Mathias Enard, la palabra justa
Con solo treinta y tantos a sus espaldas y la quinta novela recién hormeada, tiene a la crítica rendida ante su estilo depurado y sintético, casi tan esquemático como uno de los bocetos surgidos de la sabia mano del incansable Miguel Ángel. Enard (Niort, Francia, 1972) se enamoró de este personaje en 2005, mientras quemaba sus días como escritor residente en la prestigiosa Villa Medici de Roma. "Un día -explica Enard-, curioseando en la maravillosa biblioteca de la Villa , cayó en mis manos la biografía de Miguel Ángel escrita por Giorgio Vassari. Allí me enteré que se enfadó con el papa Julio II y, a su regreso a Florencia, recibió una invitación del sultán Beyacid de Constantinopla para visitarlo. Consulté entonces la otra biografía de Miguel Ángel que escribió Condini en el que pasa de puntillas sobre este epìsodio, nombrando sólo que Miguel Ángel había recibido el encargo del sultán de construir un puente sobre el Cuerno de Oro, después de haber rechazado el proyecto de Leonardo da Vinci. A partir de ahí empecé a investigar el episodio porque la historia me pareció fascinante".
Enard, que nunca antes había sentido especial interés por la figura del prohombre italiano, se puso manos a la obra y, tras dos años de investigación exhaustiva que le llevó varias veces a Florencia y Estambul rastreando pistas como si de un sabueso se tratara, concluyó que el supuesto viaje de Miguel Ángel a la capital bizantina sigue siendo un misterio pero el asunto daba de sí para una novela. Y empezó a hilvanar esta apasionante historia a la que ha llamado Habladles de batallas, de reyes y elefantes y que acaba de publicarse en Mondadori.
Este peculiar título es una cita de Rudyard Kipling y "la escogí (argumenta el autor) porque representa muy bien los requisitos que debe cumplir una buena novela. Por un lado ha de entretener al lector y ofrecerle historias estimulantes, pero por otro también debe tratar temas serios y profundos, como el amor y las relaciones. Creo que eso es lo que distingue la buena de la mala literatura. Ahí está el ejemplo de Javier Marías, un autor épico de narrativa apasionante que atrapa al lector desde el minuto cero, pero también es compleja y difícil en cuánto a contenido. Y esta calidad no está reñida con el éxito de ventas".
Y su quinta novela ha arrasado en Francia, sobrepasando los 200.000 ejemplares vendidos y haciéndose con premios tan prestigiosos como el Goncourt des Lycéens 2010, el Livre Inter 2009, el France Culture y el Gran Premio de La Academia Francesa e incluso ha llevado a su creador a ser elegido como uno de los diez autores menores de cuarenta años más influyentes según la revista Technikart. "Los premios sirven para arrojar luz sobre la obra designada -añade Enard-, se publica tanto que está bien poner una bombilla encima de una cubierta, para que el lector se fije en ella".
Tras ese periodo de búsqueda y rastreo, vino la escritura, "un proceso muy duro para mí, en el que sufro mucho. Este libro lo escribí en dos fases, una primera de tres meses que acabé abruptamente y dejé reposar durante medio año porque no acababa de dar con el perfil de Miguel Ángel. Pasado ese tiempo lo retomé y en otros tantos meses lo reescribí dándolo por bueno. Soy muy obsesivo y corrijo sin parar, sobre todo esta obra en la que quería que la narrativa fuera muy lírica y a la vez muy esquemática, como un boceto, en la que cada palabra fuera justa y precisa". Para ello cada madrugada, sobre las cinco, se sienta con puntualidad espartana frente a su ordenador, de dónde no se levanta hasta las 12 del mediodía. En esas horas escribe y escribe lo que por la tarde corregirá sin piedad. Y siempre con los pies enfundados en las mismas pantuflas viajes y gastadas. No solo los toreros tienen manías.
Y así, el que ha sido profesor de lenguas árabes en la Universidad de Barcelona, ciudad en la que reside desde hace años, ha dejado su actividad docente para dedicarse plenamente a la escritura. "No pretendo hacerme rico con esto, pero puedo vivir de ello. Quizás algún día vuelva a la universidad, quién sabe...", explica Enard, pero por ahora este francés políglota, que habla fluidamente seis idiomas entre los que están el árabe y el persa, vive consagrado a sus proyectos literarios, que siempre afronta por partida doble: el que está escribiendo y el que sólo se encuentra, por el momento, en proceso de investigación.