Image: Café Gijón, rompeolas de todos los madriles

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Letras

Café Gijón, rompeolas de todos los madriles

15 mayo, 2013 02:00

Café Gijón, en el Paseo de Recoletos de Madrid. Foto: Alberto di Lolli.

Marcos Ordóñez reedita en versión digital 'Ronda del Gijón' (Bolchiro), una galería de perfiles de algunos de los parroquianos más singulares en la historia del café, que hoy cumple 125 años

En 15 de mayo de 1888 un asturiano afincado en Madrid, Gumersindo Lafuente, abría las puertas de un modesto café en el Paseo de Recoletos. Aun así le llamó Gran Café Gijón. Han transcurrido 125 años y todavía siguen abiertas. Y aunque el humo ya lo han evacuado por decreto en su interior se adensa el perfume que han dejado los infinitos personajes que por allí han pasado, cada uno de su padre y de su madre: lampantes, aristócratas, poetas, bohemios, borrachos, bellezones, tarados, intelectuales... A todos se les había perdido algo en el café. Y antes o después todos terminaban coincidiendo en él. Pero como la memoria es poco fiable (en cualquier momento puede griparse), es conveniente dejar constancia de ese fragor de voces por escrito, porque, antes o después, acaban consumidas por el silencio. Hay varios textos que lo han hecho con nota sobresaliente. Ahí están La noche que llegué al Gijón, firmado por uno de sus merodeadores más insignes, Francisco Umbral. O las memorias de Jesús Pardo, con extensos pasajes dedicados a sus recuerdos del Gijón. El propio Umbral llegó a decir de esas narraciones: "Es como si hubiera entrado con una ametralladora al café".

Ambos textos se encuentran entre lo más destacado de lo mucho que se ha escrito sobre el Gijón. Marcos Ordóñez quiso sumarse a lista de fedatarios. En Ronda del Gijón, que ahora se publica en edición digital bajo el sello Bolchiro.com, se mete en la piel de algunos de los parroquianos más relevantes del local madrileño. El periodista y escritor habla en primera persona con la voz de Ana María Matute, Raúl del Pozo, Rafael Azcona, Álvaro de Luna, Manuel Vicent, Manuel Alcántara, Juby Bustamante ... "En realidad lo que me habían propuesto era escribir un libro a partir de una serie de entrevistas con Alfonso, el cerillero, que era memoria viva del café. Pero era un hombre muy lacónico, muy tímido... Eso fue en el 2005 y en febrero de 2006 murió. Hablando con él se me había ocurrido finalmente lo de la galería de voces", explica Ordóñez a El Cultural. Y eso es lo que hizo finalmente.

La lógica de escritura fue la espontaneidad: "Unos personajes me fueron llevando a otros. Aunque sí es cierto que desde el principio quería dar una visión variada del Gijón, que no se quedara en los tópicos". Y por eso pueden encontrarse testimonios que ponen en solfa el halo romántico-intelectual en que está envuelto. Ana María Matute (por boca de Ordóñez) afirma: "Yo nunca he entendido la fascinación por ese lugar. El dueño era un tipo antipatiquísimo y trataba muy mal a los camareros. Estaba tan lleno de mangantes, de lázaros, vagos, sinvergüenzas de todo tipo, gente sin el menor interés... Todo era 'te cuento, me cuentas', 'si me lees, te leo'. Lo que abundaba allí era el escritor charlatán, pintoresco e inútil".

Pero, claro, los había que lo veían de otra manera. Algunos que venían de provincias y tenían ínfulas literarias quedaban deslumbrados. De repente entraban en un templo en el que oficiaban Cela, González-Ruano, Julián Marías, Gerardo Diego, los hermanos Cossío, Aldecoa... Es lo que le pasó a Perico Beltrán cuando llegó de Cartagena. El Gijón entonces era el epicentro de innumerables tertulias, que cambiaban de temas e integrantes según la hora del día (de la noche o de la madrugada) que se tratase. Beltrán, irreductible bohemio hasta el final de sus días, poeta, guionista, torero, bailarín, el Gijón "ha sido el ejemplo más elevado de convivencia pacífica de España durante el franquismo". Sentados en los mismos veladores, los vencedores eran menos arrogantes y los vencidos menos resentidos. Fue así un embrión de la democracia que alumbraría España un poco más tarde. La dialéctica de las ideas no tenía que acabar forzosamente a tortazos. "Sí, algo de eso hay. Apenas me han hablado de puñetazos en la mesa, y de 'dímelo en la calle' y todo eso. Los hubo, sí, pero parece que eso fue muy puntual", señala Ordóñez. Raúl del Pozo, "el golfo ilustrado", confiesa que fue en el Gijón donde se hizo demócrata y aprendió "a respetar las opiniones ajenas". Porque, recuerda citando a Ortega, cuando "no hay parlamento ni democracia el verdadero debate se refugia en los cafés".

Los distintos perfiles trazados por Marcos Ordóñez, todos con epicentro existencial en el café, componen un fresco que refleja las vicisitudes de la épocas en que se mueven: los, 50, los 60, los 70, los 80… Un botón de muestra para contar un país entero. Y es que al fin y al cabo, si Madrid -como dijo Antonio Machado- era el "rompeolas de todas las Españas", el café Gijón ha sido el rompeolas de todos los Madriles.