Una noche en la Academia
La RAE abre sus salas y blibliotecas en horario nocturno
23 noviembre, 2010 01:00Imagen de la biblioteca de la Academia
Fueron 26.000 los candidatos y sólo 60 los elegidos para la sesión golfa cultural. La cita en la Real Academia de la Lengua, que protestó ayer contra su imagen de férreo tradicionalismo para demostrar que puede ser el mejor local madrileño para disfrutar con los amigos, asistir a actuaciones en directo y tomar algo un lunes por la noche. ¡Y además se aprende!La penúltima etapa de la iniciativa Viaje al Interior de la Cultura que, patrocinada por Telefónica, invita a los ganadores de un sorteo a conocer los sanctasantórum de la cultura nacional al caer el Sol, se desarrolló ayer en el marco privilegiado de la Real Academia Española, una institución que, recordemos, no abre al público, por ser lugar de trabajo. Los felices ganadores, parejas en su mayoría de todas las edades, se asomaron a los secretos del Gran Sala de los Académicos, con la monumental mesa ovalada dónde se discuten, refrendan o rechazan decisiones de primera magnitud sobre nuestra Lengua. Y atisbaron también los tesoros librescos de la portentosa Biblioteca de la Academia, donde a duras penas respiran 240.000 volúmenes.
La visita abrió camino en el llamado Salón de Pastas, lugar de esparcimiento de los académicos previo a la celebración de los plenos. Isabel, filóloga de la RAE, se alternó en las explicaciones con Juan de la Cuesta, Aldonza Lorenzo, alias Dulcinea del Toboso y Sancho Panza, aparecidos con polvo en las pestañas, muertos llenos de vida que alegraron a la concurrencia con sus cuitas y sus recuerdos de aventuras y amoríos.
La llegada a la gran Sala de Plenos, con su gigantesca mesa Harzenbusch y sus 46 sillas dio la oportunidad para conocer hábitos y curiosidades de las sesiones de los académicos, como las mecanismos de acceso a tal condición, sus actividades desde la compilación del primer Diccionario en 1726 o la asunción en los últimos años de una visión panhispánica que les lleva a consensuar sus decisiones con las otras 22 academias de la lengua.
La Gran Biblioteca de la Academia, dividida en tres salas y enriquecida con los impagables legados de Dámaso Alonso y Rodríguez Moñino y un breve y emocionante concierto de violín y violoncello a cargo de Ana F. Comesaña y Ángel García Jermann fueron las penúltimas etapas de una velada que apuró sus últimos momentos en un cóctel final. La noche en la Academia se extinguía, Sancho y Dulcinea regresaban a sus dulces dormitorios de papel y siglos, y la gente marchaba a casa con la lección bien aprendida y la sonrisa por delante.