Image: Agustín Fernández Mallo

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Letras

Agustín Fernández Mallo

"El mayor acto de respeto para con el lector es ignorarlo"

24 enero, 2014 01:00

Agustín Fernández Mallo. Foto: Santi Cogolludo

Cinco años después de cerrar el Proyecto Nocilla, la trilogía narrativa más influyente, como ejemplo y contraejemplo, de la Literatura española actual, Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) regresa a la novela con Limbo (Alfaguara, 2014). Una mujer secuestrada y aturdida por su propio cuerpo, un hombre obsesionado con el Sonido del Fin, una pareja de músicos que intenta sobrevivir a un aislamiento opresivo. Mallo ha vuelto... algo cambiado.

Hay un momento en Limbo en el que los dos músicos españoles que graban un disco aislados en una granja de Bretaña se percatan de que "quizá, los objetos del salón, aún pareciendo estar en la misma posición, podrían haber sufrido pequeños movimientos, que aislados resultaban inofensivos pero cuyo sumatorio podría arrojar una sonoridad totalmente diferente del conjunto". Y uno piensa que lo mismo ocurre con esta novela de Fernández Mallo respecto a su obra anterior, tan parecida y a la vez diferente. "Vaya, ahí me coge por sorpresa. Quizá sea cierto. Me parece un hallazgo: la idea de que una mínima variación cambia radicalmente el conjunto; como el pequeño giro de un caleidoscopio".

Y es que en la novela sucesora del Proyecto Nocilla relampaguean los fogonazos característicos de la narrativa de Fernández Mallo -la composición de historias al modo de capas geológicas, la sensación de irrealidad, la presencia vivificadora de argumentos científicos- pero, a la vez, en Limbo el fragmentarismo se muestra más contenido, hay un sentido que parece global. El libro arranca con uno de los argumentos preferidos del físico Mallo, la revolución cuántica comandada por aquella heróica "escuela de Copenhague", la de los Bohr, Heisenberg o Born.

Siempre escribo en soledad. Si verbalizo las cosas después me parece que ya están hechas

-Relata cómo Bohr aconsejó a Heisenberg resolver sus problemas teóricos "creando una intuición". ¿Qué intuición está en el origen de Limbo?
-No hay una única intuición, más bien un entrelazamiento de imágenes e ideas que me rondaban. Trato de escribir acerca de las relaciones extremas. La certeza de que viajamos con un muerto, una copia muerta de nosotros mismos, que va tomando diferentes configuraciones. Todo contado con el único método que yo conozco de escritura: el pensamiento analógico, es decir, la metáfora como creadora misma de la misma. Pero quizá la idea primera sería la de los "estados desenfocados" en los que se nos presentan a veces las cosas.

-La intuición de Heisenberg fue que lo importante son "los estados iniciales y finales de las cosas". ¿La ficción se ocupa de dar cuenta del "entre medias", de lo que no importa?
-Eso es, sí, sólo que sí que importa, y mucho. Como cuando en las películas alguien muere, que lo hace de repente, y eso nunca es verdad, cuesta mucho morirse, tanto o más que nacer. Limbo puede verse como esos instantes previos a la muerte pero estirados hasta alcanzar duraciones de años, momento en el que se abre un espacio nuevo, una vida propia y plena, un espacio en el que investigar y experimentar nuevas formas de relación con el mundo.

Una noche en Guatemala

-Afirmó que no quería volver a escribir una novela hasta que no contara con una historia interesante. ¿Cuándo y cómo supo que la tenía?
-Quizá empezó cuando, de viaje en Guatemala de promoción, abrí la mesilla de noche y vi un ejemplar del Nuevo Testamento, lo hojeé y supe que alguna vez me gustaría escribir acerca de ello, utilizar sus palabras, ya que poseen la fuerza de lo que atraviesa los siglos. Y esa misma noche estaba escribiendo.
Para mí, todo parte de la poesía y regresa a la poesía. Mis novelas son poemas que disfrazo para ir probando otras técnicas
En ese mismo viaje supe de un secuestro y pensé que hay aspectos de la cotidianidad de las personas secuestradas de los que nunca oía hablar, como su relación con los objetos, o su sexualidad. Y me puse a escribir sin pensar en el lector, por investigar poéticamente todo eso.

