Después de la crisis. Por un futuro sin marginación
Alain Touraine
3 junio, 2011 02:00Alain Touraine
Touraine compartió con Zygmunt Bauman el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010. Se dijo con razón que eran dos "luminarias del pensamiento europeo". Se podría añadir sin exagerar que ambos son dos analistas de nivel mundial con una obra insoslayable. Además de compartir el Príncipe de Asturias, Touraine y Bauman coinciden en el año de nacimiento, 1925, y en una visión de la sociedad actual llena de pesimismo. El término sociedad líquida, tan central en la obra de Bauman, no invita al optimismo, y este último volumen de Touraine está cuajado de angustia y de negros nubarrones.
Formado como historiador y obrero en una mina, Touraine entra en el mundo académico en un momento, los años 50, de dominio intelectual del Partido Comunista Francés (PCF). La influencia de los Louis Aragon o los comodines de Maurice Thorez es enorme, y tal vez por ello los primeros trabajos de Touraine giren en torno a la sociología de la conciencia obrera. Mayo del 68 y los golpes militares en Latinoamérica centran su investigación. Con el paso de los años y el derrumbe de la URSS su interés se desplaza hacia el sujeto y el actor social. La influencia del PCF queda desplazada a raíz de su relación con los pesos pesados del socialismo francés: Michel Rocard, Dominique Strauss-Kahn o Ségolène Royale, con quien publica en 2008 Si la gauche veut des idées.
Recién traducida al español -la edición francesa es del 2010-, Después de la crisis llega en el momento oportuno tras la aparición del ¡Indignaos! de Hessel y del Manifiesto de economistas aterrados, que ya se encuentra en la Feria del Libro, cofirmado por 630 economistas franceses aterrorizados por la deriva económica. Ambos circulan entre los "indignados" del movimiento 15M o de Democracia Real Ya.
Los tres son textos convergentes, salvo que la preocupación de Touraine viene de escritos publicados en los últimos veinte años que desconfían de las revoluciones liberales que desembocaron en el Estado de Bienestar. Las categorías impuestas por la Revolución Francesa de 1789, "reemplazar lo que uno era por lo que uno hacía" o pertenecer a la clase obrera, a la izquierda o a la derecha, habrían sido sustituidas por categorías culturales, como ser hombre o mujer, judío o palestino. De este modo los individuos vuelven a definirse por lo que son, a través de criterios de etnicidad, sexo o religión. Elementos que para Touraine tienen un carácter bélico y potencian una lógica de enfrenta- miento que un Estado cada vez más débil es incapaz de impedir.
La crisis de 2007 aparece en un momento en el que la pérdida de peso estatal se agudiza tras el atentado de las Torres Gemelas en 2001. Para el profesor de Ciencias Sociales en la Escuela de Estudios Superiores de París estamos ya en una sociedad en la que crece la desigualdad, la exclusión social y la marginalidad, y aflora un mundo marcado por la ruptura y la división "en el que las únicas categorías que se mantienen son las de amigo o enemigo". El triunfo del neoliberalismo tendría el efecto de romper los vínculos entre la economía globalizada y la sociedad compuesta por actores clásicos como los sindicatos o los partidos.
Después de la crisis subraya la debilidad del Estado en un mundo en el que los mercados han cobrado una importancia capaz de situar al Estado en una posición en la que deja de ser una pieza central de la democracia representativa. Para Touraine, la vieja lucha de clases fordista ha perdido sentido. "La crisis es el resultado de la ruptura impuesta por los financieros entre sus intereses y los del conjunto de la población".
La ruptura entre el sistema económico y el sistema social no tiene para Touraine más solución que la regulación por parte del Estado, en función de los intereses de los ciudadanos, de los grandes poderes de la economía. Todo ello sin posibilidad de recuperar fórmulas del pasado. Las viejas recetas socialdemócratas de las sociedades industriales habrían quedado obsoletas e irrecuperables. Los problemas ecológicos y de la mujer, entre otros, requieren un nuevo tipo de vida económica y social.
Concluye este vibrante y polémico volumen con un alegato por una nueva y potente moralidad ciudadana. Touraine reclama "derechos universales de todos los seres humanos" . Sólo sería posible enfrentarse al potente y globalizado universo financiero desde un humanismo respetuoso con las necesidades de hombres y mujeres. No puede tolerarse un universo económico que trata a las personas como mercancías o máquinas. El respeto por los derechos humanos requiere nuevas formas, no sólo jurídicas sino cotidianas, de relaciones sociales.