Esta noche arderá el cielo
También la de Esta noche arderá el cielo, su cuarta novela: una trama abismal que sobrecoge y nos llena de incertidumbre y confusión. Algo en ella recuerda a la realidad desconocida con la que soñaba aquel personaje de Cortázar en La noche boca arriba, algo inexplicable que se impone en lo que se suponía iba a ser un fin de semana especial para Mac y Perla, y para Ian y Roger, un padre y un hijo aficionados a las estrellas. La inmensidad de un bosque canadiense, adonde solo llegan quienes buscan perderse o asistir al espectáculo de la aurora boreal, es el escenario que les envuelve durante una noche. Pero no están solos, y nada de lo que sucede parece responder a lógica alguna: ni los movimientos de los indios que lo habitan, ni lo que podría ser el desmantelamiento de una red de traficantes de algo "mucho peor que la heroína". Lo que allí se desencadena parece una pesadilla kafkiana que causa un pavor inexpresable. Y vale la pena. Detrás late la condición humana: miedos atávicos y huidas.