-¿Sin pensar en el lector?
-No hay que olvidar que el mayor acto de respeto con el lector es ignorarlo, escribir como si no existiera, porque no puedes hacer algo bueno si piensas en agradar o en a quién le va a gustar lo que tú haces. Escribes para ti mismo, para investigar la realidad bajo tu poética, y después el tiempo dirá.

-¿Y cómo mide el interés de sus historias? ¿En soledad o se las cuenta a alguien?
-Siempre en soledad. Tal como yo soy y tal como trabajo, si verbalizo las cosas después me parece que ya están hechas y, de algún modo, destruidas. Es muy interesante lo que usted me pregunta, ya que "contar" una historia y "escribir" una historia son modos de representar la realidad que no tienen mucho que ver. La novela es un mecanismo de escritura, eminentemente metafórico, que poco tiene que ver con "contar" una historia, que es la tradición oral. De modo que, contestando a su pregunta: no, no le cuento a nadie lo que escribo, ¡ni siquiera a mí mismo! Sencillamente me siento y me pongo a escribir.

Los movimientos literarios actuales tienden a los estéticamente conservador... es lógico en tiempos de crisis

-El Nuevo Testamento, leemos en su libro, es el primer texto fragmentario de la historia.
-Uno de los protagonistas de la novela, en efecto, lo afirma, pero eso está un tanto dramatizado o sacado de quicio. Hay que ponerse en la mente del protagonista para poder entenderlo. Pero cuando se dice "fragmentado" abusamos del lenguaje: algo puramente fragmentado no puede existir como obra porque el cerebro sería incapaz de entenderlo con una mínima coherencia.

-Limbo tiene dos voces en off. La primera es la de una mexicana secuestrada que es todo recuerdos y cuerpo: sexualidad, onanismo... ¿Por qué un secuestro? ¿Por qué el cuerpo?
-El cuerpo es lo más brutal y extraño que existe; lo único que existe. Es el "muro de la realidad", donde se cifra la realidad. Incluso cuando oigo "muro de Facebook" siempre pienso en un cuerpo, no en un papiro digital. El cuerpo es una fuente y un sumidero, pero lo raro es que, al contrario de lo que ocurre con los ríos, es las dos cosas al mismo tiempo. Supongo que tal contradicción es lo que genera la necesidad de crear cosas.

-La otra voz en off importante es la de un músico que busca, en plena road movie americana, "el Sonido del Fin". ¿Qué es el Sonido del Fin?
-El Sonido del Fin es aquello que quedará cuando ya no quede nada, lo último de lo último. De lo que creo que ese personaje no se da cuenta es de que el Sonido del Fin lo lleva él, dentro. Una vez me contaron una anécdota real: a un músico le pidieron que dedicara uno de sus discos a un niño, que era un bebé. Y el músico escribió algo así: "para fulanito que, cuando pueda escuchar esto, ya nadie sabrá quién soy". Pues eso. Lo que queda cuando ya nadie está para reconocerlo.

El incidente "Kodama"

Fernández Mallo es uno de los raros novelistas que, en los últimos años, ha sufrido la retirada de un libro suyo en un estrambótico incidente. En 2011, ante las presiones de María Kodama, viuda de Jorge Luis Borges y férrea guardiana de su obra, Alfaguara limpió las librerías de ejemplares de El hacedor (de Borges) Remake, un poético homenaje al mítico título del autor argentino. Un revuelo en el que no faltaron manifiestos de apoyo y todo tipo de réplicas y contrarréplicas. ¿Tiene aún Mallo pesadillas con Kodama? ¿Cómo recuerda aquello? "Lo recuerdo como un acto de profunda incultura en el sentido más etimológico. Sólo hace falta comprender mínimamente los mecanismos de la creación para darse cuenta de que ese libro en nada se distingue del resto. Nunca creí que mis ojos fueran a ver un libro prohibido, pero así están las cosas, y cada vez peor".

