Image: Pérez Azaústre: Todos mis poemarios son confesionales

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Letras

Pérez Azaústre: "Todos mis poemarios son confesionales"

El escritor cordobés gana el Premio Loewe de Poesía con Las ollerías, un viaje a los "cimientos más profundos de su infancia"

11 noviembre, 2010 01:00

Joaquín Pérez Azaústre

Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976) se disponía ayer a dar una conferencia en Orihuela cuando sonó su teléfono. Una gran noticia le comunicaron desde el otro lado de la línea: eres el nuevo ganador del Premio Loewe de Poesía. Tuvo que guardar el secreto y dar su conferencia disimulando la felicidad que le bullía por dentro. Difícil papel que consiguió interpretar lo mejor que pudo.

Un avión cogido in extremis le transportó a Madrid, donde hoy, en la sede del Museo Loewe de la Gran Vía, flanqueado por los ilustres miembros del jurado, ha desvelado las claves de Las ollerías, el poemario que le ha valido el prestigioso galardón, dotado con 20.000 euros. El poeta cordobés vuelve a su infancia en busca "de los cimientos más profundos de su vida, para cuestionarse el presente desde el pasado", mezclando en sus páginas pasajes narrativos con una gran imaginería lírica. Las ollerías es una calle de la ciudad califal que para él constituye "el territorio de la memoria, donde el ser puede regenerarse".

Ha viajado pues a sus raíces para esclarecer su identidad esencial. No sabe por qué le ha surgido esta necesidad. No tiene respuesta para explicar este impulso: "Quizá por la edad, no sé... Ha sido algo visceral, de piel, en lo que no me he parado a pensar demasiado". Lo que sí tiene claro es que Las ollerías no es un trazo más en la línea continua que sería su obra. "Es un punto, no sé si aparte o seguido. Es un libro muy diferentes a los anteriores. Todos mis poemarios son confesionales, pero éste lo es más todavía: es una declaración de principios, un posicionamiento ante el mundo". El viaje, "emocional y poético", que propone arranca con un tono realista y desemboca en un territorio abonado con numerosas metáforas.

Pérez Azaústre se siente muy honrado de haber sido distinguido por los poetas que conforman el jurado del Loewe, entre los que se encuentran Caballero Bonald, Jaime Siles, Pablo García Baena, Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas y Carlos Bousoño, este último en calidad de presidente de honor. "Todos ellos me han acompañado en mi soledad, en muchas horas de pasión lectora", explicó el escritor andaluz. También puntualizó que él se considera un escritor, así, de forma genérica, y que la palabra poeta le queda grande, aparte de que resulta insuficiente para englobar su extenso currículo literario, en el que se entremezclan los poemarios, los cuentos, las novelas...

El autor cordobés, residente en Madrid, recibió ya por El jersey rojo (Visor, 2006) el premio de la Fundación Loewe de Creación Joven (es el tercer poeta en aunar ambas condecoraciones), una categoría que, en esta ocasión, el jurado ha decidido declarar desierta. Asiduo a los premios, conquistó en el año 2000 el premio Adonais por su primer libro, Una interpretación, y en 2005 un accésit del Gil de Biedma por Delta (Visor). Su novela La suite de Manolete (Alianza, 2008) recibió el IX Premio Fundación Unicaja Fernando Quiñones mientras que otra de sus novelas, América (Seix Barral, 2004), obtuvo una Mención Especial del Jurado del Premio Biblioteca Breve. En 2001 publicó el libro de relatos Carta a Isadora (Ediciones B), por el que obtuvo el Premio de Creación del Instituto Andaluz de la Juventud, y del que Ricardo Senabre escribió en estas páginas: "Todos los cuentos son excelentes y se benefician de una prosa rotunda y plástica; algunos rozan la perfección absoluta".

Con esta nueva distinción sigue sumando méritos para dejar ya definitivamente en el camino la etiqueta de joven promesa y ganarse la de sólido valor de la literatura española.

LAS OLLERÍAS, poema incluido en el libro ganador del Premio Loewe 2010

Aún es pronto para volver a casa:

me han curvado la espalda los enanos

que he venido cargando desde siempre,

los que duermen la siesta en mis bolsillos

para ralentizar mi digestión.

Aún es pronto para volver a casa,

aunque pisé los límites.

Pensé que nadie más podría reconocerme.

Escuché los ladridos, temí el polvo naranja.

Recordé la alcancía oculta bajo el mueble.

¿Qué ha sido del nervio, el escondite

bajo un muslo de reina y el metal de unas manos?

Ahora los disfraces son de piel

y miro la avenida desde lejos, ya muy lejos

del sol y de los otros,

que alguna vez volaron para aplacar mi fiebre.

Sé lo que estás pensando: aún es pronto,

y casi no he cumplido mis pactos con la vida.

Es muy pronto aún, pero qué esperas,

si tu voz se me clava en los tobillos

y me amansa la angustia, el temor de un insomnio.

Dentro, en mí, habitas aún la casa.

Otros vinieron antes, y ya la vaciaron

de ti, de tus vestidos grandes, de tus plantas vivaces

a las que siempre hablabas de mí, entre otras cosas.