que el sistema permite que sus asesinos queden impunes", explica Gould para resumir el punto de partida de su análisis, fundamentado en siete casos de periodistas asesinados. Las respuestas las ha recogido en el notable ensayo Matar a un periodista. El peligroso oficio de informar (Los libros del Lince, 2010), obra apasionante, si se puede decir así, en la que, sin dejarse llevar por el drama o la vocación de convertir en mártires a los muertos, se repasan la vida, el trabajo y la desaparición de cada uno de ellos para esclarecer las causas que llevan a la gente a "hacer el bien". Así, el colombiano Guillermo Bravo Vega, el bengalí Manik Chandra Saha, los rusos Anna Politkovskaya, Valery Ivanov y Alexei Sidorov, y el iraquí Khalid W. Hassan.

"En estos siete periodistas encontré elementos comunes: todos vivieron una experiencia de transformación que les vinculó a un principio según el cual había que impedir que los poderosos oprimieran a los débiles a toda costa; y todos vivieron en una sociedad que creía justo en el principio contrario", sentencia Gould, que añade, como rasgos comunes, el hecho de que todos ellos murieran por defender a gente del lugar donde vivían y que además aceptaran que para seguir trabajando tenían que poner sus vidas en riesgo.

"Un mapa del mundo"
Con todo, el estudio de Gould puede extrapolarse a otras esferas, a aquellas que hablan de cómo funciona el mundo. "El libro es un mapa que demuestra cómo millones de personas viven en diferentes zonas del planeta bajo los principios del crimen organizado. Pero es también una demostración de cómo estos periodistas creían que la mayoría de la gente es buena y que sólo algunos no lo son. Y, en ese sentido, el mensaje del libro es positivo. De eso mismo hablaba uno sus protagonistas, Manik Chandra Saha, cuya historia fue la que más conmovió al escritor porque en su causa halló "la bondad pura". Saha que afirmaba que la evolución había elegido la bondad como el rasgo predominante de las personas, de la misma forma que Martin Luther King anunciaba que el arco de la historia gira hacia la justicia. "Él dijo que cuanto más piensas en los demás, más feliz eres", recuerda Gould, que tras la redacción de su libro ha adoptado esta misma filosofía del bengalí.

ETA es una mafia, como la italiana
"Cuando mataron a Saha él era el presidente de la Asociación de la Prensa en su país. Sus asesinos le lanzaron una bomba y su cerebro voló literalmente en una sala del edificio que acoge a esa institución. Al matarlo de esa forma estaban mandado un mensaje al resto de periodistas, una metáfora de que se había cortado la cabeza literalmente al líder de la lucha por la libertad de expresión", lamenta Gould, que en su obra se esfuerza por hallar las claves de esta extraña psicología del sacrificio, la misma que llevó a Politkovskaya a declarar ante el féretro de un compañero fallecido que ella sería la siguiente. "Y lo fue, la mataron el mismo día en que yo debía de reunirme con ella para que me contara la historia de otros dos periodistas rusos". Esa misma pasta que llevó a López de Lacalle, en el caso español, a seguir escribiendo sus columnas a pesar de la amenaza, concede, y concluye: "ETA es también una mafia, como la italiana, que también empezó como un movimiento de liberación nacional. Lo es aunque sus miembros no se hayan quitado la capa. ¿Por qué no incluí el caso español en el libro? Porque hay países que están involucrados con estas mafias en mayores porcentajes".