Nunca creí que mis ojos fueran a ver un libro prohibido, pero así están las cosas, y cada vez peor
-¿Qué fue de aquellos ejemplares? Yo tengo uno, por cierto.
-Yo tengo otro, si le sirve de consuelo. Lo mejor de ese libro fue la cantidad de obras secundarias y derivadas que está generando fuera de España, en Latinoamérica y EE.UU.

-Su último libro, Antibiótico, fue un poemario. Y aunque defiende loa tratados de libre comercio entre poesía y narrativa, tengo la impresión de que le gusta más saberse poeta.
-Desde luego. Para mí, todo parte de la poesía y vuelve a la poesía. De hecho, mis novelas, incluso mis ensayos, son poemas disfrazados, poemas que disfrazo para ir probando otras técnicas. En Limbo se mezclan todos los géneros.

-Han pasado ocho años desde la publicación de Nocilla Dream y la acuñación mediática de lo de la "Generación Nocilla". ¿Nos ha perdonado?
-Jajá, es que nunca culpé a nadie. Comprendo que la prensa cultural acostumbra también a clasificar, es lógico, es su trabajo, pero también han de admitir que el trabajo del narrador es justamente el contrario: desclasificar. Desde luego, no es un término que me guste.

Una generación consolidada

-Se lo digo porque hoy "Generación Nocilla" se ha convertido en una etiqueta algo vergonzante. Antonio J. Rodríguez hablaba en un artículo reciente de "envidias" pero también de una reacción de estilo "clasicista".
-Bueno, eso que se dio en llamar Generación Nocilla no es más que una corriente hoy plenamente consolidada -basta ver los catálogos- de nuevos narradores que hicimos nuestro papel en el plano práctico y el teórico, con novelas, poemarios y ensayos, una manera de narrar decididamente renovadora -la única radicalmente nueva de los últimos 10 años-, y que surgió de manera espontánea. Pero no hay que hacer aspavientos, a cada época le corresponden distintos modos de narrarla.

-Pero ¿le parecen "reaccionarios" los narradores de hoy?
-Sobre los movimientos literarios actuales, creo que algunos tienden a lo estéticamente conservador, sí, pero se ve en todo, en la publicidad, en la política normativa, en el deporte, etc, y es muy lógico, en tiempos de crisis hay miedo y repliegue; se trata de la tan católica -o más bien calvinista- idea de la expiación de las culpas. Ojo, no quiero decir que todo sea así sino que los medios culturales y las editoriales ahora dan más visibilidad a esas corrientes. Pero en poesía se están dando los movimientos más rupturistas de los últimos años.

-Proyecto Nocilla fue también acusada de loar las posibilidades tecnológicas del capitalismo avanzado, de ser la antítesis del compromiso. ¿Considera necesario una defensa?
-Es que no me siento atacado. Mis libros están profundamente comprometidos con la realidad, basta leerlos para ver qué temas tratan y cómo. Afirmar lo contrario es no haberse enterado de nada. Lo que ocurre es que no son libros moralizantes, no tiene vocación de aleccionar. Y ya en otro orden de cosas -y lo digo sin ironía alguna-, me resulta muy gracioso el uso extendido de "capitalismo avanzado" -extrapolado desde Jameson-, como si fuera peor que el "capitalismo temprano". ¿Y cómo se sabe que es "tardío"? A lo mejor todo esto no es más que el principio.

-Si en el futuro alguien se atreviera con un Nocilla Dream (De Fernández Mallo) Remake, ¿cómo imagina el invento?
-No puedo imaginarlo, pero entiendo que la base de la creatividad -tanto cultural como biológica-, es ésa: copia más error positivo.